"Allí desarrollamos diversos trabajos en este sentido; entre ellos, la musicalización del genoma humano. Con el tiempo, fuimos madurando la idea de que quizá estuviéramos ante una oportunidad de negocio y que todo lo conseguido investigando no tenía por qué quedarse en trabajos de investigación universitaria".
La confirmación a esa intuición llegó de la forma más inesperada: de la mano del arte mudéjar. "Se hizo un trabajo para convertir los ornamentos de las torres mudéjares de Aragón en música, en partituras.
Aquello, además de tener mucha repercusión mediática, nos hizo ver que en España no había nadie capaz, desde la vanguardia tecnológica en audio y vídeo, de hacer algo así, lo que, evidentemente, nos abría muchas posibilidades de negocio en el campo de los eventos", explica Pérez.
Eso de coger una torre mudéjar, fotografiarla desde todos los ángulos posibles, tomar todas y cada una de sus medidas, introducir los datos en un ordenador y que de aquello salieran partituras de música mudéjar "lo conseguimos utilizando formas de composición de aquella época.
Fue tan increíble, tan innovador, que no podía por menos que abrir, aquí y allá, posibilidades de negocio. A partir de aquel primer trabajo, el sector audiovisual entendió nuestra filosofía de negocio. No queríamos ser competencia para empresas de producción de contenidos o eventos, sino añadir valor a sus propios modelos de negocio.
Nuestros productos están enfocados tanto a desarrollar campañas de marketing con instituciones y empresas como a colaborar con creativos y artistas de la música, la danza, el teatro, la arquitectura... En todos los casos, con tecnología propia, lo que abarata bastante los costes" (El País, Negocios, 03/07/2011, p. 33)
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