"La ilustración que ves es un un mapa interactivo elaborado con CartoDB que representa las propiedades ofertadas en alquiler en París a través de Airbnb, elaborado por Julien Guillot y comentado en este tweet por la propia CartoDB.
Es una de las visiones más claras que he visto de lo que realmente
representa la llamada “economía de la abundancia”, y del efecto que una
plataforma como Airbnb puede generar sobre la oferta turística de una
ciudad: una nube enormemente densa de puntos por los que, al pasar el
ratón, se despliega información de características y precio, y que
claramente rellena con enorme eficiencia el espacio disponible bajo la
curva de oferta y demanda, de una manera muchísimo más completa de lo
que lo hacía la oferta hotelera tradicional.
Si no lo has visto en
interactivo, te recomiendo que lo hagas, es sencillamente impresionante:
en esa nube hay de todo: habitaciones en pisos compartidos por pocas
decenas de euros, hasta apartamentos de lujo en la zona más céntrica de
la ciudad por varios miles. Aquí tienes la versión interactiva:
Podríamos pensar que la oferta hotelera de París no es en absoluto
escasa, pero decididamente, no se parecía en nada a esa impresionante
nube naranja. ¿De qué estamos hablando?
Obviamente, de un problema de
primera magnitud para quienes, en el sistema anterior, administraban
esas propiedades en un régimen de relativa escasez: las variables
económicas de un sistema post-escasez no les gustan en absoluto, y
tratarán de oponerse a ese sistema todo lo que puedan, objetando con
todos los argumentos posibles, reales o ficticios.
Para tratar de
evitar esa situación harán lobby ante las autoridades nacionales o
municipales, tratarán de crear opinión, recurrirán a los tribunales,
manipularán, difamarán, y harán lo que haga falta, porque esta situación
significa de manera automática un reparto del mercado turístico entre
muchísimas más partes y, por tanto, una porción mucho menor para cada
uno de ellos.
Hablarán de competencia desleal derivada de las infinitas
normativas que regulan su actividad y que los nuevos entrantes no están
obligados a cumplir, dirán que los propietarios de esas habitaciones y
pisos no pagan impuestos, que se trata de economía sumergida, o que son
potenciales focos de infección.
Salvo algunos competidores especialmente
visionarios, todos se unirán para luchar contra esta terrible amenaza
que se cierne sobre su industria, presionando al gobierno para que se
invente restricciones que dificulten, impidan o hasta prohiban la
actividad de Airbnb.
Pero será inútil: al final, que una persona quiera,
en lugar de alojarse en un hotel, disfrutar de una habitación o un piso
particular cuyo dueño decide listar en Airbnb y al que en muchos casos
añade una atención exquisita y personalizada para así crear vínculos
personales con sus huéspedes y que estos traten mejor su propiedad, es
algo completamente inevitable. Si el regulador impone restricciones
artificiales, estará actuando contra natura, y muchos se lo recriminarán – y además, con razón.
¿Qué
ha pasado? Simplemente, que antes era complicado, farragoso y
arriesgado no solo poner una propiedad en alquiler a corto plazo, sino
también tratar de alquilarla, y ahora, en cambio, ha surgido una
plataforma riquísima en información que permite a ambas partes tomar
decisiones de manera mucho más sencilla y hasta protegerse con un
seguro.
Una plataforma, además, que ha experimentado un fuerte proceso
de adopción masiva, lo que la ha dotado de masa crítica suficiente como
para que utilizarla sea un auténtico gusto tanto por parte de los
propietarios como de los usuarios. Llegados a este punto, el fenómeno es
ya imparable, y quien se interponga en su camino, terminará arrollado
por él.
Y la pregunta fundamental, claro, ¿cuál es? A quién o a
quiénes beneficia esta nueva situación. En este caso, los propietarios
de inmuebles están más contentos (y son obviamente muchos, como podemos
ver en el mapa), los turistas están inmensamente más felices con una
variedad de opciones muchísimo más amplia, y los únicos aparentemente
perjudicados son los hoteles.
Si nos atenemos a una simple consideración
de justicia social, esto es lo que hay. Los propietarios de hoteles
podrán protestar, podrán decir que ellos tuvieron que invertir mucho
para cumplir con la regulación, que se sienten perjudicados, etc., etc.,
etc… pero es lo que hay. Lo normal es que termine por prevalecer el
interés general." (Enrique Dans, 02/01/2015)
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