La española Omemo revoluciona la forma de compartir archivos. Pablo Soto, creador del sitio, fundó anteriormente Blubster, otro programa para que la gente intercambie sus contenidos. (…)
Ahora tiene 27 años, "la vida ganadísima", y un nuevo proyecto, Omemo, con el que pretende revolucionar la forma en que compartimos archivos.
Su empresa se llama MP2P (la M por Manolito, la primera palabra que pasó de un ordenador a otro con su primer software) y está en un piso de una comunidad de vecinos. (…)
Soto explica Omemo sin palabros: "Todos tenemos espacio muerto en el disco duro y una conexión ADSL que infrautilizamos; Omemo, une todos esos espacios vacíos. Imagina que juntamos los rincones muertos que tenemos en casa, y con esos metros de pasillo y esos huecos de escalera, nos montamos un chalet en la sierra y lo compartimos".
El chalet tiene tres grandes ventajas. Es enorme ("en Omemo cabe Flickr, cabe Wikipedia, caben los cachés de Google..."), no necesita servidores, por lo que no hay apenas gastos, y protege el anonimato de los usuarios.
Soto dibuja un círculo formado por los ordenadores de la gente. Cuando uno necesita, pongamos, un documento que está en el extremo opuesto del círculo, se lo pide al ordenador que tiene más cerca, y ése al siguiente, y ése al otro. El quid es que nadie en la cadena sabe quién es el destinatario; tampoco, quien almacena el documento sabe quién lo ha escrito, ni quien lo escribe sabe quién lo está leyendo.
"La única manera de garantizar la libertad de expresión es el anonimato," dice Soto, cuyo programa promueve el autocontrol de los contenidos por la propia comunidad. Y zanja cualquier relación entre el anonimato y el delito con un "compartir no es crimen, es libertad".
Soto, que ha tenido varios grupos, tiene un punto rock & roll en su discurso: "Yo diseño tecnología disruptiva. No busco penetrar en el mercado, hago cosas que no compiten con nada, creo conceptos nuevos que rompen con los mecanismos industriales".
Soto practica la revolución a través de la informática: "Con esto pierdo dinero. Lo hago porque es importante. Si mi generación de frikis no hacemos lo correcto, vamos a pinchar. Y cuando mis nietos me pregunten dónde estaba yo cuando pinchamos quiero responder: 'Luchando para que no fuera así". (El País, ed. Galicia, CiberPaís, 21/02/2008, p. 6)
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