Egipto, un volcán a punto de estallar. El paro, los altos precios y la pobreza espolean las tensiones sociales.
dos largas colas rodean la oficina del registro civil del distrito de Pirámides, una de hombres y otra de mujeres. Aquí, quienes no se han beneficiado del boom de la liberalización, las privatizaciones y el turismo, esperan para obtener una de las nuevas tarjetas de racionamiento que les den acceso a los productos subvencionados. Ese cupo de aceite, azúcar, arroz y lentejas constituye el único alivio vital para ese 44% de la población egipcia que, según un reciente informe del Banco Mundial, vive por debajo de la línea de pobreza.
La línea de pobreza significa menos de un dólar al día, 165 libras egipcias (20 euros) al mes, pero ¿cuántos más de los 76 millones de egipcios no superan las 200 o las 500 libras mensuales? "No sé cómo lo hacen", admite A. I., una viuda con una profesión liberal y dos hijos, en una de las modernas cafeterías del City Stars. "Yo tengo un buen salario, unos 300 euros al mes, pero sólo en la educación de mis hijos gasto casi 600. Si no trabajara también para una empresa extranjera apenas sobreviviríamos". El pluriempleo es la norma entre quienes tienen la suerte de estar cualificados. (…)
"El nivel de pobreza da miedo", afirma Ibrahim Eissa, director del diario independiente Al Dostur y una de las voces más críticas con el Gobierno. "Se ha abandonado a la sociedad a su suerte y hasta ahora las corruptelas compensaban la inflación, pero desde el año pasado los precios aumentan a un ritmo que no hay soborno que lo compense", elabora. "Hasta hace algunos años también ayudaban las remesas de los emigrantes, dos millones en Irak, un millón en el golfo Pérsico, pero han vuelto, hay mucho paro, los recursos son limitados y no hay desarrollo".
La ansiedad que genera esa situación ha quedado patente durante 2007, que los comentaristas han bautizado como "el año de las sentadas". Según un recuento periodístico, hubo 700 huelgas y protestas laborales en un país en el que las manifestaciones están prohibidas. Y la tendencia continúa. "La población está herida", interpreta Eissa, "pero carece de organización política o sindical; no hay un partido o una corriente capaz de canalizar ese malestar". Al comentarista le preocupa esa situación. "Sin duda está contribuyendo al aumento del integrismo, del hiyab, de la violencia, de la corrupción, de las tensiones interreligiosas e incluso de los crímenes", añade. (…)
"Egipto es como un volcán a punto de estallar", advierte Eissa. Lo más grave, en su opinión, es que "el Estado carece de herramientas para atajar la situación porque está negando la realidad". (El País, ed. Galicia, Internacional, 11/02/2008, p. 6)
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