“(…) ¿Qué efecto ha tenido el cambio tecnológico en la población? Una vez lograda la práctica alfabetización del mundo desarrollado, el consumo constante de información ha producido un masivo ejercicio lector que ha operado una inversión en las premisas que relacionan pensamiento y escritura. La escritura ha dejado de ser el reflejo del pensamiento, para pasar a ser el eco de un molde narrativo previo al que cada pasaje puede aportar una variación o con el que se puede contraponer. El receptor de un texto leía desde un pensamiento en blanco poblado de credulidad e interés; ahora lee escaneando datos, sabedor de que un gran porcentaje de los mismos será redundante. La consecuencia inmediata de nuestra pericia lectora es que nuestro referente, además del fonema (de la oralidad), es también la imagen visual de las palabras, por lo que las grafías se han comenzado a apocopar (piénsese en los SMS o en las siglas). El salto abismal que ha dado la ortodoxia ortográfica-gramática-sintáctica ha sido viable gracias a este entrenamiento en la lectura.
Al paradigma analógico le ha sucedido un paradigma digital. ¿Qué quiere decir esto? El modelo intelectual antiguo era el que permitían los instrumentos expresivos de entonces: el Yo experimentaba la realidad para después re-producirla a través del tamiz de su subjetividad. Ese acto artístico constituía un acto de re-creación, si bien el objetivo del arte era el de la mimesis (o imitación).
El nuevo modelo, surgido de la era digital, es radicalmente distinto. Lo digital permite la grabación y retransmisión exacta de lo que experimenta el Yo en tiempo real; esto es: el Yo registra y transmite a su Yo clónico. El principio regidor del arte sigue siendo la mimesis, aunque ésta se ha dotado de una significación nueva, pues ha pasado a ser más literal, y la función del artista ha dejado de ser re-productora para ser casi notarial. Ése es el afán del nuevo arte: imitar la realidad sensible con el objeto de inducir una respuesta emocional en el lector.
Las posibilidades de innovación para los escritores dispuestos a arriesgar son infinitas.” (IRENE ZOE ALAMEDA: La literatura de la 'era Gates'; El País, ed. Galicia, Opinión, 24/10/2007, pp. 35)
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