"Se acabó pagar por llevar una maleta extra. Gafas, zapatos, joyas,
vestidos, regalos… Pronto podremos enviar ropa y accesorios como archivo
adjunto en un correo electrónico, para –en el destino– descomprimir el
equipaje con una impresora 3D.
Es lo que augura el creador japonés Zhang
Hongyu, quien en la pasada semana de la moda de Shangái presentó trajes
de baño confeccionados con estas máquinas. «En el futuro, los clientes
podrán mandar por e-mail los modelos y fabricar in situ la prenda
conforme a las dimensiones de su cuerpo», comenta.
Estamos ante el
cambio del listo para vestir al listo para imprimir, como demuestra el
diseñador industrial Francis Bitonti, quien ha desarrollado dos vestidos
que pueden descargarse de forma gratuita en el portal Thingiverse.
Estas piezas, bautizadas como Bristle y Verlan, son complejas
creaciones para las que hay que invertir 160 horas de impresión en la
primera y 400 en la segunda, además de 135 y 40 horas de montaje
respectivamente.
«Lo más emocionante de estos patrones es que demuestran
que las nuevas tecnologías pueden ser versátiles y artísticas», dice
Bre Pettis, consejero delegado de la casa MakerBot, que acaba de
presentar Replicator 2 para el hogar (a partir 1.450 euros). Esta firma
domina el mercado, seguida por Reprap, que también ofrece modelos para
particulares.
En la liga profesional, las más demandadas son 3D Systems y Stratasys,
con precios desde 90.000 euros. «Es fascinante ver cómo se utilizan
nuestros productos para llevar la moda a una nueva era», comenta Pettis.
Pero al margen de estos elaborados diseños, en Thingiverse, propiedad
de MakerBot, «hay joyas y complementos mucho más sencillos y rápidos de
fabricar», nos cuenta Gustavo Ferrari, fundador de la empresa madrileña
de StereoPrint.
A este portal le han seguido tiendas especializadas como
Recreus.com, en la que se venden los filamentos de colores que
funcionan a modo de tóner –desde 29 euros–, Shapeways.com o la española Phygora.com.
«Respecto a los archivos que están a la venta, el principal problema al
que nos enfrentamos es que no hay legislación que regule el copyright»,
asegura Carlos Escobar, cofundador de la web Impresoras3d.com.
«Es como
intentar controlar un documento de Word una vez está en la Red; pese a
tener derechos de autor, es muy difícil de limitar», dice Ferrari, quien
desde que fundó su empresa en 2008 ha visto cómo las peticiones han
aumentado un 400%. Repasando la lista de solicitudes que recibe, asegura
que la moda en 3D está en la Edad Media.
«Los diseñadores solo piensan
en crear armaduras, corazas, pecheras –con un costo de 3.000 euros–;
piezas que recuerdan a los diseños de alta costura de Iris Van Herpen… o
al vestido de Bitonti para Dita Von Teese, con el que no podía andar».
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