Aden Díaz Nocera y Gastón Galanternik, de Life SI, junto a la impresora 3-Donor
"Una impresora capaz de fabricar piel y tejidos humanos parece un objeto salido de la serie Black Mirror.
Sin embargo, las bioimpresoras no solo traspasaron el mundo de la
ficción, sino que en la Argentina una empresa se dedica a fabricarlas.
Se trata de Life SI, fundada por Aden Díaz Nocera y Gastón Galanternik.
La impresora, bautizada 3-Donor, fue uno de los proyectos ganadores
en la categoría Equipamiento Médico de la última edición de los premios Innovar, el concurso realizado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación
(MINCYT).
Además de ser la primera de fabricación nacional, la
innovación de la impresora radica en que puede ser adaptada a las
necesidades del cliente, ya sea para un material en particular o para
usarla como plataforma de prueba de diferentes materiales.
“Es una tecnología que no existía en el país. Si bien se habían
adaptado impresoras 3D para algunos tipos de materiales biológicos, a
nivel comercial no hay equipos creados para bioimpresión ni con software
específico para ese objetivo. Ni siquiera hay registros de que se estén
usando equipos importados de este tipo”, le dijo a TSS Galanternik, licenciado en Tecnología de Alimentos y especialista en biotecnología.
La idea surgió de su socio Díaz Nocera, quien estuvo a cargo del
desarrollo del hardware y software, mientras que Galanternik se sumó más
tarde para potenciar la gestión del emprendimiento. “Buscamos dar una
solución integral.
Trabajamos con laboratorios que ya vienen
investigando en algunas líneas relacionadas con lo que hacemos y
nosotros adaptamos la impresora a los requerimientos, en vez de que
ellos tengan que adaptarse al dispositivo, como pasaría con un equipo
importado”, indica Galanternik.
Tras dos años de prueba en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC),
la primera bioimpresora fabricada por Life SI fue instalada en la
Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Allí, el equipo es utilizado
para la impresión de materiales en el laboratorio de la investigadora
Élida Hermida, a cargo del proyecto Biomatter, que trabaja en el desarrollo de un kit para la regeneración de piel en casos de quemaduras.
Actualmente, estos casos se tratan con parches de colágeno que
requieren muchas intervenciones. En cambio, la bioimpresora permitirá
fabricar parches que se adapten en forma más precisa a la lesión,
acelerando el tratamiento. Además, hay otra bioimpresora en uso en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB) de la UNSAM.
La tecnología de bioimpresión combina los conocimientos de diversas
áreas, como robótica, informática, biología y medicina. Las
bioimpresoras permiten fabricar estructuras tridimensionales con
material biológico a partir de un diseño computacional. El objetivo a
largo plazo es fabricar órganos biológicos funcionales, pero esto es
algo que todavía está en etapa experimental a nivel mundial.
Díaz Nocera y Gastón Galanternik realizaron varios prototipos, de
manera de ir optimizando el producto a partir de la retroalimentación
con los usuarios. El último es el dispositivo presentado a Innovar, de
unos 50 por 60 centímetros.
Además de adecuar el software, Life SI
también ofrece adaptar diversas características del equipo a las
necesidades del cliente. Por ejemplo, que tenga dos cabezales en vez de
uno, o que la temperatura se pueda regular de una determinada manera.
“Funciona de manera similar a una impresora 3D pero, en vez de
trabajar con plástico, utiliza un gel que se deposita a través de una
jeringa. Hicimos que el equipo fuera lo suficientemente versátil como
para que pudiese funcionar con cualquier hidrogel”, explica Galanternik.
Los principales biomateriales usados hasta el momento son colágeno,
alginato y ácido hialurónico, que permiten darle estructura a los
tejidos celulares.
Además, están probando con una mezcla de ácido hialurónico e
hidroxiopatita, una fórmula que promueve la regeneración ósea. “Queremos
aplicar la bioimpresora a la regeneración de articulaciones.
A futuro,
también nos gustaría poder generar un órgano más complejo, pero eso es
algo para lo que todavía faltan muchos avances en investigación”, dice
el especialista. “Otra aplicación en la que estamos trabajando con la
UNC es el desarrollo de medicamentos funcionales que, en vez de ser
simples cápsulas, tengan una forma que los haga funcionales para ser
absorbidos más rápido o más lento, según lo que se precise”.
Si bien hoy trabajan con laboratorios de investigación de
universidades y con algunos privados, a futuro apuntan a hacerlo además
con instituciones médicas. “Estamos modificando el diseño para hacerlo
más chico y de fácil traslado. También estamos buscando la forma de
fabricarlo a escala industrial porque hasta ahora venimos fabricando
equipo por equipo”, finaliza Galanternik." (TSS, 10/11/16)
No hay comentarios:
Publicar un comentario