8/1/09

La sociedad del conocimiento

"Esta exigencia generalizada de innovar se debe a que un largo proceso de diferenciación y profesionalización ha configurado instituciones que están especializadas en producir sistemáticamente innovaciones. Mientras que la innovación pre-moderna era concebida como desviación, exorcizada como heterodoxia o tolerada como genialidad, las sociedades modernas se constituyen institucionalizando la producción de novedad. Sin este proceso no podrían entenderse realidades que nos son tan constitutivas como la conciencia, el gusto o la libertad política. (...)

Propiamente hablando, la creatividad y la innovación son algo que no puede exigirse ni producirse de una manera decisionista. Lo que está a nuestro alcance es crear las condiciones necesarias, aunque no suficientes, en las que puede surgir y evitar las rutinas o restrictores que la imposibilitan radicalmente.

En esto, la formulación negativa es la más socorrida, pero también la más razonable teniendo en cuenta el carácter impredecible de lo que se quiere favorecer. Porque la creatividad, que es el presupuesto básico de la innovación, no puede ser forzada, ni tiene sentido determinar previamente que innovación se debe conseguir. Parece mucho más lógico plantearse la cuestión de bajo qué condiciones aumenta la verosimilitud de que se realicen innovaciones y crear esas condiciones. (...)


Los procesos de innovación no son sólo procesos económicos, sino que tienen lugar en un amplio contexto de realidades institucionales, estructurales y políticas, que a su vez interactúan en espacios regionales y supranacionales.

Las fuerzas económicas no son suficientes para "institucionalizar" la innovación. Es indudable que los poderes públicos tienen a su disposición una capacidad configuradora que favorece la innovación, en la cultura, en la sociedad civil, en las organizaciones y las instituciones. La cuestión sería entonces qué condiciones estructurales hay que propiciar para para que haya un clima favorable a la innovación.

Entre estos factores que favorecen la innovación están determinados elementos culturales, que en parte puede propiciarse con las políticas públicas y en parte se deben a procesos que se inscriben en el largo plazo. Podría sintetizarse esa cultura en la idea de una sociedad abierta al aprendizaje, capaz de cuestionar sus certezas, evidencias y rutinas, de afrontar el efecto desestabilizador que todo ello supone. Los sistemas y las sociedades que se orientan por el aprendizaje ganan la partida frente a los que solo aprenden con dificultad y prefieren decirle a la realidad cómo debería ser.

La llamada sociedad del conocimiento o del aprendizaje es un tipo de sociedad que no compite tanto por recursos materiales como por las destrezas que tienen que ver con el saber en un sentido muy amplio. La innovación consiste, de entrada, en la capacidad de distanciarse de las propias rutinas, de lo sabido, de los estereotipos y tener la capacidad de no contentarse con lo adquirido.

La innovación que resulta de estar en disposición de aprender es un imperativo general, un valor que afecta tanto a la organización empresarial como al modelo de convivencia que hemos de diseñar, tanto a las formas de expresión en el mundo de la cultura como a las políticas públicas." (DANIEL INNERARITY: La Europa de la creatividad. El País, ed. Galicia, Opinión, 04/01/2009, p. 21)

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