"La experiencia de red nos enseña entonces a renunciar al control.
Si estás de acuerdo con la libertad de expresión, alguien puede
llevarte la contraria. Si participas en una asamblea horizontal, quizá
no se haga lo que tú quieres. Pero estás contribuyendo a una lógica y
una cultura superior.
Pues con la red pasa igual: es una lógica y una
cultura superior, aunque pueda revertirte algo que no te guste. La
lógica de poder y control, que define la política de los políticos, es
lo que amenaza con echar a perder el mundo.
Vamos con la segunda característica de la experiencia de red: incontrolabilidad.
Me refiero a que la inteligencia de una red está en cada uno de los
nodos que la componen. Por eso se habla de inteligencia colectiva.
Creer en la red significa confiar en la inteligencia de los nodos,
querer su autonomía. Reconocer la autonomía y la inteligencia de lo que
no eres tú.
Y esa confianza que das te vuelve, porque vives con la
confianza de que otros que no son como tú están trabajando por cuidar y
sostener lo que es común a todos. Entre todos cuidamos de todo, es muy
distinto a que unos pocos velen por la totalidad.
Explícame mejor la diferencia.
En una red no hay un lugar central desde donde veas todo. No está
hecha para ver todo. Las prácticas de los movimientos sociales aún
funcionan demasiado con esa idea de totalidad: la asamblea se percibe a
sí misma como un centro de la autoorganización, el militante se siente
a sí mismo como responsable de todo, etc. Son prácticas muy potentes,
pero pagas el precio de la simplificación porque sólo funcionan en
condiciones de homogeneidad.
Y donde no hay complejidad no hay vida,
eso enseña la ciencia. Internet nos está educando en otra experiencia,
donde no hay centro ni todo, vanguardia ni retaguardia. Wikileaks no va
por delante de la plataforma por José Couso ni por detrás. No se trata
de ir delante o detrás, sino de hacer red.
¿Y cómo se hace red?
Hacer red pasa por vaciar el centro y reconocer la inteligencia y la
autonomía de los extremos. Hacer red es poner en contacto a otras
personas entre sí, colaborar con desconocidos y diferentes.
Hacer red es
compartir los procesos, no sólo los resultados, y reconocer las
contribuciones de los demás. Hacer red, en definitiva, es ser generoso,
pero no sólo con los de tu propia cuerda, sino con el 99%.
En Internet no hay centro, pero sí hay referencias muy importantes, ¿no?
Hay liderazgos, sí, y personas muy influyentes. Pero su poder es muy
diferente del poder de una burocracia sindical, por ejemplo. Es un poder
sin poder. Por decirlo en el estilo de los zapatistas: “mandan
obediencendo”. Recordemos el “Manifiesto por los derechos fundamentales en Internet”.
Lo escribieron una serie de blogueros, tuvo una repercusión enorme en
las redes sociales y la ministra Sinde les llamó para hablar o
negociar. Los que fueron a aquella reunión son gente de mucho prestigio
en Internet, pero si tienen ese prestigio es precisamente porque son
capaces de ir a decirle a la ministra lo que se decía en Internet. A mí
eso me parece muy bien, tenían toda mi confianza aunque nadie les
hubiese votado.
Su discurso era muy incluyente, como el propio
“Manifiesto...”. Y si a uno de ellos se le hubiesen subido los humos a
la cabeza y hubiese negociado no sé qué con la ministra, el 99%
organizado en red se habría encargado de fulminarlo en menos de 24
horas. En una red puede haber representación sin cesión de soberanía.
Nada que ver con la dirección de un sindicato.
Todos los nodos son iguales, pero hay unos más iguales que otros.
Cierto. Internet no está hecha para la igualdad y eso acarrea riesgos y
problemas. Yo siempre pongo el siguiente ejemplo: si hay un incendio,
podemos actuar de varios modos. O consensuamos en asamblea cómo
organizar la evacuación, o nombramos un coordinador que la organice y le
obedecemos...
O sálvese quien pueda. Internet es un sálvese quien
pueda. Se asume que todo el mundo tiene la inteligencia para decidir
cuál es la mejor opción para sí y que tiene autonomía para ejecutarla.
Pero si hay gente en silla de ruedas, ancianos o niños, pues a lo mejor
se mueren. Un “sálvese quien pueda” no garantiza el salvamento de todo
el mundo. En Internet no todos somos iguales: hay distintos grados de
cultura, de conectividad, de tiempo, etc.
Hay desigualdades enormes.
Internet no está hecha para que deje de haber desigualdades, no le
pidamos lo que no nos puede dar. Pero sin embargo, no podemos luchar
contra las desigualdades sin Internet, ya que éste produce cambios en la
distribución del poder que está produciendo esas desigualdades, y
podemos aprovechar esos cambios en un sentido liberador. Esa es la
paradoja.
Hablas de que la tercera característica de la experiencia de red es la apertura.
Las comunidades que funcionan en red no son cerradas y excluyentes.
Puedes conectarte y desconectarte. Y no sólo eso: puedes conectarte y
desconectarte a varias a la vez. Recuerdo las manifestaciones del
movimiento antiglobalización: había que elegir entre ir con los
noviolentos o con los que practicaban guerrilla urbana. Eso no se da en
Internet.
Puedes participar en el movimiento por la cultura libre y
también en una acción de Anonymous. En Internet hay abundancia, no
escasez. Puedes tener identidades múltiples. Puedes ser disidente de tí
mismo. Hay una componente de anonimato que lo hace posible: es más
fácil tener siete identidades paródicas en Twitter que ir a una
manifestación con disfraz de payaso.
Tiene menos costes, menos riesgos,
pero no es menos real ni menos útil. Esa experiencia nos puede ayudar a
imaginar formas de participación política más abiertas y flexibles.
¿Pero con esas formas flexibles de compromiso es posible construir algún tipo de organización?
Claro que sí. Hoy se oye decir por todas partes: “es necesario organizarse”. Y yo estoy de acuerdo, pero también hay que reimaginar
la organización: una organización dispersa, con muchos canales y muchas
capas. Internet puede servirnos de inspiración. Nos permite pensar la
organización en términos de circulación. Y la articulación en términos
de comunicación.
La ubicuidad y disidencia de que hablábamos antes
también construyen organización: los arcos entre los nodos son las
personas que circulan. Ese compromiso flexible que dices también aporta a
su modo.
Por ejemplo, puedes estar sin demasiado compromiso en una
lista de correo pero mandar información, sacarla, moverla. Las acampadas
como idea de organización no surgieron de un grupo muy sesudo o muy
militante, sino de la comunicación.
¿Qué quieres decir?
¿Cómo es posible que en cuestión de dos o tres días afloraran decenas
de acampadas idénticas por todas partes? Aquello parecían las vainas de
la invasión de los ultracuerpos. En serio, lo que sucedió es increíble
y aún no lo hemos pensado ni entendido.
¿Cómo se copió la idea?
Teníamos la imagen de la Plaza Tahrir, pero ¿por qué prendió esa imagen
y no otra? Hay algo personal, afectivo, emocional, inconsciente muy
fuerte funcionando ahí. Una corriente sensible de empatía. Un flujo de
comunicación desconocida e incontrolable que crea diálogo político sin
pasar por los lugares codificados como políticos.
De Tahrir a Sol, de
Sol a Syntagma, de Syntagma a Zuccotti... Se ha creado un movimiento
internacional sin internacionales, es alucinante. Pero no es un
movimiento espontáneo. En nuestro día a día las ideas circulan, nos
sentimos parte de algo común, nos reconocemos en horizontes compartidos,
no tiramos cada cual por su lado.
Ya estamos organizados. Lo que pasa es que no sabemos cómo. Y quizá sea mejor que no lo sepamos, para que nadie puede controlarlo.
Durante toda la entrevista has usado la palabra “inspirar”. Dices que
Internet puede servirnos de “inspiración”. ¿Por qué utilizas esa
palabra?
Esto es muy importante. Internet
nos puede inspirar, pero no se puede calcar porque el mundo material y
el inmaterial son dos físicas diferentes. Cada una con sus leyes. Una
cosa, por ejemplo, es una manifestación en la calle y otra muy distinta
un swarming (“enjambre”) para ciberbloquear una
web.
En la manifestación hay cuerpos, los cuerpos ocupan un espacio, se
cansan, se pueden dañar. En una manifestación te puedes quedar sin ojo
y en un ciberbloqueo no. No son diferencias menores. Pero después de
haber vivido un swarming quizás desees otro tipo
de manifestación, donde no todo esté previsto de antemano, donde se
requiera la activación de la gente sin forzarla, donde el sentido se
construya entre todos sobre el terreno.
A este tipo de inspiración me
refiero. Recuerdo manifestaciones de la V de Vivienda
que fueron bastante así. Hay mucho que experimentar aún en esos
modelos híbridos entre el mundo de los bits y el mundo de los átomos.
¿Entonces el cambio social no puede venir sólo de Internet?
No, tiene que hacerse con los cuerpos. Hay que salir a la calle a
manifestarse, hay que conseguir comida para quien no tiene, parar
desahucios, proteger a los sinpapeles... Y también hay que experimentar
la potencia del encuentro físico, como comprobamos todos el 15-M. Esa
alegría...
Lo que nos da Internet es otra experiencia del mundo. Una
experiencia gozosa de abundancia, cooperación, creatividad, autoría...
Creo que esa experiencia influyó en que mucha gente fuese a las plazas y
no viese al otro simplemente como alguien que te pisa o molesta, sino
como un cómplice potencial.
La experiencia de red es un poco como el
LSD en los años 60: una experiencia distinta, irreal pero real, que
permanece en tu memoria porque lo que has experimentado lo has
experimentado realmente: la capacidad de conversar con desconocidos, de
traspasar fronteras, de autotransformarte, de crear con facilidad, etc."
(Entrevista a Margarita Padilla, hacker y autora de El kit de la lucha en Internet, Eldiario.es, blogs, 10/01/2013)
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