Las marchas, manifestaciones y protestas callejeras son tan antiguas como la política misma, así que el hecho de que una muchedumbre salga a la calle a promover el cambio político, protestar, apoyar a su gobierno o tratar de derrocarlo no tiene nada de nuevo. Lo que es nuevo e interesante son las formas de convocatoria, organización y coordinación en las que se apoyan estas manifestaciones callejeras y los grupos que en ellas participan.
Estrada, el ex presidente filipino, se quejó de que fue derrocado no por un golpe de Estado sino por lo que él llamó "un golpe de texto". Cientos de miles de personas, muchos de ellos jóvenes sin militancia política pero descontentos con su gobierno, se coordinaban entre sí a través de mensajes de texto enviados desde sus teléfonos móviles. Y los mensajes de texto como instrumento de coordinación política se han convertido en un fenómeno mundial. "Ven con camiseta blanca y manos pintadas de blanco a las 10 de la mañana", decía uno de los mensajes que se expandían como un virus entre los teléfonos móviles de los estudiantes venezolanos opuestos al Gobierno de Hugo Chávez. Y, en efecto, decenas de miles de jóvenes aparecían ese día con camisetas blancas y las manos pintadas de blanco, coordinando ágilmente sus movimientos por la ciudad a través de mensajes instantáneos. En abril del 2006, Gyanendra, el entonces rey de Nepal, ordenó la suspensión de todos los servicios de telefonía móvil ya que las agrupaciones anti-monárquicas estaban usando mensajes de texto para organizar las protestas que eventualmente terminaron derrocándolo.
Obviamente, estas nuevas tecnologías pueden ser usadas para potenciar viejas prácticas políticas. Los partidos políticos tradicionales, por ejemplo, han multiplicado sus capacidades organizativas gracias a estas formas de comunicación. En cierta forma, esto fue lo que pasó en los aeropuertos de Tailandia. Pero otra dimensión del fenómeno es que está facilitando la aparición de nuevos actores políticos que se rigen por códigos y reglas distintos de los de los partidos tradicionales. Son organizaciones menos estructuradas y verticales, donde las jerarquías no son rígidas y la autoridad está más descentralizada. (...)
Según el diccionario, turba es "una muchedumbre de gente confusa y desordenada". Evidentemente, las nuevas tecnologías hacen posible que las turbas ya no sean ni confusas ni desordenadas. Actúan con organización y propósito. Howard Rheingold, el padre de esta idea, enfatiza que una turba, por más inteligente que sea, no es ni buena ni mala, y que todo depende de sus fines.
La esperanza es que las mismas tecnologías que permiten el ascenso de las turbas inteligentes produzcan los anticuerpos que nos ayuden a mitigar la influencia de aquellas que usan sus capacidades para subvertir la democracia. Como sabemos, no todo bloqueo de carreteras o aeropuertos tiene fines nobles.
En cualquier caso, la realidad es que las turbas inteligentes han llegado para quedarse." (MOISÉS NAÍM: Turbas inteligentes. El País, ed. Galicia, Internacional, 07/12/2008, p. 10 )
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