"Cuando Guillermo Martínez aterrizó en 2017 en el aeropuerto de Nairobi todavía no se podía imaginar que su idea de fabricar brazos 3D iba
a cambiar la vida de tanta gente. Las prótesis que había diseñado en su
casa, con su pequeña impresora 3D, iban a significar una verdadera
revolución tecnológica en el corazón del país africano. Aquel primer
prototipo de trésdesis pasó de ser el hobby de un jóven estudiante de ingeniería a la semilla de un modelo de solidaridad mundial en cadena.
"Aprendí a través de diseños que había encontrado en Internet pero quise dar un paso más y crear un nuevo diseño para personas sin codo.
Es un diseño que no tiene electrónica pero sí que permite abrir y
cerrar la mano para agarrar objetos, mejorando así la rutina de las
personas". El éxito en Kenia fue tal que Guillermo decidió continuarlo
al volver a Madrid: "Decidí no parar ahí y entregarlos de forma gratuita
a todas las personas que lo necesitasen. Ahí nació Ayúdame 3D, y ahora estamos en casi 40 países de todo el mundo, entregando 150 brazos al año".
Ayúdame 3D creció
rápido desde su fundación en 2017. Asentada en la idea de que una gran
tecnología conlleva siempre una gran responsabilidad, hoy se sustenta
"gracias a las donaciones mensuales de sus socios, a proyectos de
responsabilidad social en empresas y actividades de concienciación,
principalmente", explica Guillermo.
Tres años después, este joven madrileño está convencido de que, gracias a esta tecnología, las personas que sufren la amputación de alguno de sus miembros tienen la posibilidad de tener una vida digna y autónoma.
"No se trata solo de poder agarrar una botella de agua; las prótesis en
3D o trésdesis, mejoran la empleabilidad, la escolarización y evitan la
desigualdad en los territorios en los que se utilizan", explica este
ingeniero de 24 años. De esta forma, este tipo de prótesis se puede
adaptar a las diferentes necesidades de las personas y llegar allí donde
los procesos industriales son más costosos o no existe internet: "Esta
es la gran innovación de nuestro proyecto, llegar a cualquier parte del
mundo"
Descentralización y cooperativismo, el nuevo modelo de solidaridad
Lo que comenzó siendo un proyecto personal es hoy una organización consolidada en la que trabajan más de medio centenar de voluntarios y voluntarias
desde diferentes puntos de España y Europa: "Contamos con más de
cincuenta expertos en impresión 3D, entidades sociales que intermedian
con las personas que necesitan una trésdesis y también con colegios, impulsando tareas de concienciación con los más pequeños".
Una gran familia compuesta por una comunidad de Helpers3D, voluntarios que tienen una 3D printer y conocimientos para diseñar las trésdesis que dedican su tiempo libre a mejorar la calidad de vida de este colectivo. Uno de estos helpers voluntarios es Eduardo Martín, un diseñador de packaging que, junto a su hija Nuria,
ha convertido su hobby en una poderosa contribución familiar hacia las
personas que sufren algún tipo de amputación: "Siempre he tenido una
especial sensibilidad por la gente con dificultades y en la impresión 3D
vi un potencial muy grande para ayudarla".
Desde Torelló (Barcelona), Eduardo y su hija han fabricado ya trece trésdesis diferentes
para personas de medio mundo, entre ellas la India, Perú, Líbano, Kenia
y Filipinas. Eduardo explica lo que significa poner esta tecnología al
servicio de quienes no se pueden permitir el excesivo coste de
una prótesis comercial [unos 30.000 euros]: "Para esta gente es muy
motivador que alguien desde fuera dedique tiempo y esfuerzo para mejorar
su calidad de vida".
Esta contribución,
en términos de los valores que pueden impulsar las nuevas tecnologías,
solo es posible gracias a la descentralización. "De Guillermo solo
conozco la voz", comenta Eduardo. "Esto es lo que ha permitido crear un
grupo de gente que no se conoce personalmente y que fabrica trésdesis para gente que no conocemos y que seguramente no conoceremos".
La labor de Eduardo, Ana y Guillermo pone de relieve el valor de la cibersolidaridad y
la capacidad humana para hacerse cargo de las necesidades de quienes
más lo necesitan. Deja a las claras el inmenso potencial de la colectividad como motor de cambio allí donde los gobiernos y las políticas públicas se han mantenido al margen - cuando no se han desentendido- de las necesidades de las personas amputadas." (Patricia H. Montenegro, Público, 01/02/20)
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