"Los recortes generalizados por la crisis han sido, paradójicamente,
un caldo de cultivo idóneo para el desarrollo y la multiplicación de
plataformas de crowdfunding, una forma de financiación a través de
Internet en la que personas que no se conocen entre sí aportan dinero
para que un determinado proyecto se convierta en realidad.
“La gente
quiere seguir consumiendo cultura, y ahora se le ofrece la posibilidad
de ser parte de los proyectos de la gente a la que admira”, cuenta Jonás
Sala, quien utilizó esta fórmula para realizar un documental.
Cuando Jonás y su hermano Adriá buscaron ayudas para sacar adelante
su proyecto, en otoño de 2009, se dieron de bruces con una realidad
económica poco dispuesta a apoyar a creadores desconocidos.
Fue entonces
cuando, gracias a su padre, Joan, supieron de la existencia del crowdfunding
(del inglés “financiación por la multitud”, que algunos traducen como
micromecenazgo).
Y no lo dudaron: lo suyo era la gestión cultural. En
diciembre de 2010, y con la ayuda del instituto municipal empresarial de
Mataró, crearon Verkami, una improbable unión profesional entre un
biólogo (Joan), un historiador del arte (Adriá) y un físico (Jonás), que
tomaba como modelo las webs Indiegogo (fundada en 2008) y Kickstarter
(2009):
“Vimos los proyectos en las plataformas estadounidenses, el
contacto entre el creador y el público y la posibilidad de conseguir a
cambio productos superexclusivos de ellos”, cuenta Jonás.
En 14 meses
han hecho realidad 223 ideas, y este mes, con 75 iniciativas en marcha,
alcanzarán el millón de euros recaudados. (...)
La mecánica, tanto en Verkami como en otras webs, como Lánzanos o
Goteo, es similar: el impulsor de una idea la presenta a través de la
plataforma y los internautas que quieran pueden apoyarla con donaciones,
a cambio de recompensas que varían en función de la ayuda prometida —un
CD o DVD, entradas para un concierto o descarga de contenido exclusivo,
etcétera—.
El pago, con tarjeta de crédito o por PayPal, solo se hace
efectivo en caso de llegar a la cantidad final solicitada, que garantice
la realización del proyecto. En ese caso, la plataforma se queda con un
porcentaje de lo recaudado, que va del 4 al 8%.
“La gente no siente que esté apoyando algo ajeno, lo viven como algo
propio”, cuenta Bruno Teixidor en conversación telefónica. Junto a
Carola Rodríguez y Nicolás Alcalá forman Riot Cinema Collective.
Aún no
han terminado Comunicación Audiovisual y son los responsables de El
cosmonauta, un proyecto de largometraje que ha recaudado ya 245.000
euros de su presupuesto de 860.000 a través de crowdfunding, incluyendo 48.000 euros de la venta de material promocional. (...)
Sin embargo “el crowdfunding no es mágico”, comenta Jonás Sala.
“No es un escaparate donde hay gente con dinero esperando… Nosotros
hacemos un poco de puente entre un creador y su comunidad. Si te viene
alguien a publicar su primer libro pero no ha hecho nada antes, ni
siquiera un blog, es muy difícil.
Pero si tienes una comunidad de 100,
200 seguidores, de gente interesada en que sigas haciendo arte, entonces
puede funcionar”. Sin esa base crítica es mucho más complicado, aunque
también se puede generar comunidad mostrando la evolución del trabajo.
“No es solo un proyecto, sino también una campaña que implica darlo a
conocer, intentar que llegue a los medios locales, blogs
especializados…”. (...)
Para Antoni Gutiérrez-Rubí, sociólogo y asesor de comunicación, se va
imponiendo un cambio de modelo en el que el consumidor ya no se limita a
consumir, sino que demanda influir en los pasos previos, “codecidir,
cocrear, coconsumir”.
Un proceso democratizador en el que “no importa
dónde estoy ni mi nivel socioeconómico, sino que lo pienso, siento y
quiero”; se favorece la innovación y se aportan datos que mejoran el
producto.
“Necesitamos no solo clientes, sino usuarios (que no compran
pero lo usan), y también ciudadanos (que ni compran ni usan, pero
opinan). Es necesario incorporar cuantos más usuarios y ciudadanos sea
posible. Si las empresas ven a las personas solo como clientes, acabará
perdiéndolos”.
Para Goteo, la plataforma española más joven —noviembre de 2011—,
este componente es esencial. Se trata de aprovechar la inteligencia
colectiva, contar no solo con la aportación monetaria (crowdfunding) sino también con el talento de la comunidad que les rodea (crowdsourcing),
que aporta diferentes servicios (fotografía, diseño, programación…).
Para Enric Sanabre, su portavoz, lo fundamental es que el proyecto tenga
“un retorno colectivo que permita que haya recursos compartidos, además
de un interés social. Pero también ha de tener un rastro digital, algo
que muestre cómo se ha hecho, un vídeo, un dietario… Si no, se pierde la
oportunidad de que se pueda hacer algo similar en otro lugar”. (...)
Aunque hoy solo tienen una sede en Madrid, para Goteo el futuro pasa
por hacer “nodos locales que se autogestionen de manera autónoma, para
que pueda haber más proximidad y conocimiento de los proyectos”, afirma
Sanabre.
El éxito del crowdfunding se explica, según Gutiérrez-Rubí,
por cinco ideas: “La primera, la fuerza de lo pequeño —mi aportación de
10 euros es pequeña, pero con otros 10, y 10 más… se hace fuerte—;
después, por la fuerza de lo ejemplar, del compromiso individual —si yo
quiero que cambie una situación, o que exista un determinado producto o
servicio, me comprometo y hago algo, aunque sea poco—.
También influye
la atracción de los primeros pasos, de lo iniciático, y actúo porque
tiene que ver con mi manera de ver el mundo, porque creo en ello”. Y
finalmente, “porque todas las plataformas de crowdfunding
acaban creando comunidades de intereses. Mi sensibilidad no es
individual, sino que me junto con otra gente, lo comparto con otros”. (...)
Y mientras, Gutiérrez-Rubí prepara junto a Juan Freire su nuevo libro, Manifiestocrowd,
basado por supuesto en un proceso colaborativo de redacción que se
inició en el Creápolis de Esade (un punto de encuentro entre la escuela
de negocios y las empresas), y que seguirá en los próximos meses en
otros centros.
“Escribimos el artículo, preparamos los materiales y lo
presentamos a las escuelas. Luego el debate, las preguntas, nos ayudan a
mejorar el texto, capítulo a capítulo. El libro está escrito pero no
cerrado; del debate enriquezco el texto. Los alumnos se llevan una
primicia —un capítulo del libro que no ha salido— y yo me llevo sus
preguntas”. (El País, 16/04/2012)
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