"Hace doce años, Ma Yihe comprendió que el sector de la construcción
en China es completamente insostenible “porque desperdicia infinidad de
recursos y destroza el Medio Ambiente”. Así que comenzó a buscar una
alternativa desde una perspectiva, científica y empresarial.
“El
objetivo era dar con un sistema que responda a cuatro cuestiones clave:
tecnología digital, materiales reciclados, menos obra de mano y menos
tiempo de construcción”, enumera para este periódico Yihe, en su oficina
del centro de Shanghái.
Yihe ya ha dado con la solución. Su empresa Winsun New Materials ha
desarrollado una impresora 3D de 150 metros de largo, 10 de ancho, y 6,6
metros de alto. Con ella ha impreso diez casas en un solo día. La
máquina emplea una tinta creada con escombros y desechos
industriales que se controla con un programa informático y que resulta
más ligera que el hormigón.
“Es solo un avance de lo que podemos conseguir con esta tecnología,
para la que creemos que no hay límites. Podríamos incluso erigir un
rascacielos y sería seguro porque reforzamos el material con fibra de
vidrio para que sea extremadamente sólido a la vez que flexible”, afirma
el empresario.
El objetivo de Yihe es crear en China una red de hasta cien puntos de
recogida de escombros que, por un lado, solucionará el problema de
reciclado, y, por otro, servirá de inagotable fuente de material barato
para proyectos futuros.
“Hemos diseñado el sistema para que nos permita trabajar de dos
formas diferentes: partiendo de un plano arquitectónico, como se ha
hecho siempre, y también escaneando una detallada maqueta
tridimensional”. En cualquiera de los casos, el edificio es convertido
por ordenador en un gran Lego cuyas piezas imprime la máquina que Winsun
tiene en Suzhou, y cuyo ensamblaje final se lleva a cabo sobre el
terreno que va a ocupar la edificación. La única parte del edificio que
no sale de la impresora 3D es el tejado.
“Hemos demostrado que la construcción no solo es así mucho más
ecológica, sino que resulta hasta un 50% más barata”, sentencia. Una
pequeña vivienda de unos 60 metros cuadrados cuesta unos 3.600 euros, y
se levanta en horas. En el caso del edificio de 900 metros cuadrados de
planta en el que trabajan ahora, el plazo se alarga un par de días.
“Nuestro principal interés está en cambiar el entorno en el que vive
la población china; en ese mercado nos vamos a centrar”, avanza Ma.
“Pero somos conscientes de que no va a ser fácil. Toda tecnología
disruptiva se encuentra en sus inicios con gran resistencia por parte de
quienes no quieren adaptarse a sus ventajas.
El gobierno chino ha
mostrado algún interés, aunque estamos hablando con promotores y
constructoras de Europa y Estados Unidos, donde la mano de obra mucho
más cara y el ahorro será más evidente”.
Yihe, que ha registrado 77 patentes, ha ubicado en Qingpu la decena
de edificios imprimidos durante la maratón del último fin de semana de
marzo. Los hay de una sola estancia, para oficinas; y de varias
habitaciones, como vivienda unifamiliar. Los primeros están ocupados por
funcionarios que han trasladado allí sus lugares de trabajo, mientras
que los otros esperan inquilinos.
Las paredes desnudas de todos ellos dejan al descubierto los puntos
de unión de las piezas y la multitud de capas que ha ido añadiendo la
impresora 3D para crear las paredes. “Luego se pueden recubrir de
cualquier material para darles el aspecto deseado.
Creo que nosotros
somos un buen ejemplo de cómo China puede dar ya el salto que separa la
copia de la innovación; es la única forma que tenemos de mantener
nuestros productos competitivos con el aumento de los costos laborales
en nuestro país”, apostilla.
Winsun no es la única empresa que desarrolla tecnología para imprimir
edificios. En Amsterdam, DUS Architects también empieza a imprimir un
edificio junto a uno de sus afamados canales.
En su caso, la impresión
es sobre el terreno, con materiales plásticos, y el proceso, además de
muy caro, tardará tres años. “Nosotros podemos comenzar a trabajar en
masa en cualquier momento”, destaca Yihe. “En un lustro, este sistema
puede convertirse en habitual”. (
Zigor Aldama
Shanghái, El País,
28 ABR 2014)
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