"El pasado 14 de junio de 2017 se inauguró en el Espacio Fundación
Telefónica de Madrid (España) la exposición '3D. Imprimir el mundo'. Tal
como anticipamos en Imprimalia3D, una violinista de la Escuela de
Música Reina Sofía, de la Fundación Albéniz, iba a interpretar una
composición musical con un violín impreso en 3D, réplica de un
Stradivarius que forma parte de la muestra:
Ahora, la Fundación Telefónica ofrece en su portal cuatro visiones
sobre la música y la impresión tridimensional, en los siguientes
términos:
Eva Rabchevska tiene 21 años. Nació en Ucrania, pero lleva desde 2014
en España estudiando en la Escuela de Música Reina Sofía. Alumna de
la Cátedra de Violín Telefónica, hace unos días, con motivo de la
inauguración de la exposición ‘3D. Imprimir el mundo’ de Espacio
Fundación Telefónica, tocaba por primera vez un violín acústico impreso
en 3D que se expone en la muestra y que fue creado como réplica de un
Stradivarius.
Con el gesto se pone de manifiesto una vez más el recurrente debate
“analógico frente a digital” o “tradición frente a tecnología”, y su
presencia en la música clásica y el mundo del arte. La conclusión podría
ser que todo puede solaparse, convivir y crecer de manera conjunta.
Tecnología al servicio del arte y arte como expresión tecnológica,
¿por qué no? La exposición, que puede verse hasta el 22 de octubre en la
4º planta, lo avala y para confirmar la tesis cuatro protagonistas nos
hablan de música e impresión 3D.
La concertista
En un primer momento, Rabchevska pensó que un violín impreso en 3D no
iba a sonar bien. Para ella fue una sorpresa que le resultara tan fácil
tocarlo y que el sonido fuera “casi idéntico al de un violín
tradicional”. Eso sí, por su peso no podría sostenerlo durante demasiado
tiempo y confía en que esa característica se pueda mejorar en el
futuro.
“Con instrumentos normales podemos estudiar dos o tres horas
seguidas, pero hacerlo con este sería un poco más difícil, ya que el
cuerpo se resiente. También he notado que pierde volumen respecto a uno
tradicional, aunque en general la experiencia ha sido muy positiva”,
matiza.
A todos los instrumentos nuevos les cuesta arrancar y no solo a un
violín impreso en 3D. Hoy en día comenzar a tocar un violín creado por
un lutier tiene su complejidad y el intérprete debe darle su propia
forma, su propio sonido. Hay que asumir que los primeros meses suelen
ser así y la situación no varía con uno realizado en 3D.
El cuanto a las técnicas: vibrato, arcos, ataques… Todas pueden
realizarse exactamente igual que con un instrumento clásico. No hay
ninguna variación. A pesar de eso, si tuviera que elegir, la violinista
ucraniana se quedaría con su violín, su ‘Yuri Pochekin’ del siglo XVIII:
“En mi opinión tiene un sonido más amplio y rico, y siento que puedo
expresar más sentimientos y matices que con el violín impreso en 3D”.
Rabchevska considera además que la tradición de tocar instrumentos
hechos por maestros artesanos está muy establecida y después de cuatro
siglos de historia es difícil imaginar que eso pueda cambiar en un
futuro. “Los músicos pensamos que cuando un lutier crea un instrumento,
pone su alma en la producción y eso hace que para nosotros tenga más
valor”.
Sin embargo, no descarta que tal y como se está avanzando en
innovación, la calidad de instrumentos impresos en 3D pueda compararse
con el tiempo a la de los instrumentos tradicionales.
El ingeniero
Laurent Bernadac es ingeniero y violinista. Esta combinación de
profesiones es la responsable de que se lanzara a crear el 3Dvarius, un
violín eléctrico totalmente fabricado gracias a la tecnología de
impresión 3D. Bernadac tenía el empeño de diseñar un instrumento que
cumpliera tres objetivos: confort, ligereza y sonido. Y de paso que
fuera más interesante y jugable pero sin la necesidad de competir con
violines clásicos. La tecnología de impresión 3D era la única que le
permitía alcanzar los tres y apostó por ella.
El resultado es un instrumento, según sus palabras, con un sonido muy
“cálido” debido al cuerpo de una sola pieza, y que se puede utilizar
fácilmente para realizar algunos efectos. Además, “es cómodo, puede
adaptarse a cualquier morfología, y es muy ligero, ya que la repartición
del peso se optimiza para crear la misma sensación que la de estar
tocando un violín clásico”, explica.
A pesar de que afirma no haber sentido rechazo por parte de
violinistas o fabricantes de violines, Bernadac cree que la tecnología
de impresión 3D no está lista para reemplazar la lutería en instrumentos
clásicos. Sí, espera que “en un futuro próximo esta tecnología permita
crear nuevos instrumentos debido a la posibilidad de crear formas
nuevas”.
Además, ve muy probable que la tecnología de impresión 3D posibilite
tener en casa una máquina de producción barata y versátil para
reemplazar las piezas rotas, crear regalos personalizados … Aunque “para
ir más allá tenemos que esperar a la mejora de la calidad de las
impresoras 3D más baratas”.
El profesor
David Muñoz es profesor de tuba y bombardino en el Conservatorio
Profesional de Música y Danza de Gijón. Hace tres años asistió al evento
al TEDx de la ciudad asturiana, participó en un taller de impresión 3D y
de esa experiencia nació un interés por aplicar lo aprendido a su campo
de especialización.
Triditive, la empresa especializada encargada de impartir el taller,
le propuso desarrollar un prototipo de una boquilla para su tuba y así
explorar sus posibilidades . “El objetivo que teníamos era comprobar la
aplicación de la impresión 3D a la música en general, y a los metales y a
la tuba en particular”, explica.
Una vez creado, juntos lo mejoraron hasta lograr un modelo que hoy
funciona perfectamente y que David usa con frecuencia. Esta boquilla
está creada mediante la técnica de fabricación aditiva con un material
llamado PLA, un polímero biodegradable que proviene del almidón de maíz y
además está diseñada de forma interior con una estructura en forma de
panel de abeja. “Eso significa que liberamos mucho peso y tiene más
rigidez. Con ello me di cuenta de que podíamos modificar cualquier
parámetro para adaptarlo a la fisionomía del músico”, explica el
profesor.
Las boquillas tradicionales de una tuba son estándar. Son modelos
genéricos. Con la tecnología de impresión 3D se pueden crear, por tanto,
boquillas personalizadas de forma total y sencilla. Con una tradicional
el músico tiene que hacerse a ella. Es decir, ir probando una tras otra
hasta que encuentra la que que se ajusta más a sus posibilidades. Los
costes, además, se abaratan mucho, “cuesta 30 euros a diferencia de una
estándar, que puede rondar los 100 euros”, añade Muñoz.
En cuanto al sonido, el profesor afirma que casi no se notan las
diferencias. “Si hiciéramos un cambio entre una bien pulida tradicional y
una creada en 3D creo que casi nadie sabría distinguirlas. Es muy
complicado para un oído diferenciarlo. Es el intérprete el que más puede
notar ese cambio, pero más por el tacto con los labios que por la
sonoridad o acústica”, puntualiza.
La creadora
Triditive es una empresa especializada en impresión 3D y Mariel Díaz
es su directora y co-fundadora. Ingeniera industrial y mecánica, maker
incansable y apasionada de las nuevas tecnologías; es de esas que hoy
reinventa el DIY.
David [nuestro protagonista anterior] les transmitió la necesidad que
había en el sector de probar nuevas boquillas para tuba, muy estancadas
en su evolución. ¿Por qué hacerlas en 3D? “Porque probablemente podría
mejorar la forma de tocar del músico solo con el hecho de que pudiera
adaptarse a la forma de su cara”, afirma Díaz.
Después de diferentes análisis y validaciones observaron que imprimir
con este plástico biodegradable hace que la temperatura no afecte tanto
al instrumento. “En invierno, el metal se enfría muchísimo y es muy
molesto para el músico en los conciertos. Sin embargo, el plástico va
mucho mejor”, apuntan desde Triditive.
Mariel Díaz también imparte clases en el Máster de Impresión 3D de la
Universidad de Oviedo. Uno de los objetivos del mismo es promover la
creación de startups a partir de la impresión 3D, ya que en la primera
edición, la necesidad de colaboración entre instrumentos musicales y
esta tecnología se hizo patente. “Un chico decidió apostar por una
empresa de creación de gaitas, el instrumento típico asturiano, y ya ha
llegado a fabricarla completamente a excepción de la vejiga.
Ha hecho
varias validaciones, ha tocado en público, y la gente ni se entera de
que está hecha en impresión 3D porque el sonido no cambia”, explica la
ingeniera. Hablamos de impresión 3D aplicada a la música, pero también a
la tradición.
Por su parte, Mariel insiste: “En realidad nadie sabe si variando la
forma de un instrumento podemos hacer que mejore su sonido. Pero, si se
puede lograr gracias a la impresión 3D, ¿por qué no hacerlo?”. (Imprimalia, 29/06/17)
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