"Hasta los 26 años, Mirabela Stefanache no pudo morder una manzana. Una malformación congénita le había limitado la posibilidad de masticar con normalidad por una fisura en el paladar que, además, le había impedido desarrollar todos los dientes.
Tras 15 intervenciones quirúrgicas en su país natal, Rumanía, llegó a España, donde un equipo consiguió implantarle una prótesis biocompatible específicamente diseñada para ella. Hoy, con 33 años, lleva una vida normal y puede sonreír. “No existen palabras para expresar cómo me siento. Soy otra. Ya no tengo que esconderme”, afirma.
Ella es una de las beneficiarias de los avances en medicina con implantes biocompatibles, diseñados con la ayuda de impresoras 3D específicamente para cada persona. Un campo en el que se avanza hacia la fabricación de órganos y tejidos con materiales híbridos, que combinan células vivas con compuestos químicos. Un paso importante en un aún lejano futuro de órganos biónicos.
“Me sentía
cohibida, con la autoestima baja. No podía hablar con nadie sin percibir
que me miraban solo a la boca y a la nariz, deformadas por haber nacido
con labio leporino. Me pasaba la mayor parte del tiempo encerrada,
protegida”, recuerda Stefanache, auxiliar de geriatría en el País Vasco.
Tras
más de una decena de intentos de reconstrucción, la joven rumana se
puso en contacto con el equipo de Pedro Martínez Seijas (León, 1968),
máster en ingeniería biomédica y en cirugía oral y maxilofacial del
hospital Clínico Universitario de Santiago. La sanidad pública vasca
(Stefanache reside en Gipuzkoa) aglutinó el equipo médico y de
ingeniería que reconstruyó el paladar de la paciente con tejidos de las
mejillas y una prótesis biocompatible
que facilitó el implante de dientes. Siete años después, Stefenache
afirma sentirse “perfecta” y “feliz”: “Por primera vez pude sentir el
placer de morder una manzana. No siento nada extraño en mi cuerpo. Es
como si fuera la boca con la que tendría que haber nacido”.
Patricia
Martínez Zugasti, consultora informática de 51 años, corría el riesgo
de perder la vista por una tumoración benigna que le amenazaba el nervio
óptico. Pasó 10 años de pruebas y diagnósticos que concluían que no era
necesaria la intervención por el carácter no canceroso del hemangioma, crecimiento
anormal de vasos sanguíneos. Pero el avance empezó a sobrepasar los
límites de lo estético para afectar a las zonas de las que dependía su
visión. De nuevo, los avances de la biomedicina le permitieron recuperar la normalidad. “Si no fuera por la operación, no tendría una vida normal”, reconoce.
Martínez
Zugasti llegó a la intervención con tranquilidad. Toda la actuación se
había calculado al milímetro antes de abrir. Un modelo exacto de la zona
ocular de la paciente había sido reproducido exactamente en laboratorio
para planificar la operación antes de entrar en el quirófano.
“La navegación quirúrgica es como un GPS completo. Antes
teníamos el mapa del lugar de donde partíamos, pero no de todo el
recorrido. Ahora sabemos exactamente por dónde tenemos que ir y qué nos
vamos a encontrar”, resume Martínez Seijas. “Además, nos permitió
realizar toda la intervención en tres horas en vez de las 10 que hubiera
necesitado sin las técnicas biomédicas aplicadas”, añade.
La
biomedicina, que investiga el funcionamiento de un organismo o de un
tejido agrupando procesos biológicos, químicos y físicos, avanza con un
horizonte objetivo: la creación de órganos. El sueño de una persona
parcialmente biónica, con prótesis y procedimientos tecnológicos que sustituyan o ayuden a las funciones naturales, aún está lejos. Pero los avances permiten pensar en un futuro en el que se puedan implantar órganos creados artificialmente.
Un
equipo del Massachusetts Institute of Technology (MIT) Media Lab, el
Wyss de la Universidad de Harvad y el centro de cáncer Dana-Farber han
conseguido desarrollar un método mediante impresión 3D que permite
incorporar células vivas a prótesis y compuestos terapéuticos, según una
investigación recogida en Advanced Functional Materials.
Rachel
Soo Hoo Smith, una de las investigadoras, lo describe como “materiales
vivos híbridos”. Según explica en la referencia del estudio, son
productos químicos que “actúan como señales para activar ciertas
respuestas en microbios biológicamente diseñados que muestran colores
específicos o fluorescencia en respuesta a las señales químicas”. El
objetivo es crear herramientas o dispositivos que incorporen elementos
biológicos vivos, cuyo comportamiento sea predecible y que sea posible
su fabricación a escala industrial. Esta técnica permite diseñar objetos
con superficies biológicas que pueden programarse para responder de
manera específica a estímulos particulares como la luz o la temperatura o
señales químicas.
Investigadores de la Universidad Carnegie Mellon han publicado en Science
un avance de la tecnología Freeform Reversible Embedded of Suspended
Hydrogels (FRESH), que permite imprimir colágeno en 3D para construir
componentes del corazón humano. “Ahora tenemos la capacidad de fabricar
elementos con propiedades estructurales, mecánicas y biológicas clave de
los tejidos nativos", afirma el profesor Adam Feinberg, investigador
principal del Grupo de Biomateriales y Terapéuticos Regenerativos de
Carnegie Mellon, donde se realizó la investigación.
"Todavía
hay muchos desafíos que superar para llegar a fabricar órganos 3D con
bioingeniería, pero esta investigación representa un gran paso
adelante", afirma Feinberg.
Otro equipo de investigadores de la Universidad de Minnesota
ha conseguido, por primera vez, imprimir en 3D receptores de luz en una
superficie hemisférica, según un estudio publicado también en Advanced Materials.
"Los ojos biónicos generalmente se consideran ciencia ficción, pero
ahora estamos más cerca que nunca tras usar una impresora 3D
multimaterial", ha afirmado Michael McAlpine, coautor del estudio.
“Estamos
en fase de evolución e innovación. Pero aún quedan unos 15 años para la
revolución que supondrá la creación de órganos biónicos. La parte más
factible es la creación de sistemas bioeléctricos [procesos eléctricos
que experimentan los seres vivos]. Los avances con exoesqueletos son una
fase previa”, afirma el experto español en biomedicina Martínez Seijas,
quien prevé un futuro en el que los trasplantes no dependan en
exclusiva de las donaciones.
“Por el momento, no es el
bálsamo de Fierabrás. La impresión de órganos en 3D es una tecnología
limitada por ahora para casos muy concretos. Pero ha llegado para
quedarse”, asegura el médico leonés, quien advierte que, en cualquier
caso, todo avance tecnológico debe tener como meta la salud de las
personas y que nunca sustituya la relación entre el médico y paciente,
principio y fin de la medicina." (Raúl Limón, El País, 28/02/20)
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