"La industria textil es, sin duda, una de las que más ha crecido y
evolucionado a lo largo de los años, fundamentalmente debido a la
disponibilidad de mano de obra barata para unos procesos
fundamentalmente manuales.
El fenómeno del fast fashion,
apoyado en costes de producción unitarios muy bajos, redujo los ciclos
de producción y cambió la industria como la conocemos: a lo largo del
tiempo, hemos visto cómo las marcas europeas y norteamericanas
desplazaban su producción a Asia y desarrollaban la economía de países
con abundancia de mano de obra barata, que a su vez iban elevando
progresivamente sus costes de producción. (...)
El momento actual, sin embargo, está viendo la aparición de dos tendencias: por un lado, compañías como Crystal Group, que fabrica para marcas como H&M, Gap, Uniqlo o Victoria’s Secret, que afirma no apostar por la automatización, y seguir optando por la mano de obra barata en lugar de la robotización. Por otro, empresas como Mohammadi Group,
un gigante que ha ido diversificando su actividad y adquiriendo
maquinaria cada vez más sofisticada, y que progresivamente está
incorporando robotización y automatización.
Los nuevos robots de
producción textil son cada vez más capaces de hacerse cargo de tareas
que, hasta hace muy poco, eran consideradas intrínsecamente humanas.
Compañías como Softwear afirman
ser capaces de fabricar una camiseta en 2.5 minutos, eliminando el
trabajo humano en un 90% y obteniendo el doble de productividad por
turno, con tecnologías cada vez más optimizadas.
¿Cuáles son las consecuencias de la progresiva automatización de un trabajo como la producción textil?
A medida que la tecnología mejora e incrementa sus posibilidades, nos
disponemos a ver un desplazamiento en los hábitos de la industria,
habitualmente criticada de manera ampliamente demagógica por su recurso a
la mano de obra barata, pero que, por otro lado, ha contribuido de
manera fundamental y sustantiva al desarrollo económico y la generación
de riqueza en los países en los que tenía lugar.
Los analistas estiman
que la economía de Bangladesh precisa de la creación de unos dos
millones de puestos de trabajo si quiere mantener su ritmo, y que la
industria textil es, desde hace tiempo, el principal motor económico
susceptible de generar esos empleos.
Sin embargo, según datos del Banco
Mundial, el ritmo de creación de puestos de trabajo ha caído desde los
aproximadamente 300,000 al año que se creaban entre 2003 y 2010, hasta
situarse en torno a los 60,000. El desfase, sin duda, es fruto del
crecimiento de la automatización: entre 2013 y 2016, las exportaciones
se incrementaron en casi un 20%, pero el crecimiento del empleo no fue
lineal, sino que creció tan solo en un 4.5% en ese mismo período.
Al
tiempo, esos procesos de automatización sirvieron para que los
trabajadores viesen disminuidas sus posibilidades de reclamar mejoras en
sus condiciones: cuando la conflictividad se ve incrementada, los
fabricantes simplemente optan por automatizar. Según algunos analistas,
si la economía del país no es capaz de ofrecer posibilidades laborales a
los jóvenes, la presión social podría crecer notablemente y convertirse
en insostenible.
Por otro lado, al disminuir la necesidad de mano de obra barata, las marcas textiles podrían evolucionar hacia modelos de repatriación de la producción en países desarrollados,
posiblemente e sus propios países de origen, haciendo frente así a
demandas sociales que posiblemente verían con buenos ojos una creación
de valor más sofisticada y más centrada en la proximidad, al tiempo que
podrían plantearse modelos logísticos más optimizados.
La reciente adquisición de Body Labs por parte de Amazon
podría marcar la posibilidad de que, cada vez más, los sistemas de
tallaje evolucionasen para reflejar las dimensiones reales del cuerpo de
los usuarios, y llegásemos a un momento en que prendas de ropa con un
precio relativamente barato pudiesen ser fabricadas completamente a medida y con un nivel de dependencia de procesos manuales cada vez más reducido.
La industria textil podría estar convirtiéndose en un
laboratorio de tendencias de cara a un futuro cada vez más dominado por
máquinas que se hacen cargo de la producción en procesos que, hasta hace
muy poco, nadie parecía querer invertir en automatizar.
Pronto,
empezaremos a ver marcas incorporando este tipo de estrategias en sus
planes de producción, en su comunicación o en sus prácticas de
responsabilidad social corporativa, con todo lo que ello conlleva: un
espacio que no ha estado en absoluto exento de cambios a lo largo de las
últimas décadas, que ha visto surgir enormes imperios económicos, y que
podría experimentar una enorme evolución en el futuro, con
consecuencias que llegarían al ámbito de la geopolítica y la economía
global. (...)" ( Enrique Dans, 04/03/18)
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