"Para beneficiarnos por completo de la
revolución de la automatización, necesitamos una renta básica universal,
una disminución drástica de la jornada laboral y una redefinición del
ser humano sin el trabajo. (...)
La solución, entonces, radica en empezar a desvincular efectivamente el trabajo de los salarios. (...)
No obstante, para librar debidamente la revolución de la automatización, es probable que necesitemos la combinación de una renta básica universal,
retribuida mediante la recaudación de impuestos, y una reducción
drástica de la jornada laboral oficial. Por lo general, el norte de
Europa está a la vanguardia en esto: Suecia ha reducido ya la jornada a seis horas, mientras que Finlandia experimenta con la idea de una renta básica ciudadana.
La
renta básica exhibe oponentes tanto en la derecha como en la izquierda,
teniéndola los primeros por una forma de abaratar el bienestar social.
Así, su contribución más valiosa habría de venir del subsidio de pago
único, el cual favorecería una rápida automatización de la economía.
En
caso de que se esta produjera, merecería la pena considerar en detalle
el papel que las tecnologías pudieran desempeñar. Actualmente, se
destina la mayor parte de los esfuerzos a la robotización, la cual nos
ha provisto ya de blancas criaturas antropomórficas capaces de bailar música disco al unísono.
Antes bien, el verdadero potencial de la automatización debe radicar en
la inteligencia artificial, el aprendizaje automático y los sistemas
autoregenerables.
En “The last job on earth”
(El último trabajo en la tierra), una trabajadora llamada Alice se
frustra enormemente cuando una máquina se niega a dispensarle su
medicamento.
A medida que la sociedad deviene más automatizada,
podríamos alcanzar un estado en el que la epidemiología llegara a
emplear sensores a tiempo real con los que evaluar nuestra salud y
amonestar al trabajador: tiene usted probabilidades de caer enfermo esta
noche, hemos introducido los fármacos apropiados en el aire
acondicionado de su casa.
Una sociedad con menos trabajo es
solamente una distopía si su sistema social está orientado a distribuir
las compensaciones a través del empleo. A principios del siglo XIX, los
socialistas utópicos no solo trataron de imaginar una alternativa, sino
también de ponerla en funcionamiento mediante comunidades cerradas
ligeramente estrafalarias, inspiradas en los escritos del filósofo Charles Fourier. (...)
Hoy, dado que todas las utopías actuales acerca del trabajo se erigen
sobre la posibilidad de su desaparición, lo mejor que uno puede decir
en el debate del ocio frente al trabajo es que resulta un tema complejo.
Muchos de nosotros trabajamos con un único dispositivo portátil, el
cual, más allá de nuestros contactos, correos electrónicos, guiones y
demás, contiene sobre todo gran parte de nuestro yo externalizado.
Ya
podemos contemplar nuestra propia fragmentación, nuestra conversión en
entes “multicanal”, pues las comunicaciones en red invaden espacios como
la mesa del comedor o la cama compartida, lo que de otro modo sería una
oficina jerarquizada.
El mayor enigma de la sociedad poslaboral es qué ocurrirá con el yo
cuando no pueda definirse frente a la identidad corporativa, frente a
sus habilidades laborales o su antigüedad profesional. No tardaremos en
descubrirlo." (Paul Mason,Paul Mason
, Sin Permiso, 28/02/2016)