“…Y pocos lo entienden. La superposición sin orden ni concierto de la vieja política (agua subsidiada, ausencia de control, etcétera) con los nuevos conceptos de sostenibilidad propicia el tótum revolútum que nos preside, un laberinto del que va a ser difícil salir.
Y mientras se ignoran (no da votos) graves problemas. Ahí va un catálogo apresurado:
1. Política tarifaria inexistente.
2. Administración obsoleta.
3. Contaminación creciente.
4. Descontrol de los usos (el gasto se conoce ¡por estadísticas del INE!).
5. Descontrol de los recursos (un millón de pozos ilegales).
6. Perversos procesos de privatización.
7. Por la falta de políticas de ordenación del territorio, competencia entre usos urbano y agrícola.
8. Defectuoso mantenimiento de infraestructuras.
9. Guerras entre cuencas.
10. Recursos convencionales (ríos y acuíferos) exhaustos.
11. Trasvases con fecha de caducidad y concesiones que superan la aportación natural del río.
(…)Y así antes que disgregar competencias, habría que agregarlas. Como en Australia, también país de hidrología semiárida. Sabedores de que un único timón propicia navegar con rumbo firme y certero acaban de concentrar las responsabilidades en una Oficina del Agua. Y después, para poder hacer lo que se debe hacer, educar al ciudadano. Conviene repetirlo porque hay mucho en juego. Sobre todo si se cumple la predicción del estudio sobre cambio climático más completo hasta ahora realizado, y que en breve se presentará en París. Los recursos de las cuencas mediterráneas pueden menguar un 30%. Blindar un río no es, pues, un problema más dentro del complejo puzzle autonómico. Condiciona la pervivencia de las generaciones futuras y viola la Directiva Marco del Agua. Demasiado como para tratarlo sólo en clave política.” (ENRIQUE CABRERA: Laberinto hídrico. El País, Opinión, 07/01/2007, pp. 15.)
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