"El pasado sábado mantuve una conversación ‘telefónica’ muy animada con
un robot. Fue durante una presentación para inversores que se hizo en
la zona del Silicon Docks
de Dublín en conexión con el MIT de Boston.
Participaron un buen número
de sorprendidos amantes de la inversión tecnológica. En mi caso, el
engendro, bromeó con alguna palabra en castellano incluso. Te descoloca a
la vez que te emociona. Te la impresión que estamos cerca de dejar ser
la especie más inteligente del planeta.
No era el caso de este, pero en algunos especímenes, componen música
en un minuto, hablan como nosotros con errores que generan confianza,
bromean pues eso abraza la humanidad y tienen su propia ética que se
compone del análisis de la nuestra mientras no puedan, o quieran, ir
pariendo la suya.
Hablando con los técnicos que hicieron posible la conexión, éstos
afirmaban tomando el café, que si nos confesaran lo que ahora mismo ya
son capaces de hacer algunos de sus desarrollos en materia de
inteligencia artificial nos asustaríamos.
Te dicen, sin mirarte a los
ojos y removiendo la cucharilla del café, que no estamos preparados para dar el relevo a otra especie superior, a un símil de post humanidad inminente. De momento, dicen, les vamos a ir dando trabajo. Luego ya veremos que hacemos.
La mayoría de los últimos avances en inteligencia artificial,
como aplicaciones móviles que convierten la voz en texto son el
resultado de aprendizaje de una máquina con enormes conjuntos de datos
para buscar patrones. Sin embargo, el avance actual radica en hacer que
las aplicaciones de aprendizaje se basen en lago llamado ‘lenguajes de
programación probabilísticos’, que permiten a los investigadores mezclar
y combinar técnicas de aprendizaje automático.
Investigadores del MIT han demostrado las máquinas están aprendiendo a aprender.
En un lenguaje de programación probabilística, el trabajo pesado se
realiza por el algoritmo que reajusta continuamente probabilidades sobre
la base de nuevas piezas de datos del entrenamiento previo.
Digamos,
para entendernos que esa rama de investigación tiene como objetivo
resolver todas las tareas que precisa un ordenador para entender el
mundo tal y como nosotros lo vemos, sus dimensiones, complejidades y
relaciones.
El 19 de febrero de este mismo año fue presentado en España un tal Watson,
el ordenador más inteligente del mundo. En aquella ocasión, en la sede
de IBM se hizo una demostración que consistió en una conversación en
lenguaje natural sobre la adquisición corporativa sugerida por parte del
robot a un hipotético consejo de administración.
Nada nuevo sin embargo por muy rebuscado que parezca. Como aquí dijimos, ya hay diversos ‘robots’ dirigiendo alguna empresa del mundo.
Ya están sentados en los consejos de administración tomando decisiones y
no tanto ayudando a tomarlas como se creería en un primer instante.
Vamos a tener que convivir con ellos. Seguramente habrá de muchas formas y modelos, unos simplemente serán brazos armados que prepararán
el almuerzo, otros simplemente un software que ‘hablará’ con nosotros
paseando por tu casa acerca de cómo ha ido el día en tu ausencia, otros
conducirán taxis, otros llevarán tus encargos de la compra a tu casa,
otros darán las noticias en televisión sin presentadores, otros
limpiarán los despachos y, finalmente, llegarán los que tendrán un
aspecto más o menos humanoide con los que será más fácil interactuar en
situaciones más cercanas.
Y no es algo tan lejano. Ya llega. La inteligencia artificial está
mucho más avanzada de lo que el público en general piensa. Si supieramos
donde se encuentra todo esto, no daríamos crédito. Como en todo, nos
llegará, será disruptivo y lo digeriremos con cierta naturalidad. De ver
a ese tal ‘Watson’ ganar un concurso televisivo en 2011 a lo que ahora es capaz de hacer hay años luz.
Ya no es tanto que sea capaz de analizar datos, es factible observar
en su funcionamiento un cierto grado de ‘razonamiento’. De hecho pocos
saben que Watson ya no es una máquina gigantesca que está en algún lugar
para uso y disfrute de sus programadores. Ahora es un rentable
trabajador multitarea de la multinacional IBM. Empresas del Ibex35
españolas y 25 empresas más de otros países utilizan a Watson como
tecnología comercial accesible pues ahora está ‘en la nube’.
Watson habla varios idiomas, delicados y modernos por cierto. Es la
primera computadora capaz de aprender a medida que trabaja y acumula
información que puede interactuar con el ser humano en un lenguaje
natural.
Es decir, un paso desde ‘el mundo de los ordenadores que
sólo entienden el lenguaje de programación, hacia un nuevo paradigma en
el que las máquinas pueden alimentarse de lenguaje hablado’. Este
‘bicho’ se siente cómodo hablando como los humanos. Lee libros,
centenares al día. Escucha la televisión, conversaciones, películas. Tiene datos de cómo somos y como nos gusta ser tratados. Aprende de ello y se adapta.
Según el MIT, estamos a muy poco de dar el salto definitivo. De
momento las máquinas ‘inteligentes’ sólo analizan datos como lo hace un
humano, se basan en estructuras de datos que gestionan, ordenan y
procesan. El salto se producirá cuando técnicamente sean más
inteligentes que nosotros.
Ahora son como nosotros pero más rápidos.
Nada más. El eterno debate sobre si ‘piensan o no’ cada vez es más
obsoleto pues pensar no deja de ser un proceso gigantesco de datos y un
cruce de probabilidades, por lo que a la pregunta, ¿el ordenador más inteligente del mundo piensa? La respuesta ya es sí.
Pero, ¿para que queremos ordenadores que piensen? En todo caso lo que
queremos es que hagan algo que nosotros no podemos hacer o hacemos mal.
Es lo mismo que un brazo armado, un robot físico. Lo queremos para que
haga cosas que nosotros ya no podemos alcanzar.
Cuando estos ordenadores inteligentes, pensantes, entren en Internet e
interactúen con los usuarios aprenderán aun más de ellos. Son
insaciables, les encanta saber cada vez más. Watson,
sin ir más lejos, no da la misma respuesta a la misma pregunta siempre
pues en realidad no la busca en una base de datos ni en el cruce de
estos, los grandes computadores pensantes, lo que hacen es aprender y
hacerse cada vez más inteligentes y modificar, si es necesario, sus
respuestas a la misma cuestión. Incluso, si lo ve preciso, mentir.
De todos los elementos donde la inteligencia artificial tiene un
aspecto para mí más interesante es en la medicina. La idea es utilizar
la inteligencia artificial para poder mejorar los diagnósticos y ofrecer mejores terapias a cada paciente,
de una forma personalizada. El caso de Watson concretamente es también
un ejemplo.
El figura se ha leído más de 20 millones de publicaciones
científicas y ha establecido conexiones entre todo ello. Si le damos a
ese, u otros ordenadores toda nuestra información genética a título
personal, podemos estar ante curas hasta la fecha totalmente
inalcanzables.
Hace mucho, desde que a finales de hace dos siglos Ada Lovelace creara una cosa parecida a un programa informático, hemos puesto rumbo la post humanidad
y nos hemos preguntado siempre cómo lograremos hacer pensar, si es que
es factible, a una máquina. Ese estadio posterior a que el género humano
no sea la especie predominante en esta tierra de ‘reyes’ efímeros. Al
fin y al cabo, hace muy poco que estamos aquí y nos creemos los reyes
del mambo.
Estuve pensando que le podía preguntar a un robot durante días. Sólo
podía hacer una o dos. Finalmente el pasado sábado le cuestioné: ‘What do you think about the human race?’ su respuesta fue, ‘sometimes I think that you aren’t intelligent’.
Se refería a noticias que ‘lee’ acerca de decisiones que tomamos los
humanos que nos llevan a desastres o que, incluso, por ser demasiado
‘humanos’ dejamos que pase. Tal vez se refería a eso, o tal vez no.
¿Quien sabe lo que hay en la mente de un ordenador?" (Marc Vidal, 20/04/2015)
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