Dele Olojede, nigeriano que trabajó 20 años en la prensa estadounidense y ganó un Premio Pulitzer, acaba de hacer algo inimaginable en Estados Unidos o Europa: lanzar un nuevo periódico nacional en su país con la intención próximamente de extender la circulación, en papel, a cuatro países africanos. Se llama Next y se inauguró el pasado mes de enero en la red (234next.com). Antes del Mundial de Suráfrica, el año que viene, se publicará una edición africana que, si se cumplen las previsiones, se venderá, con delegaciones propias e impresoras locales, en El Cairo, Johanesburgo, Nairobi y Accra, la capital de Ghana.
Sus antiguos colegas en Estados Unidos ven lo que está montando Olojede con incredulidad, pero él insiste en que Next no es un proyecto quijotesco. "Primero, porque aquí y en India, en China y en otros países donde vemos clases medias emergentes, la gente busca símbolos de estatus social, y leer un diario es uno de ellos". Pero lo más interesante es ver cómo, contra todo pronóstico posible, África podría estar aportando a la confusa industria del periodismo una cierta idea del camino a seguir. Los periodistas en plantilla han recibido cursos intensivos en el uso de minivideocámaras y Blackberries y otros aparatos de última tecnología que agilizarán la transmisión de las noticias, sea al diario en papel, sea a la pantalla de un ordenador, o sean contenidos personalizados a un teléfono móvil. Agilidad, versatilidad, rapidez y minimización de costes son las claves del modelo de Next. "No tendremos 25 fotógrafos en plantilla, sino que dependeremos de colaboradores en todas partes", explica Olojede. "La clave consiste en tener gente capacitada en la redacción y una extensa red de reporteros colaborando por todo el país, en África y en el resto del mundo. La calidad estará garantizada porque habrá una competencia feroz. Los mejores y los más fuertes sobrevivirán, y ganarán buen dinero con nosotros".
Lo interesante es que Olojede está poniendo en marcha precisamente lo que propone Earl Wilkinson para los periódicos estadounidenses y europeos. Wilkinson insiste en la oportunidad de rebajar costes a través de un uso "selectivo" de la opción digital; adaptar el producto periodístico de abajo arriba a las necesidades de la audiencia, en vez de imponer un producto de arriba abajo, y crear una fuerza laboral capaz de moverse con facilidad entre diferentes medios de comunicación, con especial atención a los medios digitales.
Con el tiempo, como dice Bill Keller, se pondrán a prueba más y más opciones para ver cómo convertir el periodismo en un negocio viable. Una opción que se ha propuesto con entusiasmo recientemente en las páginas de The New York Times y de la revista Time se basa en la idea de "salvar" al periodismo de la misma manera que se ha "salvado", hasta cierto punto, a la industria de la música: aplicando una suerte de canon similar al de la música al comprar un ordenador, o al darse de alta en un servidor de Internet; o bien aplicando el método de micropagos de I-tunes, música adquirida por Internet, a la compra de artículos. Los blogueros, inevitablemente, no lo ven. Jeff Jarvis, uno de los personajes del anti-establishment mediático más locuaces de la web, se burla de los "viejitos" que no acaban de entender lo imposible que es restringir el acceso a artículos digitales, lo infinitamente porosa que es la web. Spencer Reiss, director del Monaco Media Forum, un encuentro anual entre dirigentes de lo que llaman new y old media, dice que buscar la salvación en el I-news es una fantasía porque niega la realidad de que una canción dura eternamente, mientras que una noticia caduca en un día. De todos modos, es seguro que el método del micropago se intentará. La clave sería descubrir un procedimiento ágil por el cual se pagaría, por ejemplo, tres céntimos para leer un determinado artículo, y quizá 50 para tener acceso ilimitado a la página web de un diario durante 24 horas." (John Carlin: el momento crucial. El País, Domingo, 10/05/2009, p. 4/5)
"La revista británica Prospect Magazine (www.prospect-magazine.co.uk) es uno de los muchos escenarios en los que se alienta ese debate. En su último número plantea la cuestión en estos términos: "Está claro que el periodismo, tal y como se conoció en el siglo XX, está en una crisis formidable (...). ¿Pueden conservarse los mejores valores de ese tipo de periodismo en sistemas online?". La respuesta la dan Steven Johnson, que mantiene un novedoso blog llamado Outside.in, en el que intenta relacionar informaciones relativas a 16.000 pequeñas ciudades norteamericanas, y Paul Starr, profesor de Asuntos Públicos de la Universidad de Princeton.
Ninguno de los dos se atreve a predecir el futuro: "No sé si los periódicos van a desaparecer. Desde luego, no van a ser el objeto dominante en el mundo de la información", es lo más lejos que llega Johnson. La pregunta, dice Johnson, es si va a surgir un nuevo modelo capaz de sostener un periodismo como bien público, como el que sostuvieron los periódicos impresos. "Yo creo que hay buenas razones para creer que el sistema online está evolucionando y será capaz, incluso, de mejorar el modelo del siglo pasado". (...)
El fin de la era de los periódicos implicaría así un cambio sustancial en el sistema político, en el carácter de la democracia como se ha entendido desde finales del siglo XIX. La democracia, afirma, depende de la cobertura independiente de noticias en todos los niveles de gobierno. "Donde la información es débil, la corrupción prevalece", anuncia Starr. (...)Por eso, algunos defienden el modelo del británico The Guardian, que depende de una fundación que gana dinero con otras empresas, con el que financia el periodismo de alto nivel y las pérdidas del diario. (...)
Johnson es menos pesimista: "Reconozco que va a exigir trabajo... Quizá tendremos menos periodismo de investigación, pero habrá más 'ojos en la calle'... Usted ha hecho un gran trabajo describiendo lo que estamos en riesgo de perder con el fin del viejo modelo de periódico. ¿Con qué se le puede reemplazar, según usted?" , interroga a su colega. "No con la web", responde Starr. "Los 'ojos en la calle' no reemplazan al periodismo independiente y profesional, sostén de la democracia, y éste sólo sobrevivirá si existen instituciones sin ánimo de lucro que lo apoyen". (SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ: Prensa y democracia. El País, Domingo, 10/05/2009, p. 13)