El resultado ya está aquí y se llama Stuxnet: un virus especificadamente diseñado para penetrar el software de la empresa Siemens que maneja las válvulas y sistemas con los que cuentan, entre otros, el programa nuclear iraní. Al parecer, el objeto de este ciberataque eran las instalaciones del Gobierno iraní en Natanz, donde están las centrifugadoras de uranio que tanto preocupan a la comunidad internacional.
¿Se trata de un intento de Israel u otros de penetrar el sistema para conocer el estado del programa nuclear iraní? ¿De un intento de colocar un virus durmiente para poder utilizarlo a posteriori? Lo desconocemos. Pero lo que sí que sabemos es que hay un antes y un después de Stuxnet.
La evidencia de que un virus introducido en un simple lápiz USB puede tener un efecto mucho más devastador que una bomba de 500 kilos dirigida por láser obliga a todos a pensar muy seriamente sobre el futuro. Es paradójico que mientras países como el Reino Unido deciden si mantener uno o dos portaviones y una flota de submarinos nucleares, la verdadera carrera de armamentos esté a punto de comenzar en el ciberespacio.
Estonia y Georgia ya sufrieron ciberataques en 2007 y 2008, respectivamente, con Rusia como sospechosa de estar en el origen. Lo mismo experimentó recientemente Google en China, con un ataque que se pudo trazar hasta algunos centros de investigación cercanos al Ministerio de Defensa chino. Hasta ahora, muchos Gobiernos miraban con cierto escepticismo este tema pero Estados Unidos acaba de crear un cibercomando e Israel dispone de la Unidad 8200, específicamente dedicada a la guerra cibernética.
Penetrar informáticamente la red eléctrica de un país y, literalmente, desenchufarlo, ya no es ciencia-ficción. Tampoco, para una organización terrorista, abrir las compuertas de una presa o interrumpir el tráfico aéreo de un país. Si estas capacidades son ciertas, su potencial destructivo es tan tremendo que pronto tendremos que comenzar a pensar en un tratado de prohibición de armas informáticas y, paralelamente, en cómo luchar contra el ciberterrorismo (de Estado o al servicio de grupos terroristas).
¿Es la informática una garantía de nuestra forma de vida o una amenaza potencial que debemos tomarnos muy en serio?" (JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA: Gérmenes. El País, internacional, 08/10/2010, p. 12)
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