Su argumentación se centra en este párrafo: "Una de las evoluciones ha sido el desplazamiento de la web abierta hacia plataformas semicerradas, que usan Internet para transportar en lugar de visualizarla con el navegador. El cambio fue impulsado por el iPhone. Un mundo que los consumidores eligen cada vez más [...] porque se ajusta a sus necesidades".
Es decir: las aplicaciones que distribuye iTunes o las de Android, Blackberry o Nokia sustituyen a los navegadores de Internet. Son más cómodas para el consumidor y permiten un modelo económico más eficiente para las empresas.
El artículo diferencia entre Internet y la Web "una de las muchas aplicaciones que existen en Internet, que usa los protocolos IP y TCP para mover paquetes. En esta arquitectura y no en las aplicaciones construidas sobre ella radica la revolución".
Anderson entiende lo que está en juego: el control del ciberespacio. Y acusa al consumidor de entregarlo a las empresas por comodidad. "La tarifa de iTunes es el precio a pagar para adquirir lo que se desea. A medida que Facebook sea parte de su vida, más atrapado estará en sus redes."
Anderson trata de hacernos creer en una realidad para justificar su creencia en el iPad como solución a los problemas de los medios de comunicación y su decisión de vender Wired como aplicación. Para ello no vacila en presentar los datos de manera poco rigurosa.
Un gráfico en el artículo muestra un descenso en el tráfico de la Web cuando, basándose en el mismo conjunto de datos, BoingBoing demuestra que va en ascenso. Es más, Anderson insiste en que el vídeo ocupa un espacio creciente (en detrimento de la Web), pero incluye a YouTube, que la mayoría consulta por la Web.
Anderson toma posiciones en una batalla social: opone a quienes quieren mantener a la Web como sistema abierto y descentralizado con aquellos que pretenden adueñarse de ella y/o controlarla.
Jonathan Zittrain explica en The future of the Internet and how to stop it que el interés por los espacios cerrados (iTunes) y los avances centralizadores (Facebook) ponen en riesgo la capacidad "generadora" de la Web. Quienes la concibieron deseaban que nadie controlara lo que ocurre en ella para preservar la innovación." (FRANCIS PISANI: La Web no ha muerto. El País, Ciberpaís, 02/09/2010, p. 6)
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