Gerard Rubio y Triambak Saxena, cofundadores de Kniterate, en el Maker Faire Bay Area. (Gerard Rubio)
"A Gerard Rubio le invadió el espíritu ‘maker’ cuando descubrió las impresoras 3D
hace ya unos cuantos años. Con ayuda de otro compañero amante del
‘cacharreo’, se pusieron manos a la obra para construir la suya propia.
Aprendió también por entonces el rudimentario funcionamiento de las
máquinas tricotosas en la Escuela Superior de Diseño ESDi en
Sabadell.
Le asombró saber que seguían dependiendo de las viejas tarjetas perforadas y que utilizarlas era "muy sacrificado", una labor casi manual. Así que al espíritu se sumó una idea.
Le asombró saber que seguían dependiendo de las viejas tarjetas perforadas y que utilizarlas era "muy sacrificado", una labor casi manual. Así que al espíritu se sumó una idea.
"Me chocaba pensar que no hubiera ninguna herramienta que te
permitiera hacer prendas de ropa a partir de archivos digitales como es
posible hoy con las impresoras 3D. Decidí hacer la máquina análoga en el
mundo textil", explica Rubio a Teknautas.
Si las grandes y carísimas máquinas de tejer industriales eran sofisticadas, ¿no se podía crear una versión doméstica para fabricar nuestra ropa en la era del ‘do it yourself’? Este barcelonés decidió desarrollar "una máquina automática asequible para la gente normal" y se marcó una meta aún mayor: "Democratizar el mundo textil".
Si las grandes y carísimas máquinas de tejer industriales eran sofisticadas, ¿no se podía crear una versión doméstica para fabricar nuestra ropa en la era del ‘do it yourself’? Este barcelonés decidió desarrollar "una máquina automática asequible para la gente normal" y se marcó una meta aún mayor: "Democratizar el mundo textil".
Dio el primer paso en su misión con su proyecto fin de grado. Presentó Open Knit, una suerte de impresora 3D de código abierto alimentada con hilos. El invento tuvo más éxito de lo que esperaba. Subió un vídeo a Vimeo, vistiendo con sus divertidas prendas de colores a los maniquíes de Mango o Zara, que despertó el interés de medios y ‘makers’. Así que hace unos meses creó Kniterate para que sus máquinas no se queden en un simple proyecto.
De Londres a Shenzhen…
Pasar
a ser el CEO de una ‘startup’ no ha sido un cambio fácil para Gerard.
Ha estudiado Dirección Cinematográfica y Diseño Audiovisual y se ha
curtido en el mundo del arte interactivo. Invitó a los turistas y
vecinos de Barcelona a ser su propio ‘souvenir’ hace un tiempo —les escaneaba e imprimía en 3D una réplica de sí mismos— y participó en la creación de la primera orquesta ‘wearable’
en la que ropa provista de sensores emitía sonidos.
“Esos inicios como precarios nos permitieron adquirir un montón de conocimientos, también nos dieron mucha libertad”, rememora Rubio. La escasez de recursos para lanzar sus proyectos le obligó a aprender electrónica tirando de imaginación.
“Esos inicios como precarios nos permitieron adquirir un montón de conocimientos, también nos dieron mucha libertad”, rememora Rubio. La escasez de recursos para lanzar sus proyectos le obligó a aprender electrónica tirando de imaginación.
"Al ver el interés que estaba generando Open Knit, la impresora de
ropa, me planteé la idea de por qué no llevar esto más allá". Este
artista vio que emprender la caminata era difícil en España, así que
cofundó Kniterate en Londres hace unos meses junto a Triambak Saxena, un biólogo al que conocía desde el instituto y que se encarga del desarrollo empresarial, y a Tom Catling, un astrofísico británico que se ha convertido en un experto de la fabricación textil.
Hace unos meses, recibieron el apoyo de la aceleradora de ‘hardware’ HAX,
ubicada en Shenzhen. Con la financiación que han conseguido (100.000
dólares, unos 90.000 euros) y todo lo que han aprendido trabajando en el
Silicon Valley chino de la electrónica, han podido perfeccionar su
máquina. "Ir a Shenzhen fue un poco como profesionalizar la empresa.
Adquirimos conocimientos a todos los niveles", apunta Rubio. "Poco a poco, sin darnos cuenta, nos fuimos decantando por una máquina más profesional, más duradera y con unas características superiores".
Adquirimos conocimientos a todos los niveles", apunta Rubio. "Poco a poco, sin darnos cuenta, nos fuimos decantando por una máquina más profesional, más duradera y con unas características superiores".
El prototipo con el que llegaron a HAX era ‘low cost’: estaba
fabricado a partir de piezas impresas en 3D o de madera. Poco a poco,
las han reemplazado por otras de acero o plásticos más resistentes. Por
ello, la máquina final, que acaba de regresar a Machines Room, el espacio para ‘makers’
en Londres donde le están dando los últimos retoques, no será
finalmente ‘open source’. Sería difícil que alguien llegara fabricar por
su cuenta este laborioso invento.
Pese a ello, el proyecto sigue
hundiendo sus raíces en el universo de la impresión 3D, gracias al que
se ha creado una auténtica comunidad de entusiastas que comparten los
diseños de sus creaciones a través de páginas como Thingiverse.
"Está muy inspirado en el mundo de las impresoras 3D, en todo ese
ecosistema de ‘tenemos la máquina, tenemos el programa que genera
archivos y hay una red social donde se pueden compartir esos archivos’",
señala Rubio.
Además de trabajar desarrollando la impresora de ropa, han creado una
plataforma ‘online’ gratuita: quien lo desee puede diseñar sus propias
prendas fácilmente a través de plantillas o incluso empezar de cero.
Además, al ser un proyecto colaborativo, otros pueden disfrutar de los
diseños.
“[Se trata de] ofrecer a la gente nuevas opciones a nivel
de consumo y también generar nuevos lazos sociales a través de
compartir este tipo de archivos y que la gente desarrolle un poco más su
creatividad”. El movimiento ‘hazlo tú mismo’ ha llegado a la moda —la 'startup' española We are Knitters triunfa enseñando a la gente a tejer por internet— y la máquina de Rubio es una novedosa vuelta de tuerca.
… y a Kickstarter
Ahora
bien, ¿tendremos esta máquina en nuestra propia casa para tejer
nuestros jerséis y bufandas? Rubio estima que cada una costará entre
3.000 y 5.000 euros, por lo que de momento planean venderlas a escuelas
de diseño, estudios de moda, universidades, ‘fablabs’, talleres o
pequeños negocios como tiendas ‘online’, así como a los particulares más
entusiastas.
"Por un lado, tenemos la gente que lo necesita, esta
gente que está desarrollando ropa", explica el CEO de Kniterate. "Y
luego está la gente más creativa, más inquieta, más ‘maker’ que tiene
más inquietudes sobre cómo se hacen las cosas y que quieren crear cosas,
más concienciada con la producción local".
El usuario que no pueda comprarse una, sigue teniendo la posibilidad de llevar un atuendo personalizado: podrá pedir a Kniterate o al establecimiento más cercano que le impriman la vestimenta.
El usuario que no pueda comprarse una, sigue teniendo la posibilidad de llevar un atuendo personalizado: podrá pedir a Kniterate o al establecimiento más cercano que le impriman la vestimenta.
La idea no solo ha gustado en la meca del ‘hardware’ china. Recientemente la presentaron en el Maker Faire Bay Area de California, uno de los festivales para artesanos digitales más importantes de los que se celebran en ciudades de todo el mundo.
"Ir allí y conocer a cientos de personas estuvo muy bien, recibimos muy buen ‘feedback’, aprendimos un montón sobre cómo la gente quería la máquina y con unas cuantas personas seguimos en contacto".
Su
próxima zancada será lanzar, antes de que acabe el año, una campaña en
Kickstarter, aunque no descartan tampoco recaudar fondos a través de
rondas de financiación para comenzar la producción de las primeras cien
máquinas.
La máquina tarda dos horas en imprimir una bufanda. (Gerard Rubio)
"Ahora estamos empezando a recoger los frutos, que son como las piezas de ropa que salen", bromea Gerard. Tal vez, dentro de un tiempo, también nos animemos a recoger una prenda exclusiva de una de las máquinas de Kniterate. Como la habremos diseñado nosotros, y sabremos cómo se ha fabricado, disfrutaremos mucho más de llevarla encima. " (Cristina Sánchez , El Confidencial, 03/10/16)
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