"Hoy, día 11 de junio, es el día señalado para una huelga masiva de taxis a nivel europeo. Una protesta que amenaza con colapsar ciudades enteras (...)
Pero sobre todo, la huelga supone el inicio de una constatación clara:
una vez más, como en otros casos de disrupción, la industria que sufre
el impacto de la misma reacciona sin saber exactamente a qué se
enfrenta.
Y por tanto, lo hace mal. Del estudio de casos anteriores de
disrupción tecnológica podemos deducir muchas cosas: que habrá huelgas y
protestas, que es posible que haya incluso violencia, que veremos
intentos de modificar la ley y presiones a los políticos para que lo
hagan, y que los errores cometidos por las víctimas del proceso llevarán
a que los usuarios se pongan inequívocamente del lado de los nuevos
entrantes. (...)
Escuchemos a los taxistas: se quejan de que “el servicio de Uber es
cutre, los conductores y los coches no pasan controles, y por tanto
estarán hechos un desastre, sucios, y serán inseguros”. Además, siempre
según los taxistas, “Uber genera dinero negro”, “no están asegurados”… (...)
Pero vamos a ver… un poco de sentido común: ¿de verdad alguien en su
sano juicio piensa que si las cosas fueran así, algún usuario
solicitaría los servicios de Uber???? Pues vaya por dios, no me lo
explico: los servicios de Uber no solo están siendo solicitados por
muchos usuarios y con un crecimiento impresionante, sino que además
mantienen un alto índice de recurrencia… quien lo usa, repite.
O todo
eso que cuentan los taxistas no es cierto, o realmente los de Uber
disimulan muy bien. No, esas “historias de terror” infundadas no ayudan.
¿Dinero negro? Eso no soporta un mínimo análisis: cuando un conductor
de Uber realiza un servicio, el cliente lo paga en la app, y
eso genera un registro que la empresa, obviamente, declara en sus
cuentas.
El conductor podrá intentar defraudar a Hacienda si quiere,
pero no será porque la empresa se lo ponga fácil o lo incentive.
Vamos a poner las cosas en su sitio: es muy posible que el negocio de
Uber deba ser regulado. Que los taxistas tengan razón en algunas de sus
protestas, que no sea adecuado tener a una industria machacada con
impuestos y requisitos, y luego permitir que un servicio claramente
competitivo opere en un entorno sensiblemente más desregulado.
Si fuera
taxista, seguramente estaría muy enfadado, como es natural: pagar una
licencia que cuesta más que algunos pisos, tener que instalar
taxímetros, impresoras y capillas homologadas y con precios inflados
hasta el límite de lo demencial, y estar sometidos a infinidad de
restricciones para que luego venga otro y se los salte no debe sentar
nada, pero nada bien.
Supone una amenaza directa al modo de vida de un
colectivo muy amplio, muy vulnerable y muy mal representado. Pero la
manera de luchar contra esa amenaza no es como se está haciendo. La
forma de reaccionar ante la disrupción no es repitiendo los errores
cometidos por otras industrias.
Primero, conozcamos al enemigo: Uber no es un servicio cutre, con
conductores sucios, delincuentes, no asegurados o que defraudan al
fisco. He utilizado Uber en varias ocasiones, y siempre me he encontrado
un servicio impecable. De hecho, con un posicionamiento sensiblemente
más elevado que el taxi convencional.
Como cliente, Uber me ha eliminado
incertidumbre, ha resultado infinitamente más previsible, muchísimo más
conveniente y sencillo a la hora de solicitarlo y pagarlo, y casi más
parecido a lo que pido a una limusina que a lo que espero de un taxi.
Puedo asegurar que si tuviese alguna sospecha de que me iba a encontrar
con un conductor peligroso, no asegurado, mal encarado, conduciendo un
vehículo sucio o maloliente, o con la sospecha de que opera con dinero
negro, no habría utilizado Uber: tal vez haya quien no le importen esas
cosas, pero a mí sí.
Uber, por tanto, está muy lejos de ser un servicio “barato” o “cutre”
que ataca al mercado por su segmento bajo. Por mucho que la compañía
haya escogido entrar en España con Uber X, que es efectivamente su
segmento más barato, el servicio icónico que de verdad la representa es
Uber Black, e incluso tienen por encima de ese un Uber SUV y un Uber
Lux, además de un Uber Taxi que opera con taxistas licenciados.
La
impresión que se llevan la mayoría de clientes, repito, no es la de
estar contratando un “sustituto barato” de un taxi, sino todo lo
contrario: que el taxi es “la opción cutre”, y ellos son “unos señores”
porque van en Uber. Diferencial, por el segmento alto. (...)
Si eres taxista y no lo has hecho, lee y analiza los artículos anteriores escritos en esta página sobre Uber. Y no te quedes ahí: lee más. Intenta entender los parámetros económicos
del negocio. Consulta experiencias de usuarios. No leas solo las malas,
que lógicamente hay algunas: céntrate en las buenas.
Ponte en el lugar
del cliente, y trata de entender por qué diablos prefiere llamar a Uber
frente a “tomar un taxi de los de toda la vida”. Y sobre todo, ¿por qué
diablos repite, vuelve a llamarlo, y hasta lo recomienda a sus amigos?
Descarta la crítica fácil, los argumentos ramplones y simples, las ideas
absurdas o que no soportan un análisis mínimamente riguroso.
Eso es lo
que realmente hay que entender: las razones de un éxito indudable que
está llevando a que un número creciente de clientes prefieran Uber a los
taxis tradicionales. Entender, en último término, qué factores han
llevado a Uber a tener una valoración de casi veinte mil millones de dólares extrapolando lo obtenido en su última ronda de financiación – valoración que, en cualquier caso, no digo que me crea.
Luchar contra la disrupción es muy, muy difícil. Pero la primera
cuestión importante es entender a qué te enfrentas. Si no es así… mal
vamos." (Enrique Dans, 11/06/2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario