"En las afueras de Madrid hay un lugar que guarda cinco máquinas
capaces de replicarse a sí mismas. (O casi… porque pueden producir
prácticamente la totalidad de sus componentes). Estas impresoras 3D
pertenecen a los cuatro individuos que han convertido ese espacio en el
bar fablab La nave.
Allí se reúnen, desde hace tan solo unos días, para
“investigar, de forma distendida, algo que parece que va a cambiar el
mundo”. Es lo que piensa Juan Manuel Amuedo de la impresión 3D y no se
aleja nada de lo que dice de ella la prensa: “segunda revolución
industrial”, “nueva revolución digital”, “economía post-capitalista”.
Las cinco máquinas fueron construidas por Amuedo, Fernando Salceda, Pablo Clemente y Julio Galarón para imprimir en 3D o, como aclara el primero, realizar “fabricación aditiva”. “Ese concepto es más exacto que impresión 3D”.
Este tipo de fabricación se basa en construir un objeto en tres
dimensiones con un programa informático. “Tienes una idea, la diseñas en
3D, la pasas a un formato STL y después lo llevas a un software que lo
lonchea en capas”.
Un ordenador conectado al dispositivo transmite esta información para
que el filamento de la máquina vaya depositando material modelable, en
forma de capas, hasta construir el objeto. El material que utilizan las
impresoras de La nave es uno de los más comunes en la fabricación
aditiva: el polímero ABS.
“Es un termoplástico reutilizable, que se
funde y se puede volver a utilizar para construir otra pieza”, explica
Julio Galarón. “A veces usamos también el termoplástico PLA”.
La fabricación aditiva se utiliza en grandes industrias, como la
automoción o la aeronáutica, desde hace décadas. “Es una alternativa a
la fabricación sustractiva [extracción de material para generar la pieza
final]”, explica Almuedo (aka Colepower).
La llamada impresión 3D
empezó a seguir los pasos de los ordenadores. La máquina gigante e
inaccesible para un particular se está haciendo más pequeña y más
alcanzable. Pero aún queda mucho camino para que este dispositivo sea un
imprescindible en los hogares, como es hoy el ordenador.
En esta meta, Adrian Bowyer
dio un paso gigante, en 2005. El ingeniero y matemático intentó crear
una máquina que pudiera imprimir la mayor parte de sus componentes para
que pudiese replicarse sin depender de ninguna compañía. Era la forma de
dar un empuje definitivo a la expansión de esta tecnología. Algo así
como la reproducción por esporas pero aplicada a la tecnología.
El británico creó el proyecto RepRap
(replicating rapid prototyper) basándose en la filosofía Open. Toda la
información de las impresoras que van creando está publicada en abierto y
los diseños tienen licencia libre (GNU General Public License).
La
primera es de 2007 y se llama Darwin. Dos años después inventaron Mendel
y en 2010 nacieron Prusa Mendel y Huxley. Todas tienen nombre de
biólogos en referencia al cometido del proyecto: ‘el sentido de RepRap
es replicar y evolucionar’. La clonación se puso en marcha y, según
Amuedo, desde 2009 han surgido “miles de modelos mejorados”.
Una máquina que es capaz de clonarse a sí misma es la forma más
práctica de lograr un crecimiento exponencial. “RepRap pretende que las
impresoras 3D se expandan de forma rápida y barata”, comenta el
informático, que se denomina a sí mismo ‘un papi preocupado por la
educación de su hija’.
“En La nave también queremos inocular el virus de
la impresión 3D entre muchas más personas”.
En Madrid, el doctor de robótica Juan González (Obijuan) inició el proyecto Clon Wars. El profesor de la Universidad Carlos III creó su propia impresora y la llamó R2D2.
“Obijuan construyó la impresora Mother para que hubiera una primera que
imprimiese las piezas de otros clones”, relata el fundador de La nave.
“El primer clon de Mother nació a principios de 2012 y a finales de año
ya había más de 120 clones. Además, han surgido cuatro variantes”.
R2D2 fue el origen. Después llegaron las sagas. “Cada máquina tiene su propia dinastía.
Está formada por sus hijos y por la relación que tienen todos los
clones”, explica el experto informático. “Nos divertimos viendo cómo se
comportan las dinastías. Es una forma de hacer más motivadora la
fabricación de nuevas impresoras 3D”.
En La nave también hay estirpes. Las impresoras se llaman Uterus (la
máquina de Colepower), Renovatio (de Julio Galarón), Paclemaker (de Pablo Clemente),
Tie Fighter y Death Star (estas dos últimas, de Fernando Salceda).
Uterus es hija de R2D2 y madre de Renovatio, y Death Star es madre de
Tie Fighter.
“A veces se producen aberraciones biológicas. En La nave, por
ejemplo, cuatro impresoras [Death Star queda fuera porque se encuentra
enferma] serán madres de otras cuatro que estamos creando”, indica.
“Otras veces se pueden producir reencarnaciones. Una hija de R2-D2
imprimió varias piezas para que, al morir, naciera una nueva”.
En la actualidad es posible crear una impresora de este tipo por unos
500 o 600 euros, de acuerdo con el experto informático. La suma de los
componentes para crear las que hay en La nave no va más allá de 350 o
400 euros.
“Tenemos mucho interés en descubrir la cantidad de nichos que van a
nacer a partir de esto”, apunta Amuedo. “Estamos investigando para
hacerlas cada vez más autónomas. La idea es que, al final, todos
tengamos estas máquinas en casa. Esto es una prueba. Queremos que La
nave ayude a que la gente entienda cómo están hechos estos dispositivos y
se animen a construir los suyos”. (Noticias de hoy, 21/02/2013)
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