“La impresión en 3D va a transformar la forma en que entendemos la
arquitectura. Podremos diseñar algo, al final del día enviarlo a una
máquina y, por la mañana, terner una impresión en tres dimensiones de
ese diseño”.
Estas palabras, preñadas de optimismo acerca del futuro de
una de las tecnologías que más expectativas ha levantado en los últimos
años, son de Norman Foster. El británico, reconocido arquitecto y
apasionado defensor de las vanguardias, lleva tiempo experimentando con
impresoras 3D, e incluso lidera un proyecto de la Agencia Espacial
Europea que estudia la viabilidad de emplear esta técnica para construir
una base lunar.
Precisamente Tommaso Ghidini, responsable de Tecnología
de Materiales en la ESA, asegura que la impresión 3D es una invención
disruptiva a la altura de lo que significó la máquina de vapor, pero que
todavía teníamos que cambiar nuestra forma de pensar para aceptarlo.
En un artículo publicado en marzo de 2017 Wired se preguntaba si
seríamos capaces de vivir en una casa que hubiera sido impresa. Una
pregunta que, según la publicación, tendremos que responder pronto
porque la carrera para tener el primer edificio salido por completo de
una impresora 3D ya ha comenzado: “imaginemos un futuro en el que no
solo las casas, sino calles enteras serán impresas de una sola pieza.
Ese es el potencial de esta tecnología… si funciona”.
El condicionante
final se debe a que, aunque existen múltiples experiencias sobre la
posibilidad de imprimir obras de ingeniería civil (desde puentes a
edificios de apartamentos), los proyectos más ambiciosos todavía no han
sido realizados.
A pesar de las dudas que genera, Hans Vermeulen, uno de los
fundadores del estudio de arquitectura holadés DUS, cree que esta
tecnología va a revolucionar el urbanismo del futuro: “uno de los sueños
que tenemos como compañía, y que compartimos con el ecosistema que
rodea la impresión digital de edificios, es crear soluciones que se
encuentren en la base de la pirámide. Si ganas en los materiales, ganas
también en sostenibilidad y además ahorras dinero.
Al final se trata de
construir mejores ciudades de forma más rápida y más barata”. Vermeulen
habla desde la experiencia, puesto que DUS Architects fueron los
responsables de levantar en 2016 la sede temporal de la presidencia
holandesa de la Unión Europea. El proyecto que afrontan ahora es mucho
más ambicioso, puesto que piensan imprimir una edificación al estilo de
las clásicas casas de los canales de Amsterdam. Su idea, a pesar de la
cultura digital que guía el estudio, no pretende ser un corta-pega de la
arquitectura tradicional.
Quieren innovar, tanto en los materiales que
utilizarán en la construcción (que pueden ser distintos para cada
habitación de la casa), como en las técnicas de impresión. Se trata,
como dice el manifiesto que comparten en su página web “de investigar
haciendo”. Pero quieren, además, que la suya sea una arquitectura
bonita, sostenible, escalable y con conciencia social.
Vermeulen cree que la evolución de la impresión en 3D puede
solucionar los graves problemas habitacionales que sufren muchos páises
en el mundo, puesto que representa una democratización de la
arquitectura.
A través de Internet y gracias a las máquinas todo puede
compartirse para reducir costes e impacto ambiental, por eso Vermeulen
asegura que ellos buscan diseños inteligentes que puedan llegar a todo
el mundo porque, añade, “si quieres ser útil para 7.000 millones de
personas, es evidente que no todos pueden permitirse un proyecto
especial”. (Hans Vermuelen, Cofundador de DUS Architects, El País, 30/04/17)
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