“Una de las iniciativas más originales, y que mejores resultados ha dado, ha sido la de toma de empresas. Compañías que los dueños deciden cerrar, quizás por haberse ido a la bancarrota, o por una mera cuestión especulativa, y que los trabajadores hacen suyas por la fuerza.
En cada una de las empresa que visito en Buenos Aires, me sucede algo curioso: hasta el último de los trabajadores me viene a saludar, a comentarme cómo progresa el negocio, ya que todos, desde los encargados de mantenimiento y los guardias de seguridad hasta los coordinadores de marketing y los comerciales son propietarios, directivos y responsables últimos de la compañía.
El artífice de esta verdadera revolución en la forma de concebir los negocios en la Argentina, de estas empresas sin jefes ni patrones, es Luis Caro. (…)
La oportunidad de poner en práctica sus aspiraciones sociales le llegó en el año 2000, cuando numerosas empresas comenzaron a cerrar como consecuencia de la crisis económica que despuntaba en el horizonte argentino. Especialista en quiebras, se acercó a algunas de estas compañías para asesorar a los trabajadores que se resistían a abandonar sus puestos de trabajo.
“Muchos se habían desempeñado en esas fábricas durante veinte o treinta años, así que, en lugar de regresar a sus casas y esperar una indemnización que nunca les iba llegar, pues la ley de quiebras del menemismo daba prioridad a los bancos acreedores en el cobro de las deudas, se quedaban a luchar”, afirma. “Por la edad que tenían la mayoría, sabían que difícilmente tendrían posibilidades de volver a ser contratados”. (…)
“Al principio pensaban que no iban a poder, que no estaban capacitados, pero lo cierto es que ellos conocían esas fábricas mejor que nadie”, me dice. “También les preocupaba no contar con un capital para hacerla funcionar, ya que la mayoría, debido a la suspensión de pagos, llevaban meses sin cobrar sus salarios”.
Lo que Luis Caro explicaba a los trabajadores era que su experiencia y su capacidad constituían en sí mismas un capital con el que poner en marcha las compañías. En los folletos de la organización que ha creado, el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas por los Trabajadores, señala que una empresa con 100 obreros que cobran 500 dólares, en cuatro meses cuenta con 200.000 dólares de inversión para comenzar a funcionar.
Continúa... (VIAJE A LA GUERRA (Hernán Zin): Los empleados al poder: empresas sin jefes ni patrones)
“Asesorados por el abogado Luis Caro, y sin más capital que su propia capacidad de trabajo, las gestionaban entre todos, dividiendo las ganancias por partes iguales y tomando las decisiones en asambleas.
Una de las primeras empresas recuperada por sus empleados en la Argentina fue Ghelco, productora de dulces y jaleas para grandes compañías alimenticias como Nestlé. Junto a sus trabajadores, Luis Caro entró un día por la fuerza, rompiendo las cadenas de la puerta, y la puso a funcionar.
En aquel momento tenían un solo cliente que se comprometió a comprar el mismo las materias primas. Con lo que les pagó a fin de mes, hicieron frente a los gastos de luz y pudieron adquirir nuevos insumos. No fue poco el tiempo que tardaron en hacerla rentable. Pero hoy tienen una amplia cartera de clientes y todos cobran un sueldo veces superior al que percibían cuando la empresa no les pertenecía.
Luis Caro sorprende ante todo por su extraordinaria capacidad de trabajo y por su férreo compromiso con el modelo de gestión horizontal, igualitaria que ha creado. Durante varios días lo acompaño a visitar diversas empresas recuperadas, desde hospitales, fundiciones, fábricas de cerámicas, hasta un periódico y unos astilleros.
“Pero sus vidas no han cambiado sólo en lo material, también han aprendido ha creer en sí mismos, en sus posibilidades, ya que ha tenido que aprender a hacer de todo, de labores comerciales hasta marketing y publicidad”.
La recuperación de Ghelco no fue sencilla. Luis Caro luchó en los tribunales, aduciendo principalmente el derecho a trabajar de la gente, hasta que la legislatura de la provincia de Buenos Aires entregó la empresa a sus empleados.
Eso sí, aún tienen que hacer frente a la deuda que el antiguo dueño había contraído con los empleados. Una de las claves del éxito de la empresa, según señala Luis Caro, es que, al no tener gastos que hacer frentes a gastos de producción ni tener que pagar plusvalías, tiene unos costes de funcionamiento muchos menores. “Antes, el 70% de las ganancias eran dedicadas a cubrir los excesivos sueldos de los jefes". (Viaje a la guerra, 22 Enero 2007: Hospitales sin jefes, periódicos sin jefes, astilleros sin jefes ni patrones...)
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