Un usuario se descarga la aplicación para participar en el proyecto 'The human face of big data'
"El rastro de información que dejamos constantemente en nuestra intensa
relación con la tecnología se ha convertido en una base de datos
inagotable cuyo uso está cambiando la humanidad. Un experimento
presentado ayer en Londres mostró el poder de una aplicación que ha
obtenido información privada de un millón de voluntarios a través de sus
smartphones.
La iniciativa quiere mostrar “los beneficios” de
compartir nuestros datos en Internet, pero ¿seremos capaces de gestionar
esa información con fines beneficiosos para todos o acabará por
convertirse en un poderoso instrumento que facilitará nuestro control y
manipulación? (...)
Según un grupo de expertos encargado del proyecto Human Face of Big Data,
gran parte de esta información está hoy desperdiciada en el
ciberespacio y podría mejorar el futuro del ser humano en asuntos como
la salud, la seguridad, el medio ambiente, las relaciones personales o
los negocios.
Desde el 25 de septiembre, aproximadamente un millón de personas
están compartiendo su vida privada a través del móvil para participar en
este experimento y poder cotejar sus hábitos y costumbres con los de
personas en todos los rincones del planeta. Se espera que de aquí a
diciembre entre uno y diez millones de personas se descarguen esta
aplicación gratuita llamada The Human Face of Big Data. Por ahora solo
está disponible para Android, pero en los próximos días también se podrá
obtener la versión de Apple.
Todos estos voluntarios anónimos están
dispuestos a compartir su vida con el prójimo a cambio de poder comparar
sus hábitos con los de otros seres humanos o encontrar su alma gemela
de los datos. Al terminar el experimento, dentro de dos meses, la
información será cedida a un museo en Estados Unidos —que no han
identificado— que la analizará y la aplicación dejará de funcionar.
“Big Data se asocia siempre al temor de acabar viviendo en un Gran
Hermano. Efectivamente, hay un elemento de esto, pero existe otra cara
con la potencialidad de mejorar el mundo a través de su análisis, de
comparar patrones de comportamiento y datos demográficos”, comentó ayer
David Menninger, el responsable del desarrollo del negocio de EMC. (...)
La pequeña compañía de Porway, con solo dos empleados pagados, sabe
utilizar la información que nos ofrece Internet para, por ejemplo,
asesorar a una ONG sobre si recauda más dinero enviando sus correos
electrónicos el lunes o el viernes. “Podemos analizar el número de
personas que han abierto esa correspondencia, cuántas veces han pinchado
sobre ella y si donaron dinero o no”.
Porway ha reclutado a cientos de
voluntarios que trabajan sin remuneración alguna para analizar los datos
de la web. Él llama a sus voluntarios data scientist
(científicos de los datos) y habla entusiasmado sobre cómo la presencia
de uno de ellos en cada empresa podría mejorar exponencialmente sus
beneficios. “Es alucinante pensar que alguien pueda dar sentido, ordenar
y parangonar todos estos datos que a veces se pierden en el
ciberespacio”. (...)
Al descargarnos The Human Face of Big Data en el teléfono, el GPS
comienza a obtener “información pasiva”, por ejemplo, dónde vamos, a qué
hora nuestra actividad es mayor, cuántos kilómetros recorremos en una
jornada y a qué velocidad.
El usuario puede responder además una serie
de preguntas sobre sus sueños, opiniones sobre la familia, confianza,
sexo, suerte… Preguntas como: ¿cuál es tu fantasía?, ¿qué quieres hacer
antes de morir? o ¿si pudiera modificar el ADN de su hijo qué le daría,
longevidad o inmunidad?” forman parte de este juego.
Uno de los pagos que estas personas obtienen a cambio de regalar su
privacidad a la causa es poder hallar a su alma gemela. De entre todas
las personas que han utilizado la aplicación encuentran aquella que más
se les parece, la que hace lo mismo que ellos, la que comparte sus
sueños… (...)
Marion es francesa, tiene 35 años y es una de las personas que se han
enrolado en este experimento. Está contenta de haber encontrado a su
alma gemela, un hombre de 42 años que vive en Madrid, pero confiesa que
antes de descargarse el programa tenía miedo “de que las preguntas
fueran demasiado inquisitivas”.
La que consideró más inquietante es la
que se refería a su religión y a sus sueños. “Pero esa era una cuestión
muy abierta y uno puede elegir cuánto involucrarse. El resto son
preguntas sobre estilo de vida, como si tenía perro cuando era pequeña y
cosas así”, nos comenta al teléfono.
Marion, como el resto de voluntarios, ha aceptado un nivel más de
intrusión al abrir sus vidas a esta aplicación, pero todos nosotros
exponemos nuestras vidas en mayor o menor grado y contribuimos cada día a
generar esos cinco exabytes de información cuando abrimos el Facebook,
cuando escuchamos una canción en Spotify, cuando actualizamos nuestro
perfil de Twitter.
¿Qué nivel de control tenemos sobre la información
que emitimos? ¿Podemos ser invisibles a los ojos de Internet si lo
deseamos? ¿Cómo afectan a este proyecto entusiasta noticias como la que
surgió la semana pasada de que un error en la privacidad de Facebook había dejado al descubierto los mensajes privados de sus usuarios previos a 2009?
“No tengo respuesta para esto”, confiesa el fundador de Data Kind Jake Porway, cuyo eslogan es Datos al servicio de la humanidad.
“En nuestra empresa somos conscientes de que cada uno de los datos que
manejamos proceden de la vida íntima de un individuo, que el número
cinco millones de la investigación sobre los recursos de un hospital es
un ser humano enfermo.
Pero es evidente que hay un sacrificio y puede
haber errores cuando damos nuestros datos, igual que asumimos que nos
pueden romper un espejo retrovisor cada vez que dejamos nuestro coche en
el aparcamiento. Eso no quiere decir que el uso de estos datos en las
manos apropiadas no pueda cambiar nuestra vida para mejor”.
Entre las aplicaciones positivas, los expertos citaron como ejemplo
la posibilidad de detectar y llevar vacunas contra la polio a una gran
parte de la población del norte de Nigeria, que no figuran en ningún
registro público. Otro ejemplo fue la posibilidad de controlar la
expansión de las enfermedades que contagian los insectos, como la
malaria.
“Se sabe que los insectos se acercan al agua, así que imágenes
aéreas como las de Google Earth nos pueden mostrar dónde están los lagos
y las piscinas y dónde están los posibles focos de infección sobre los
que se puede actuar”, explicaron ayer en Londres. Las virtudes
innegables de esta nueva revelación informativa se contrarrestan en la
balanza con el derecho a la privacidad de los individuos. ¿Qué sucede si
esa piscina es la mía y la foto aérea fue sacada cuando estaba haciendo
toples en ella?" (El País, 03/10/2012)
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