"La deep web -o internet profunda- no goza de muy buena fama. Cuando
salta a los medios de comunicación, suele hacerlo en forma de titulares
sensacionalistas, escritos en la mayoría de ocasiones por gente que no
conoce bien la cuestión, y en los que se habla de venta de armas o
drogas, pornografía infantil o redes terroristas.
Aunque no sea cierto,
la deep web es pintada como el octavo círculo del infierno de Dante. Y,
claro, hace falta un Virgilio digital para adentrarse en un lugar
aparentemente tan peligroso. Lo curioso, es que el guía del averno -el
llamado proyecto TOR, la red de comunicaciones con la que acceder a la
internet profunda- tiene como mecenas a compañías como Google, y haya
instituciones tan prestigiosas como la universidad de Cambridge o Human
Rights Watch que lo avalen.
Porque la principal característica de la
deep web no es lo que allí se puede encontrar, sino que se entra a la
misma en condiciones de absoluto anonimato: nadie sabe quién eres, desde
dónde te estás conectando ni el lugar al que deseas llegar. De esa
tarea, la de hacer invisible y borrar las pistas del usuario, es de lo
que se ocupa TOR.
El proyecto TOR (acrónimo de The Onion Router)
fue creado por Roger Dingledine, Nick Mathewson y Paul Syverson y puesto
en marcha por el Laboratorio de Investigación Naval de los Estados
Unidos en el año 2003. Un proyecto militar en manos de la inteligencia
para poder navegar por Internet sin ser identificado.
La revista Rolling
Stone, en un artículo que titulaban astutamente con un llamativo
“buscando camellos, traficantes de armas y disidentes políticos”,
señalaba la paradoja de que el departamento de Defensa estuviera
persiguiendo actividades realizadas gracias a una idea financiada
principalmente por ellos.
Esto es así porque en realidad la deep web no
es la versión online de un barrio de San Salvador repleto de
delincuentes. La posibilidad de navegar de forma anónima no está pensada
para cometer delitos (ni por supuesto se usa mayoritariamente para
ello), sino para garantizar la seguridad del usuario gracias a que nadie
puede acceder (a no ser que él mismo lo permita) a sus datos privados.
En
la actualidad TOR, que está programado con software libre, se sustenta
en el trabajo de voluntarios y se financia a través de donaciones. Tiene
más de dos millones y medio de usuarios, entre los que hay periodistas,
activistas y ciudadanos de países con gobiernos dictatoriales que
necesitan evitar la censura; pero también gente corriente que elige este
sistema para evitar que les geolocalicen, que empresas sin escrúpulos
vendan sus datos o, simplemente, que terceros se enteren de sus
conversaciones privadas.
A pesar de los altos niveles de seguridad de
TOR, el propio Nick Mathewson, uno de sus creadores, cree que la
invisibilidad completa no es tan fácil de conseguir. E insiste en la
necesidad de utilizar sistemas más seguros y concienciarnos de que somos
los principales interesados en preservar nuestros datos personales.
De
esta forma Internet será un lugar mejor. Y ofrece algunos consejos para
hacerlo: “encripta tu disco duro, encripta tu teléfono, no uses las
redes sociales para nada importante y utiliza herramientas como TOR para
navegar por Internet”. (Nick Mathewson , Cofundador de TOR , El País, 25/05/17)
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