"Rusia acaba de prohibir Bitcoin, China lo hizo hace
unos meses y los gobiernos occidentales se lo están planteando
seriamente. Todos apelan a la necesidad de combatir el contrabando, pero
ninguno dice la verdad.
A la postre, extraña tanta unanimidad en este
asunto cuando todos estos países ni siquiera se ponen de acuerdo a la
hora de definir, y respetar, un mínimo de derechos humanos. (...)
Así, según este exempleado de la Fed, Bitcoin es peligrosa porque
“demuestra que podemos organizarnos sin un dinero emitido por el
Estado”, cuando semejante pretensión no pasa de ilusoria en la medida en
que los gobiernos —y en concreto sus brazos armados, los bancos
centrales– deben ocuparse de manejar la oferta monetaria y los tipos de
interés para garantizar cierta calma macroeconómica en forma de
estabilidad de precios, pleno empleo y crecimiento.
En este sentido, la
política monetaria óptima de una economía requiere de una amplia
plantilla de trabajadores dentro de cada banco central que se dediquen
específicamente a la complejísima labor de modelizar, comprender y
responder al fluctuante comportamiento y las expectativas de los agentes
económicos. En opinión de Williams, todo este proceso de análisis
previo no es automatizable mediante el algoritmo contenido en ninguna
divisa virtual existente o que pueda llegar a existir.
Es verdad que,
según él mismo reconoce, los bancos centrales fueron incapaces de
prevenir la crisis que estalló en 2008, pero a su juicio ahora
estaríamos sumergidos en una devastadora depresión de no ser por su
decidida actuación desde entonces. En suma, que la adopción de Bitcoin nos llevaría al caos. (...)
Por dinero en sentido estricto sólo deberíamos entender aquel activo
monetario que no es pasivo de nadie más: el oro en su momento y acaso
Bitcoin en el futuro. En este sentido, pues, el banco central no ocupa
el negocio de la producción y gestión del dinero, sino de la gestión de
una parte de la deuda mediante la que coordina una sociedad.
El
matiz es importante porque justamente ataca el núcleo de la crítica de
Williams: que la estabilidad macroeconómica requiere de una “gestión
científica” de la cantidad de dinero. No es así: mientras la cantidad de
dinero no sufra de bruscas fluctuaciones, la estabilidad macroeconómica
puede lograrse mediante una correcta administración cuantitativa y cualitativa de la oferta de crédito. (...)
Pero, y he ahí el principal error intelectual de los bancos
centrales, esa administración del crédito ni puede ni debe ser una
administración centralizada, ya que cualquier agente económico disfruta
de la capacidad de otorgar crédito a sus pares (siempre que diferimos el
momento del pago, estamos otorgando crédito).
Al contrario, la
administración por necesidad será descentralizada y, por tanto,
lo que resulta necesario es que esa administración descentralizada esté
sometida a sanos incentivos y contrapesos que eviten una gestión
abusiva del crédito.
El principal de esos sanos incentivos y
contrapesos es que los acreedores puedan controlar a los deudores: si se
instituye un sistema monetario donde se anula la capacidad de
fiscalización de los acreedores, por necesidad los deudores tenderán a
multiplicarse hasta extremos marcadamente imprudentes e insostenibles.
Y, justamente, el mayor mecanismo con el que cuentan los acreedores para
controlar a los deudores es poderles denegar el crédito (ya sea
exigiendo el pago de las deudas vencidas o no extendiendo nuevo
crédito), para lo cual ha de existir alguna forma de “dinero base” que
no esté basada en la deuda. Como decíamos, el oro o Bitcoin pueden
aspirar a desempeñar ese papel, pues son activos que no son,
simultáneamente, el pasivo de nadie más.
Pero el euro o el dólar no,
porque son deuda del banco central que éste puede crear sin otro límite
que el repudio por parte de sus tenedores (tampoco serviría, por cierto,
una moneda estatal que no fuera deuda, pero cuya cantidad la decidiera
discrecionalmente el Estado en cualquier momento): si el banco central
goza de la potestad de refinanciar ilimitadamente a los deudores, es
obvio que el poder de los acreedores termina siendo aniquilado y que no
hay ninguna manera, salvo la torpe regulación estatal, de restringir el
crecimiento explosivo de la deuda. (...)
En suma, un triunfo de Bitcoin (o un restablecimiento del patrón oro)no eliminaría la necesidad de una correcta gestión del crédito(que
es, en el fondo, en lo que Williams está pensando): únicamente
permitiría descentralizarla mucho más y, sobre todo, someterla a los
contrapesos necesarios para que pueda tratarse de una gestión
verdaderamente racional." (Bitcoin: una saludable amenaza para los Estados, de Juan Ramón Rallo en vozpopuli.com, en Caffe Reggio, 14/02/2014)
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