26/11/12

El teletrabajo, un recurso en tiempos de crisis

"En España algunas grandes empresas han ido introduciendo la fórmula en los últimos años. Es el caso de Indra, por ejemplo, que tiene un programa de trabajo a distancia, destinado sobre todo a los empleos de perfil más técnico. Además, según explica una portavoz, siete de cada diez trabajadores que optan por este sistema de trabajo tienen “responsabilidades familiares”. 

Elena Torres lleva más de tres años teletrabajando para esta compañía. Es técnico de recursos humanos. Se dedica a gestionar incidencias que transmiten sus compañeros. “Mi vida ha mejorado mucho. Me organizo el tiempo a mi manera, y creo que soy mucho más productiva”, resume. En casa tiene un despacho desde donde se concentra gracias a las herramientas informáticas que la empresa le instaló. 

Dice que lo mejor ha sido ahorrarse los desplazamientos cuatro de los cinco días de la semana. “Vivo a 30 kilómetros de Madrid, donde está la oficina. A veces me suponía hasta una hora en coche, por los atascos”, recuerda. “Me acogí al teletrabajo porque tengo una hija pequeña, y me resultaba más fácil organizarme.

 Lo hablé con mis jefes y probamos. A veces es complicado separar los momentos de trabajo y familia, pero en general, es la mejor forma de no renunciar a mi vida laboral”, valora. Un día a la semana sigue yendo a la oficina. “Es importante seguir conectado. Dedico el día a reunirme con el resto del equipo”, dice.

 Pero no solo las grandes compañías han decidido apostar por el teletrabajo. Para una empresa que comience su andadura puede ser la panacea a la falta de presupuesto o incluso el ADN de sus sistemas de trabajo. Los 25 trabajadores de ASP Gems se reúnen una vez al mes en la sede de la compañía —un chalé en Aravaca, a las afueras de Madrid—, para hacer una barbacoa.

 Se pone música, se hacen unas chuletas —o últimamente unas paellas— y se cuentan unos cuantos chistes. Es el único momento del mes en el que todos los empleados de esta compañía de desarrollo de software comparten el mismo espacio físico.

 Casi todos ellos trabajan —al menos dos días a la semana— desde su casa, y acuden a la oficina a esta cita mensual para ver a sus compañeros, a los clientes que se quieran apuntar, y a escuchar la charla que organiza la empresa sobre todo tipo de temas: teoría del caos, biotecnología, innovación. 

“Ese día es menos productivo, pero merece la pena, así se incentiva que la gente venga para conocerse y se trabaja mucho mejor”, explica Agustín Cuenca, consejero delegado. Cuando un empleado se incorpora a la empresa se le pide que acuda a la oficina tres días a la semana “para construir las relaciones personales”, dice Cuenca.

Pilar García, diseñadora gráfica de 34 años, va a la sede de Aravaca dos días a la semana. El resto del tiempo trabaja desde su casa, en Morata de Tajuña, a unos 50 kilómetros de Aravaca. 

Allí se ha construido su pequeño espacio laboral, un despacho que comparte con su novio —autónomo y que también trabaja desde casa— y, de cuando en cuando, con su gato y su perra. Es ella misma quien se marca el horario de trabajo. “De 10 de la mañana a seis de la tarde estoy siempre conectada con la oficina a través de Internet. Es un buen sistema que te permite tener más tiempo para cultivarte y progresar en tu vida”.

Una cultura empresarial aún muy ligada al trabajo por horas y no por objetivos hace que esta fórmula haya avanzado a pequeños pasos en España. “Pero mientras las tareas estén hechas bien en fondo y en forma, a la empresa le da igual si tardas menos tiempo en hacerlas o desde donde las hagas”, dice el consejero delegado de ASP Gems.

 Ni Cuenca ni García hablan de ahorro económico, sino de una mejor gestión del tiempo y de desarrollo de la creatividad. Sin embargo, el consejero delegado reconoce que la reducción de costes puede existir, por ejemplo, en gastos de oficina.
 
De lunes a viernes, Katy Hoffmann sigue exactamente la misma rutina diaria: se levanta, se ducha, se viste con ropa cómoda, se toma un café y anda un par de pasos hasta el salón de su casa de Madrid, su lugar de trabajo. Allí, se sienta siempre en el mismo lado del mismo sofá y enciende su ordenador portátil, su oficina virtual.

 Hoffmann, venezolana de 33 años, es la responsable de desarrollo de negocio en España de E.life, una empresa brasileña de monitorización de redes sociales en la que el 70% de sus 200 empleados teletrabajan. En Brasil, en México, en España, en Chile, en Alemania. 

El sistema siempre es el mismo, los empleados tienen una referencia de ocho horas diarias de dedicación, pero trabajan por objetivos. Y se reunen por grupos trimestralmente para analizar los proyectos. “Tenemos una pequeña oficina en un centro de negocios de Madrid, pero apenas la pisamos”, explica Tomás Martínez, responsable para España de la compañía.

Hoffman está satisfecha con el sistema de teletrabajo. Cuando no tiene reuniones con los clientes, cuenta, se conecta a Internet para estar comunicada constantemente con sus compañeros. Y puede hacerlo desde casa o, entre cita y cita, desde un café o un parque... “Skype, correo electrónico, chat... Hoy en día las posibilidades son infinitas. 

 No nos vemos físicamente pero compartimos el mismo espacio virtual. No me siento sola”, cuenta. Esta es su segunda experiencia de teletrabajo y solo le ve ventajas. “Me ahorro el metro, comer fuera... Aunque tiene que ver mucho con las cualidades de cada persona.

 Es necesaria autodisciplina y organización, pero desde casa se trabaja mucho más. Eso de que se pierde el tiempo es un mito. En una oficina la gente se dispersa pero no se nota. No por estar físicamente a la vista del jefe se hace más”, afirma. (...)

“El trabajo en remoto es una vía innata de desarrollarte en Google”, asegura Marisa Toro, directora de Asuntos Públicos para España del gigante de Internet. “Y no solo se trabaja en casa, sino también en las oficinas de la compañía en cualquier parte del mundo”, explica. 

Su jefe, cuenta por ejemplo, está en Londres. Además, explica Toro, las videoconferencias y otras herramientas tecnológicas, que están en el ADN de está empresa, ayudan al sistema.

“Parece que esta libertad operativa podría generar cierto anarquismo, pero es todo lo contrario, la gente comunica muy abiertamente lo que hace y donde va a estar”, afirma Toro. La organización, basada en objetivos —en su caso trimestrales—, como el de muchas otras empresas, también ayuda. 

Además, hay evaluaciones y autoevaluaciones.
Pero no todo son historias de éxito en el teletrabajo, aunque tampoco es fácil que alguien que ha fracasado en su labor a distancia quiera compartirlo. Pero fracasos, haberlos, haylos. 

El experto de la UOC cita muchos nuevos retos asociados a esta práctica. “En una oficina te puedes electrocut ar o puedes tener malas posturas. Cuando trabajas de manera autónoma además hay que controlar otros riesgos psicosociales, como el tecnoestrés, la tecnodependencia, el aislamiento social...”, enumera.

Bajando a las anécdotas, Ginesta cuenta varios casos. Por ejemplo, el de un empleado que engordó 12 kilos. “Cuando estás en casa corres el riesgo de que la ansiedad y el estrés se solucione con excursiones a la nevera”, advierte. 

También recuerda el caso de otra chica que le comentó que estaba muy contenta “porque llevaba una semana trabajando, sin salir de casa y en pijama”. “Eso no es bueno. Uno no puede aislarse del mundo”, le explicó. Otro trabajador le pidió volver a la oficina.

 “Desde que estaba en casa tenía muchas discusiones con su pareja”, recuerda. Para evitar riesgos Ginesta recomienda preparar a los que serán teletrabajadores y darles armas para enfrentarse a los riesgos. “También hay que formar a los jefes que coordinan equipos con gente conectada desde fuera. No es igual liderar online que en persona”, apunta."      (El País, 13/11/2012) 

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