"Qué es una pila de hidrógeno
Actualmente, las
pilas –o baterías– que utilizamos a diario producen su energía eléctrica
mediante reacciones electroquímicas de especies que están almacenadas
en sí mismas, y que a menudo son tóxicas y difíciles de tratar.
En el caso de la celdas de combustible (Fuel Cell en inglés),
encontramos una estructura similar a la de las baterías tradicionales
formada por dos electrodos y un electrolito, pero esta vez el ánodo es
alimentado continuamente por un combustible (generalmente hidrógeno,
pero también puede ser metanol u otros); y el cátodo, por una especie
reductora (generalmente oxígeno puro o aire). Nótese que ahora los
reactivos no están almacenados en el propio dispositivo, sino que deben ser suministrados a la celda constantemente.
Finalmente, los electrodos están separados por un electrolito que es un
aislante electrónico, pero conductor de iones. En definitiva, la
principal diferencia entre una batería tradicional y una pila de
combustible estriba en la capacidad de almacenar energía, ya que la celda de combustible es un reactor que sólo la transforma, esto es, suministra potencia.
Esquema de funcionamiento de una pila de hidrógeno polimérica
Esta figura ilustra el esquema básico de la celda de combustible más popular, la llamada de membrana polimérica
o PEMFC por su acrónimo en inglés (Polymer Electrolyte Membrane Fuel
Cell o proton exchange).
Su principal particularidad radica en que su
electrolito está compuesto por una membrana polimérica. Cada átomo de
hidrógeno se oxida en el ánodo liberando iones H+ que viajan por la
membrana, y electrones que son los responsables de producir corriente
eléctrica. El cátodo por su parte reduce los iones H+ que viajan por el
electrolito al reaccionar con el oxígeno del aire generando agua.
Es decir, a diferencia de las contaminantes baterías tradicionales, esta tecnología no genera ningún vertido contaminante,
su único residuo es agua destilada. No en vano la tecnología de las
celdas de combustible nace en el sector aeroespacial durante una de las
misiones Gemini para proporcionar energía –y agua– a los astronautas
utilizando los tanques de hidrógeno y oxígeno de las naves.
Además, la eficiencia efectiva en conversión de la energía química a
electricidad de estas pilas está en torno al 50% sin considerar la
cogeneración (aprovechamiento del calor residual del proceso
termodinámico de conversión), mientras que los motores térmicos tienen
números mucho peores: una central térmica convencional tiene una
eficiencia alrededor del 30% y un motor diésel de última generación, en
torno al 40%.
Por otra parte, el hidrógeno es un elemento virtualmente inagotable,
ya que aunque actualmente se extrae de forma masiva del gas natural se
puede extraer también del agua mediante electrolisis.
Ahora bien, no se
trata de una fuente de energía en sí misma, ya que no existe en
yacimientos como en el caso del petróleo. La producción de hidrógeno
susceptible de ser utilizado en pilas de combustible requiere energía,
lo que lo convierte en un vector de energía entre la fuente inicial precursora del hidrógeno y la electricidad generada por la pila.
Existen varios tipos de celdas de combustible, dependiendo de la
temperatura de operación, los reactivos, los materiales o la carga de
potencia que deben asumir. Pero el más popular y extendido por su rango
de aplicación es la celda PEM: puede alimentar desde terminales móviles a prototipos de coches, pasando por su uso para consumo doméstico.
La razón de su versatilidad reside en el concepto de modularidad.
Cuando hablamos de pila de hidrógeno, estamos tratando con un
apilamiento o stack de celdas de combustible conectadas en serie;
ahora el voltaje de cada celda (0,7 V) se suma, y de esta manera se
pueden construir pilas para distintos rangos de demanda de potencia.
La patente imaginada por Apple es un diseño enfocado tanto a baterías
externas como integradas en los propios dispositivos que permitiría
aumentar su capacidad y, por ende, podría alargar el tiempo de descarga.
El prototipo FCV pensado por Toyota ha sido probando durante más de un
año en Norteamérica, y tiene una autonomía de 480 km por cada depósito,
que se tarda en rellenar entre tres y cinco minutos.
¿Por qué no tengo un móvil con batería de hidrógeno?
El lector escéptico señalará que ya han pasado más de dos años y aún nadie ha recargado una batería de hidrógeno de su teléfono móvil,
sea cual fuere la marca. El registro de la patente es un indicador
–otro más– de la dirección a la que apuntan las grandes empresas a
medio-largo plazo. Las revoluciones energéticas requieren tiempo para
que unas tecnologías desplacen a otras, y más aún cuando las tecnologías
tradicionales están muy asentadas y tienen un alto grado de
satisfacción entre los consumidores.
El cambio de
tendencia no vendrá impulsado por un auge de la conciencia verde entre
los consumidores, sino que estará motivado por un precio más atractivo de la nueva tecnología.
En este punto es necesario subrayar el papel del transporte como el
principal sector de penetración de la economía del hidrógeno: el
fenómeno de la escalada de precios de los combustibles tradicionales y,
paralelamente, el abaratamiento debido a la evolución de la curva de
desarrollo de los nuevos vehículos basados en hidrógeno, harán surgir un
cruce de tendencias en el cual un consumidor prefiera un coche de
hidrógeno frente a uno tradicional por razones estrictamente económicas
(este fenómeno ya está ocurriendo con los coches eléctricos).
El economista Jeremy Rifkin apunta en su famoso libro La economía del hidrógeno (PDF)
cómo la crisis energética debida al hundimiento del petróleo impulsará
un nuevo paradigma energético basado en hidrógeno.
Es habitual la mueca
de rechazo ante el augurio tantas veces repetido de alcanzar el pico de
producción; sin embargo, es innegable que la sinergia de los fenómenos
de aumento de la demanda mundial, por un lado, y de los gastos de
extracción y prospección en lugares cada vez más remotos, por otro,
hacen que la tendencia del precio del petróleo sea irreversible a largo plazo.
El proceso de cambio comenzará cuando el consumidor que no quiere renunciar al vehículo como una de sus commodities
se plantee otras posibilidades, alzándose el coche de hidrógeno como
una alternativa atractiva por su mejor autonomía frente al coche
exclusivamente eléctrico.
La generación distribuida
A partir de aquí, la psicología del comprador se enfocará
indefectiblemente hacía las tecnologías de hidrógeno que rápidamente
identificará como fiables, económicas y ventajosas frente a otros
métodos de soporte energético.
Probablemente, el sector del transporte sea el quicio que desplace el hidrógeno hacia otros ámbitos.
Como ejemplo, el Toyota FCV puede proporcionar energía a un hogar medio
durante una semana con el depósito lleno en caso de emergencia. A
partir del vehículo –o quizá de su teléfono o portátil–, el consumidor
se planteará utilizar esa misma tecnología para alimentar su propia
casa.
La tendencia a largo plazo es que cada consumidor particular sea simultáneamente productor de energía,
es decir, que pueda generar y almacenar su propio hidrógeno a partir de
agua en los picos de rendimiento de un sistema de energía renovable
instalado en su vivienda, para después exportar dicha energía cuando el
sistema la demande. Además, el hidrógeno producido permitiría cargar el
coche o los dispositivos electrónicos, y utilizarlo para su consumo
doméstico.
En definitiva se trata de una utilización del hidrógeno como
vector de energía que une la producción en picos con el consumo en
valles. De esta manera se almacena energía destinada a perderse, y puede
aplicarse tanto a escala doméstica como en centrales nucleares
adaptadas, lo que permitiría una producción masiva de hidrógeno.
De esta manera, el cambio de paradigma radicaría en que el consumidor
dejaría de ser un agente pasivo de demanda de energía para transformarse
en un consumidor-generador. Actualmente,
el sistema de producción de electricidad se basa en grandes centros de
producción como las centrales nucleares o térmicas, y grandes sumideros
de energía, como las ciudades.
El nuevo escenario que
se plantea aquí tiene un reflejo claro con el nuevo paradigma de la
información establecido con internet, donde los circuitos de información son dinámicos y el informado puede ser simultáneamente informador.
Por supuesto, la gestión de una red dinámica de consumo y generación de
electricidad representa un gran reto que, en caso de superarse,
supondría el establecimiento de una red eléctrica más sólida, ya que
ahora el sistema no sería tan vulnerable a la desaparición de un gran
centro de producción de electricidad, puesto que podría ser cubierto por
un gran número de pequeños productores.
Los problemas de la generación, distribución y almacenamiento
Son varios los cuellos de botella de índole tecnológica que retrasan la
aparición del hidrógeno en el mundo de la energía. Uno de los
principales problemas a los que se enfrenta el hidrógeno es su
infraestructura, su circuito de distribución desde la generación hasta
el consumidor final.
El hidrógeno actualmente se
extrae masivamente del gas natural mediante tratamiento químico. Este
hidrógeno, en principio, no es apto para las pilas poliméricas, dado que
se requiere un alto grado de pureza debido a los contaminantes que se
arrastran de la reforma del gas natural que inutilizan los catalizadores
de la pila, como el platino.
Aunque ya hay estudios
que proponen soluciones o sustitutos del sistema de catalización, lo
cierto es que el mejor hidrógeno producible para las pilas poliméricas
es el proveniente de la electrolisis del agua.
Es aquí donde se observa claramente el encaje que tiene el hidrógeno
como sistema de almacenaje de la energía producida mediante fuentes
renovables cuando producen por encima de la demanda, tanto a nivel
doméstico como en grandes sistemas como los parques eólicos.
Por otra parte, el hidrógeno es el elemento más liviano de la tabla
periódica y, por lo tanto, se difunde y escapa fácilmente en cualquier
circuito de tuberías. Su almacenamiento para posterior transporte es muy complejo y costoso, y las posibilidades son reducidas, a saber: licuado, a presión o atrapado químicamente en hidruros metálicos.
Hoy por hoy, el almacenamiento y la producción rentable son los
principales escollos tecnológicos que impiden el auge del hidrógeno. En
cualquier caso, California y Japón están acometiendo la construcción de
una red de hidrogenaras que, a modo de gasolineras ecológicas, solventan
momentáneamente estas problemáticas.
No obstante,
además de los óbices técnicos, la propia naturaleza del sistema de
producción juega en contra del hidrógeno en su candidatura a combustible
del futuro. La energía aportada por los hidrocarburos tradicionales
siempre es varias veces mayor que la energía invertida para extraerlos,
mientras que en el hidrógeno es menor.
Esto implica que por cada unidad
de energía invertida en romper la molécula del agua para obtener
hidrógeno, ese hidrógeno aplicado en una pila producirá siempre menos de
una unidad de energía; demás es un hecho inapelable, ya que se trata de
una limitación termodinámica. En otras palabras, si queremos sustituir
toda la energía proveniente de la combustión de hidrocarburos por
hidrógeno, emerge el problema de conseguir energía suficiente para
producir todo ese hidrógeno.
En cualquier caso, es
difícil de prever la aparición y asentamiento de la generación
distribuida basada en hidrógeno augurada por Jeremy Rifkinn en 2002,
quizá su penetración en el ámbito energético se restrinja a aplicaciones
puntuales. Lo que es seguro es que se trata de una alternativa
interesante que algunas grandes empresas tecnológicas están tanteando." ( Diario Turing, Alberto Arteche
, eldiario.es, 10/03/2014)
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