"Memorice esta cifra: 71 esclavos. Son los que
necesitaríamos cada español tan solo para proveernos de la energía que
consumimos. Me refiero, por supuesto, a cifras medias del total del país
que, además del consumo en los domicilios y otros edificios, incluyen
el de la industria, el transporte y otros usos.
La
cifra está calculada suponiendo que cada esclavo fuera capaz de
proporcionar 100 W de potencia de forma sostenida durante 12 horas
consecutivas todos los días del año. Si frecuenta una bicicleta estática
sabrá que subir de 70 W exige un esfuerzo en absoluto despreciable.
Piense por un momento en la logística para mantener tan ingente
cantidad de esclavos en su entorno: espacio, comida, reposición de
bajas... En seguida se dará cuenta de que nuestro planeta,
sencillamente, carece de los recursos necesarios para mantener esta
pesadilla. El número de habitantes del mismo tendría que ser tan grande
que no habría forma de alimentarlos.
¿Cree que es
casual que la súbita desaparición de la esclavitud en la segunda mitad
del siglo XIX coincidiera con el desarrollo, y consiguiente
popularización, de las técnicas de extracción y refino de petróleo? Sin
ellas y sin esclavos ninguna de las civilizaciones que hemos conocido
habría podido disfrutar del nivel de vida que alcanzaron. Y la nuestra,
claramente, es el máximo exponente de nivel de vida.
Llegados a este punto posiblemente reflexionará -con razón- que el nivel
de vida en España, medido en términos de consumo energético por
habitante, no es de los más altos del mundo. Efectivamente, cada alemán
necesitaría 103 esclavos y cada norteamericano, nada menos que 185,
debido principalmente al efecto del mayor consumo de energía de su
sector industrial.
Teniendo en cuenta que compramos a otros países buena
parte de los productos que consumimos, ciertamente deberíamos añadir a
nuestra propia energía la que ha sido necesaria para fabricarlos. (...)
Y he aquí que tenemos buenas noticias: nuestra cultura
ha sido capaz de desarrollar en tiempo récord sistemas de
aprovechamiento de energías renovables con una eficiencia notable y que,
además, son capaces ya en 2013 de competir en precio con los
combustibles fósiles a pesar de que éstos no incorporan en su precio
numerosos de sus indeseables efectos sociales y medioambientales.
En términos comparables, bastan 85 paneles fotovoltaicos (con una potencia de 21 kWp ocupando una superficie de unos 150 m2)
para sustituir nuestros 71 esclavos. Su coste de adquisición, hoy en
día, sin incluir instalación ronda los 11.000 euros cuando hace tan solo
cinco años superaba los 60.000.
De las cifras
anteriores quizás le sorprenda, por excesiva, la superficie requerida
por los paneles. Dado que es un argumento esgrimido recurrentemente por
los detractores de las renovables permítame que me detenga a analizarlo.
En primer lugar, estamos hablando de sustituir toda la energía
consumida en el país, no solo la del interior de los domicilios. De
hecho, el consumo eléctrico medio de una vivienda actualmente podría
cubrirse con tan solo 7 paneles –menos de 12 m2 y menos de 1.000 EUR de coste–; pero es que, en segundo lugar, España cuenta con cerca de 11.000 m2 de superficie total por habitante, de los que casi 2.000 m2
corresponden a áreas urbanas.
Es decir, bastaría en todo caso con
cubrir menos del 10% de la superficie urbanizada con paneles
fotovoltaicos para producir toda la energía consumida en el país. No
parece un obstáculo insalvable. (...)
Naturalmente el caso de la fotovoltaica es solo un
ejemplo del avance de la tecnología. Para un suministro energético
completo y eficiente habría que incorporar otras tecnologías renovables
tales como la eólica, la hidráulica, la termosolar, la biomasa, la
geotermia o las obtenidas a partir del mar.
Aunque, salvando la gran
eólica y la hidráulica, sus costes no son aún tan bajos como los de la
fotovoltaica, todas ellas están recorriendo de forma muy satisfactoria
su curva de aprendizaje, lo que nos permite ser optimistas con su
utilización masiva en el corto plazo.
Constatada la importancia del problema estamos en condiciones de valorar adecuadamente el momento que estamos viviendo:
por primera vez en la historia de la humanidad no solo es más
sostenible social y medioambientalmente, sino también más barato
disponer de la energía que necesitamos a partir de fuentes renovables.
Conociendo el enorme volumen económico asociado al sector de las
energías fósiles, es fácil imaginar que existan fuertes resistencias a
un cambio de modelo tan radical por parte de las empresas cuyo negocio
depende principalmente de la explotación de éstas.
La
situación alcanza el absurdo –paroxismo, dirían algunos– cuando en
pleno mes de julio de 2013 el ministro del ramo en España, el Sr. Soria,
enviaba una propuesta de regulación del autoconsumo eléctrico (en la
práctica, de la instalación de paneles fotovoltaicos para el
autoabastecimiento de electricidad) en la que, además de numerosas
trabas
administrativas, ideaba un cargo, primicia internacional,
denominado “peaje de respaldo” para toda la energía producida por los
paneles cuyo importe es un 27% superior al peaje que se paga actualmente
por la energía comprada a las compañías eléctricas. (...)" (Jorge Morales de Labra, el diario.es, 23/09/2013)
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