"Al contrario de lo que ocurre con los bienes tangibles que fabrican las empresas de ámbito mundial, que están sujetos a aranceles en el comercio internacional, las pequeñas y medianas empresas de alta tecnología que utilizan técnicas de fabricación aditiva o impresión en 3D comparten sus archivos digitales y el software para fabricar sus productos, a un coste marginal casi cero, con distribuidores locales de todo el mundo que pueden imprimir esos productos y entregarlos a los consumidores sin pagar aranceles.
Y eso cambia todo.
El 2 de abril, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, anunciará que el Gobierno de Trump va a emitir un “número” arancelario recíproco que, según ellos, “constituye su obligación arancelaria”, para varios países; es un paso más en lo que se perfila como la gran guerra arancelaria geopolítica del siglo XXI. Pero esta iniciativa acabará fracasando debido a la nueva y audaz revolución tecnológica que está transformando el escenario mundial y la propia naturaleza del comercio y los negocios.
Mientras los países de todo el planeta libran una feroz guerra geopolítica de aranceles que amenaza con hacer añicos la economía global, en el mundo se está instaurando una tercera y rápida revolución industrial que va a cambiar las reglas del juego y a dejar obsoletos los aranceles sobre numerosos bienes materiales, con notables excepciones como los productos agrarios, las tierras raras y los productos derivados de la madera y la piedra. Es la fabricación aditiva o impresión en 3D. Esta tercera revolución industrial está trastocando por completo dos siglos de historia, la “fabricación sustractiva” que caracterizaba a las revoluciones industriales de los siglos XIX y XX, para sustituirla en el siglo XXI por la “fabricación aditiva” y, de esa forma, restar fuerza a la era geopolítica.
En todo el mundo hay empresas que evitan los aranceles enviando archivos digitales de productos impresos en 3D a los proveedores, que luego imprimen y distribuyen los productos inteligentes a sus clientes, todo ello con un coste marginal casi cero. A diferencia de lo que ocurre con los bienes tangibles, la transferencia de archivos digitales con el software utilizado en la fabricación aditiva no está sujeta a aranceles. Ese dato hace que se queden atrás los “mercados de vendedores y compradores” de la primera y la segunda revolución industrial para pasar a las “redes de proveedores y usuarios” de esta nueva tercera revolución industrial y añade una dimensión nueva a las operaciones portuarias convencionales. Además, la instalación de centros inteligentes de fabricación aditiva controlados por inteligencia artificial en los puertos para producir proyectos impresos en 3D que luego se distribuyan en camión y por ferrocarril supondría un ahorro de tiempo para poder trasladar los productos con rapidez a los destinatarios.
Las repercusiones económicas son enormes y de gran alcance. Se calcula que, en 2024, el coste logístico global del transporte mundial de mercancías por mar, aire y tierra ascendió a 12,8 billones de dólares, es decir, el 11,6% del PIB de ese año, 110 billones de dólares. Lo positivo es que, si se evita en parte la logística marítima, aérea y terrestre que acompaña al transporte de productos tangibles en todo el mundo, se reducirán drásticamente los costes comerciales y el precio de la venta de bienes y servicios para gran parte de la familia humana en todos los continentes. Asimismo, hay que tener en cuenta el factor tiempo. Un informe de Deloitte ha revelado que, durante la pandemia de la covid-19, las empresas que utilizaban la impresión en 3D pudieron “reducir los plazos de entrega nada menos que en un 70% respecto a las que dependían de las cadenas de suministro tradicionales” a la hora de personalizar y distribuir los productos a clientes y consumidores. También es importante el hecho de que “racionalizar los puertos” y reducir los costes de las infraestructuras logísticas de transporte marítimo, aéreo y terrestre, así como de los almacenes y las instalaciones portuarias correspondientes, reduce hasta en un 11% las emisiones de gases de efecto invernadero.
Además, el calentamiento global provocado por la emisión de combustibles fósiles ha desencadenado una renaturalización de la hidrosfera, con inundaciones primaverales devastadoras, sequías, olas de calor e incendios forestales sin precedentes en verano y catastróficos huracanes y tifones otoñales, que dificultan el tráfico marítimo, aéreo y terrestre en todo el mundo y deterioran la logística y las cadenas de suministro cada vez a más velocidad, con los consiguientes obstáculos para el comercio mundial y los peligros para nuestra familia humana.
Las dos revoluciones industriales de los siglos XIX y XX estaban basadas en modelos sustractivos de fabricación. La fabricación sustractiva elimina el material sobrante para crear el producto final, lo que genera un enorme volumen de residuos y una gran y costosa entropía en el proceso de producción. La tecnología de fabricación aditiva de la tercera revolución industrial crea los productos capa a capa, de forma que los objetos fabricados casi no dejan residuos.
Por ejemplo, la impresión en 3D de una casa empieza con un programa de ordenador que desarrolla un modelo digital del edificio. La impresora en 3D es un robot que utiliza una materia prima, como arcilla, arena, piedra caliza, metacaolín, adobe, celulosa, seda o residuos de construcción reciclados. Con esa materia prima, empieza a imprimir capas que vierte en filas dispuestas con arreglo a lo que se ha diseñado en el ordenador, de forma que se vierte toda la estructura en solo 24 horas.
El arquitecto italiano Mario Cucinella construyó con impresión en 3D la primera casa de arcilla obtenida exclusivamente de suelos arcillosos locales. La impresora vertió la estructura ecosostenible en 200 horas y la construcción generó muy pocos residuos y desechos. Cucinella dijo que el propósito era abordar “la necesidad de viviendas sostenibles… y la emergencia mundial a propósito de la vivienda, un problema que va a haber que afrontar, sobre todo en el contexto de las urgencias derivadas, por ejemplo, de las grandes migraciones o los desastres naturales”.
No menos importante es el nuevo modelo de transacciones comerciales que va unido a la fabricación y la distribución de productos impresos en 3D. Cucinella puede cambiar su plan de negocio de un “mercado de vendedores y compradores” a una “red de proveedores y usuarios” porque sube a la red y envía de forma instantánea, con un coste marginal “casi” cero, las instrucciones del programa a cualquier parte del mundo, de tal forma que los desarrolladores locales pueden imprimir edificios en el momento oportuno y de acuerdo con las necesidades y pagar una tasa de licencia al proveedor por cada edificio descargado.
La fabricación aditiva en redes mundiales de proveedores y usuarios tiene muchas ventajas añadidas, como la eliminación del exceso de existencias y la actualización continua de las líneas de productos. Este es uno de los grandes cambios que están surgiendo a medida que una incipiente tercera revolución industrial hace posible un nuevo paradigma de relaciones económicas, que pasa de la globalización a la glocalización.
Aunque cada vez más empresas de la lista Fortune 500 están empezando a utilizar tecnologías de impresión en 3D —entre ellas Airbus, Siemens, Volkswagen, Boeing, Medtronic, General Electric, Caterpillar y BASF—, el modelo de fabricación favorece a las pequeñas y medianas empresas (pymes) tecnológicas que participan en un rico entramado de intercambios económicos entre distintos sectores y continentes y evitan el elevado coste del transporte por mar, aire y tierra, la logística y los aranceles.
La construcción aditiva, impresa en 3D, se está extendiendo por todo el mundo. Por ejemplo, Dubái aspira a que, de aquí a 2030, el 25% de sus edificios estén construidos de esa forma. Arabia Saudí ha anunciado que va a dedicar 500.000 millones de dólares procedentes del Fondo de Inversión Pública y de inversores internacionales a proyectar y construir edificios impresos en 3D.
Turbinas eólicas, paneles solares, piezas de automóviles, auriculares, instrumentos quirúrgicos, maquetas arquitectónicas, calzado, efectos visuales y vestuario para cine, instrumentos, restauración de obras de arte, prótesis, piezas aeroespaciales, suministros de emergencia, aparatos de ortodoncia y piezas dentales e incluso gafas: estas no son más que algunas de las nuevas líneas de producto que se están fabricando ya con tecnología de impresión en 3D.
Las pymes que emplean altas tecnologías aditivas de impresión en 3D reducen enormemente los costes iniciales de investigación, adquisición y marketing que van asociados a los proyectos de incubadoras y empresas emergentes, lo que les permite extenderse rápidamente en todo el mundo con un coste marginal casi cero y reconfigurarse en cualquier momento, al tiempo que evitan los aranceles. Eso les da una clara ventaja sobre las empresas multinacionales centralizadas e integradas verticalmente que caracterizaron a las dos primeras revoluciones industriales. En pocas palabras, las pymes tecnológicas en una economía glocal son mucho más ágiles que las grandes corporaciones mundiales y pueden adaptarse más deprisa a los cambios derivados, en especial, de las perturbaciones relacionadas con el clima, sobre todo en la medida en que afectan a las cadenas de suministro y logística.
En la actualidad, en las últimas etapas de la segunda revolución industrial, es importante señalar que 500 empresas globales muy centralizadas representan un tercio del PIB mundial, con ingresos que superan los 41 billones de dólares y un total de menos de 65 millones de trabajadores, en una población laboral de 3.500 millones de personas en todo el planeta. Y, mientras que el 44 % de la humanidad vive hoy por debajo del umbral de la pobreza, con una renta media diaria de 6,85 dólares, las diez personas más ricas de la Tierra poseen, entre ellos, un patrimonio de 1,9 billones de dólares.
Con el desplome de los costes fijos y el descenso de los costes marginales en las líneas de productos que se imprimen en 3D en la mayoría de los sectores económicos, además del intercambio de programas libres de aranceles a través de las redes de proveedores y usuarios de todo el mundo, no es extraño que las pymes de alta tecnología estén aumentando. En la Unión Europea, las pymes ya constituyen el 99,8% de las empresas no financieras, proporcionan el 65,2% de los puestos de trabajo empresariales fuera del sector financiero y representan el 52% del PIB total. En Estados Unidos, las pymes constituyen el 99,9% de las empresas, emplean a casi la mitad de la población activa y aportan el 45 % del PIB. Las pequeñas y medianas empresas representan aproximadamente el 90% del conjunto de las empresas del planeta y contribuyen sustancialmente al empleo y el crecimiento económico, puesto que proporcionan más del 50% de los puestos de trabajo en todo el mundo.
Un escéptico podría alegar que, a medida que los países sean cada vez más conscientes del drástico cambio que supone pasar de los mercados de vendedores y compradores a las redes de proveedores y usuarios y del coste marginal casi cero que implica compartir archivos digitales en un mundo globalizado, probablemente habrá intentos de tapar el agujero y aplicar aranceles a los programas informáticos de impresión en 3D que entren en sus fronteras, pero no conseguirán gran cosa, por la sencilla razón de que las pequeñas y medianas empresas están en todas partes, el mercado también y no hay vuelta atrás.
Aunque es muy preocupante que la geopolítica esté volviendo a asomar la cabeza en el siglo XXI y que haya disputas entre diversas naciones en un entorno geopolítico cada vez más peligroso, en realidad, lo que estamos viviendo es el fin de la geopolítica que acompañó a la primera y la segunda revolución industrial de los siglos XIX y XX. Ahora está asentándose una “gobernanza biorregional” más glocalizada, con la irrupción de la impresión en 3D y las pymes tecnológicas en redes de proveedores y usuarios que se entrecruzan por todo el mundo.
Las infraestructuras de las dos primeras revoluciones industriales, impulsadas sobre todo por combustibles fósiles, se diseñaron de tal forma que necesitaban estar “centralizadas” e integradas verticalmente para crear economías de escala; y exigían una gran inversión de capital financiero y grandes compromisos geopolíticos y militares para garantizar su funcionamiento ininterrumpido. Por el contrario, la infraestructura de la tercera revolución industrial está diseñada para “distribuirse”, no estar centralizada, se expande de forma lateral en vez de vertical y tiene repercusión biorregional.
Cuando Tim Berners-Lee diseñó la World Wide Web para que cualquiera pudiera compartir información con cualquiera desde su sitio, sin pedir permiso ni pagar una tarifa a los agentes centrales, abrió la puerta a crear una nueva e inmensa oportunidad económica.
Las pequeñas y medianas empresas de alta tecnología que comparten programas de impresión en 3D a través de redes y cooperativas de proveedores y usuarios son la culminación de la idea de Berners-Lee.
Y esa es la conclusión. Mientras que las infraestructuras de la primera y la segunda revolución industrial estaban concebidas para beneficiar a unos pocos en detrimento de muchos, en un juego de suma cero, la infraestructura de la tercera revolución industrial está diseñada de tal manera que, si se le deja funcionar como está previsto, distribuirá de manera mucho más extensa el poder económico y favorecerá la democratización de la vida económica.
El intento de asfixiar a las pymes tecnológicas con aranceles acabará fracasando en un mundo cada vez más repartido y glocalizado. La revolución ya ha llegado y no va a detenerse."
(Jeremy Rifkin , El País, 01/04/25. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.)