Clase de primero de ESO del instituto público Santamarca, de Madrid, donde está en marcha el proyecto iDEA. / LUIS SEVILLANO
"A ver, ¿qué es esto que hacéis con las tabletas?”. Varias chicas de
primero de la ESO (12-13 años) levantan la mano. “Pues aquí tenemos los
libros, hacemos los trabajos y los mandamos. Y los profesores nos envían
actividades...”, contesta una. “¿Y os gusta?”.
Los muchachos asienten
en general, pero un alumno al fondo de la clase añade: “Bueno, a veces
cuando vas a mandar el trabajo no tienes wifi y te ponen un cero”. Todos
ríen y la tutora de la clase, Mar Merino, sale al quite: “Pero sabes
que después eso se arregla”. Al parecer, cuando eso ocurre, los chavales
hacen un pantallazo (una foto de la pantalla) con la hora para
demostrar después que el encargo estaba hecho a tiempo.
Esta es la clase del instituto público Santamarca, en el barrio
madrileño de Chamartín, en la que se ha implantado este curso el
proyecto piloto de Universo iDEA, una plataforma creada por la Fundación
Albéniz que intenta integrar todos los recursos digitales de enseñanza
que suelen estar dispersos —en distintos formatos, diseños, marcas y
tecnologías—, alrededor del libro de texto.
Esa es quizá la gran novedad de este sistema: es una base tecnológica
en la que cualquier editorial puede colocar sus libros; cada colegio,
cada profesor, elige, y después los padres lo compran; igual que con los
libros de papel.
Así, alrededor del libro de texto se inserta todo lo
demás: un banco de recursos vinculado a los temas; los sistemas clásicos
de comunicación digital entre docentes y alumnos, o los de gestión
docente (de asistencia, control de notas, etcétera).
Las familias, cuando abonan el libro, pagan también todo lo demás, la
plataforma y el mantenimiento (cada editorial, de momento son cinco,
llega a un acuerdo con iDEA para colocar sus textos en el sistema).
Antonio González, director del proyecto, explica que otro punto de
partida fue que el gasto fuera, como máximo, el mismo que con los libros
de papel, aunque calcula que podría llegar a ser un 10% o un 15% más
barato.
Tanto González como Vicente Ferrer, vicepresidente de la
Fundación Albéniz, insisten en que la clave es dar una herramienta
única, pero flexible, para normalizar el trabajo con nuevas tecnologías
en las aulas.
Los centros, por su parte, necesitan acceso a Internet (no hace falta que sea muy bueno, porque se puede trabajar offline,
sin conexión, e ir actualizando contenidos periódicamente) y pizarras
digitales.
La docente de Ciencias Naturales Mar Merino cuenta que a ella
le cuesta ir subrayando sobre la pizarra digital —“A veces lo tacho”—,
pero que para los alumnos, con la tableta, es más fácil. Al final de la
clase los estudiantes pueden guardar en su tableta esa página que han
ido retocando en sus libros, o la imagen de las anotaciones que ha ido
haciendo la profesora en la pizarra.
Todo se puede ir enriqueciendo, cuenta Merino con notas, con páginas
externas, fotografías... “El otro día hicieron un vídeo con la tableta
en laboratorio, sobre la disección de un corazón”, explica. Merino, que
lleva 32 años dando clase en centros públicos, dice que estos recursos
pueden enganchar y motivar más a los chavales, por ejemplo, para
investigar por su cuenta:
“Te sorprenden muchas veces, que vienen y te
dicen: ‘Mira, profe, la foto que he encontrado de lo que vimos ayer”.
Uno de los principales resultados de la encuesta hecha en los tres
centros del proyecto piloto (el Santamarca, el Arturo Soria, también de
Madrid, y el Alquibla, en Murcia) es que los docentes opinan que la
herramienta facilita una enseñanza participativa e individualizada y,
así, atender mejor “a los alumnos con dificultades o necesidades
especiales”. Merino insiste, en todo caso, en que los alumnos siguen teniendo cuadernos de papel y que no todo en clase se hace con las tabletas.
El coste de estas, que corre a cargo de las familias, es una
preocupación para esta docente. Aunque este año son todas Samsung (que
junto a la Fundación Albéniz y la editorial Pearson impulsa el proyecto
piloto), en el futuro puede ser una fuente de diferencias entre los
alumnos que puedan comprar el modelo más moderno y los que apenas puedan
llegar al más barato." (El País, 28/04/2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario