"En España algunas grandes empresas han ido introduciendo la fórmula en
los últimos años. Es el caso de Indra, por ejemplo, que tiene un
programa de trabajo a distancia, destinado sobre todo a los empleos de
perfil más técnico. Además, según explica una portavoz, siete de cada
diez trabajadores que optan por este sistema de trabajo tienen
“responsabilidades familiares”.
Elena Torres lleva más de tres años
teletrabajando para esta compañía. Es técnico de recursos humanos. Se
dedica a gestionar incidencias que transmiten sus compañeros. “Mi vida
ha mejorado mucho. Me organizo el tiempo a mi manera, y creo que soy
mucho más productiva”, resume. En casa tiene un despacho desde donde se
concentra gracias a las herramientas informáticas que la empresa le
instaló.
Dice que lo mejor ha sido ahorrarse los desplazamientos cuatro
de los cinco días de la semana. “Vivo a 30 kilómetros de Madrid, donde
está la oficina. A veces me suponía hasta una hora en coche, por los
atascos”, recuerda. “Me acogí al teletrabajo porque tengo una hija
pequeña, y me resultaba más fácil organizarme.
Lo hablé con mis jefes y
probamos. A veces es complicado separar los momentos de trabajo y
familia, pero en general, es la mejor forma de no renunciar a mi vida
laboral”, valora. Un día a la semana sigue yendo a la oficina. “Es
importante seguir conectado. Dedico el día a reunirme con el resto del
equipo”, dice.
Pero no solo las grandes compañías han decidido apostar por el
teletrabajo. Para una empresa que comience su andadura puede ser la
panacea a la falta de presupuesto o incluso el ADN de sus sistemas de
trabajo. Los 25 trabajadores de ASP Gems
se reúnen una vez al mes en la sede de la compañía —un chalé en
Aravaca, a las afueras de Madrid—, para hacer una barbacoa.
Se pone
música, se hacen unas chuletas —o últimamente unas paellas— y se cuentan
unos cuantos chistes. Es el único momento del mes en el que todos los
empleados de esta compañía de desarrollo de software comparten el mismo
espacio físico.
Casi todos ellos trabajan —al menos dos días a la
semana— desde su casa, y acuden a la oficina a esta cita mensual para
ver a sus compañeros, a los clientes que se quieran apuntar, y a
escuchar la charla que organiza la empresa sobre todo tipo de temas:
teoría del caos, biotecnología, innovación.
“Ese día es menos
productivo, pero merece la pena, así se incentiva que la gente venga
para conocerse y se trabaja mucho mejor”, explica Agustín Cuenca,
consejero delegado. Cuando un empleado se incorpora a la empresa se le
pide que acuda a la oficina tres días a la semana “para construir las
relaciones personales”, dice Cuenca.
Pilar García, diseñadora gráfica de 34 años, va a la sede de Aravaca
dos días a la semana. El resto del tiempo trabaja desde su casa, en
Morata de Tajuña, a unos 50 kilómetros de Aravaca.
Allí se ha construido
su pequeño espacio laboral, un despacho que comparte con su novio
—autónomo y que también trabaja desde casa— y, de cuando en cuando, con
su gato y su perra. Es ella misma quien se marca el horario de trabajo.
“De 10 de la mañana a seis de la tarde estoy siempre conectada con la
oficina a través de Internet. Es un buen sistema que te permite tener
más tiempo para cultivarte y progresar en tu vida”.
Una cultura empresarial aún muy ligada al trabajo por horas y no por
objetivos hace que esta fórmula haya avanzado a pequeños pasos en
España. “Pero mientras las tareas estén hechas bien en fondo y en forma,
a la empresa le da igual si tardas menos tiempo en hacerlas o desde
donde las hagas”, dice el consejero delegado de ASP Gems.
Ni Cuenca ni
García hablan de ahorro económico, sino de una mejor gestión del tiempo y
de desarrollo de la creatividad. Sin embargo, el consejero delegado
reconoce que la reducción de costes puede existir, por ejemplo, en
gastos de oficina.
De lunes a viernes, Katy Hoffmann sigue exactamente la misma rutina
diaria: se levanta, se ducha, se viste con ropa cómoda, se toma un café y
anda un par de pasos hasta el salón de su casa de Madrid, su lugar de
trabajo. Allí, se sienta siempre en el mismo lado del mismo sofá y
enciende su ordenador portátil, su oficina virtual.
Hoffmann, venezolana
de 33 años, es la responsable de desarrollo de negocio en España de E.life,
una empresa brasileña de monitorización de redes sociales en la que el
70% de sus 200 empleados teletrabajan. En Brasil, en México, en España,
en Chile, en Alemania.
El sistema siempre es el mismo, los empleados
tienen una referencia de ocho horas diarias de dedicación, pero trabajan
por objetivos. Y se reunen por grupos trimestralmente para analizar los
proyectos. “Tenemos una pequeña oficina en un centro de negocios de
Madrid, pero apenas la pisamos”, explica Tomás Martínez, responsable
para España de la compañía.
Hoffman está satisfecha con el sistema de teletrabajo. Cuando no
tiene reuniones con los clientes, cuenta, se conecta a Internet para
estar comunicada constantemente con sus compañeros. Y puede hacerlo
desde casa o, entre cita y cita, desde un café o un parque... “Skype,
correo electrónico, chat... Hoy en día las posibilidades son infinitas.
No nos vemos físicamente pero compartimos el mismo espacio virtual. No
me siento sola”, cuenta. Esta es su segunda experiencia de teletrabajo y
solo le ve ventajas. “Me ahorro el metro, comer fuera... Aunque tiene
que ver mucho con las cualidades de cada persona.
Es necesaria
autodisciplina y organización, pero desde casa se trabaja mucho más. Eso
de que se pierde el tiempo es un mito. En una oficina la gente se
dispersa pero no se nota. No por estar físicamente a la vista del jefe
se hace más”, afirma. (...)
“El trabajo en remoto es una vía innata de desarrollarte en Google”,
asegura Marisa Toro, directora de Asuntos Públicos para España del
gigante de Internet. “Y no solo se trabaja en casa, sino también en las
oficinas de la compañía en cualquier parte del mundo”, explica.
Su jefe,
cuenta por ejemplo, está en Londres. Además, explica Toro, las
videoconferencias y otras herramientas tecnológicas, que están en el ADN
de está empresa, ayudan al sistema.
“Parece que esta libertad operativa podría generar cierto anarquismo,
pero es todo lo contrario, la gente comunica muy abiertamente lo que
hace y donde va a estar”, afirma Toro. La organización, basada en
objetivos —en su caso trimestrales—, como el de muchas otras empresas,
también ayuda.
Además, hay evaluaciones y autoevaluaciones.
Pero no todo son historias de éxito en el teletrabajo, aunque tampoco
es fácil que alguien que ha fracasado en su labor a distancia quiera
compartirlo. Pero fracasos, haberlos, haylos.
El experto de la UOC cita
muchos nuevos retos asociados a esta práctica. “En una oficina te puedes
electrocut ar o puedes tener malas posturas. Cuando trabajas de manera
autónoma además hay que controlar otros riesgos psicosociales, como el
tecnoestrés, la tecnodependencia, el aislamiento social...”, enumera.
Bajando a las anécdotas, Ginesta cuenta varios casos. Por ejemplo, el
de un empleado que engordó 12 kilos. “Cuando estás en casa corres el
riesgo de que la ansiedad y el estrés se solucione con excursiones a la
nevera”, advierte.
También recuerda el caso de otra chica que le comentó
que estaba muy contenta “porque llevaba una semana trabajando, sin
salir de casa y en pijama”. “Eso no es bueno. Uno no puede aislarse del
mundo”, le explicó. Otro trabajador le pidió volver a la oficina.
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