Su objetivo central no es ayudar a las grandes corporaciones en crisis, sino salvar a los pequeños periódicos locales que están cerrando o al borde del cierre después de dos siglos de ejercer de símbolos en sus comunidades. El último en desaparecer ha sido el Seattle Post-Intelligencer, la empresa más venerada en la ciudad de Boeing y Starbucks.
Según la ley en discusión, los periódicos contarán con patrocinadores cuyas donaciones estarán sujetas a las deducciones fiscales fijadas en la legislación sobre sociedades benéficas. Los ingresos por venta en quiosco, suscripciones o publicidad tendrán también rebajas de impuestos.
Los diarios bajo ese régimen podrán, por supuesto, seguir cubriendo la información política, incluidas las campañas electorales. Pero tendrán que ser muy escrupulosos en la ecuanimidad de esas coberturas y no podrán respaldar oficialmente, como es tradición en EE UU, a ningún candidato. La ley recomienda también una mayor dedicación a la cultura y a noticias que redunden en una mejor formación democrática de los ciudadanos. Se trata, en el fondo, de repetir en el sector privado el modelo que hoy funciona en la radio y la televisión pública, ambas de gran calidad e independencia ideológica.
"Puede que esta no sea una opción óptima para las grandes cadenas y conglomerados de medios de comunicación, pero sí puede ser una salida para muchos periódicos que están luchando por salir a flote", dice Cardin en su propuesta. "La economía representa un problema", añade, "pero el modelo de negocio de los periódicos, basado en la circulación y la publicidad, está quebrado, y esto representa una auténtica tragedia para nuestra nación y para nuestra democracia". (El País, ed. Galicia, Sociedad, 27/03/2009, p. 36)
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