21/1/11

Película producida por... todos


Fotograma de la película española 'El cosmonauta'

" El Festival de Sundance, meca entre las montañas nevadas de Utah (EE UU) para las películas independientes, presenta en su programa, que se inaugura hoy, a varios alumnos aventajados de lo que Hollywood llama crowdfunding y en realidad supone otorgar a la multitud el viejo papel del productor cinematográfico.

The Woods, presente en la cita, es un inmejorable ejemplo de todo esto: por medio de una colecta popular, el director Matthew Lessener logró los 10.000 dólares de presupuesto necesario para terminar su película. ¿Cómo? Acudiendo a la financiación popular en la red.

La clave, como en el resto de los procesos de democratización cultural que imperan en Internet, es que cualquiera puede traspasar la frontera entre el espectador y el agente creador. Y como es habitual en estos casos, todas las aportaciones, por pequeñas que sean, cuentan.

Allison Anders, otra de las hijas predilectas de la nación indie que se da cita en Sundance, también ha recurrido a la financiación popular para Strutter. Su último filme digital cuenta con un presupuesto de 20.000 dólares recaudados mediante Kickstarter, una de las páginas de Internet dedicadas a encontrar dinero para los artistas necesitados.

Hay quien habla de los nuevos mecenas de calderilla. Sea como sea, desde su nacimiento en 2009, Kickstarter asegura haber recaudado 15 millones de dólares entre sus usuarios para los diferentes proyectos fílmicos. Su competencia, IndieGoGo, habla por su parte de millones de dólares para 14.000 proyectos. (...)

También en España. Se está ensayando la fórmula en largometrajes como El cosmonauta, que ayer ya contaba con más de 2.570 productores (los crowdfounders que han comprado en su tienda y que tienen derecho a nombre en los títulos de crédito y una entrada para ver la película). El proyecto lleva dos años con un gran número de seguidores en Internet. Además unos 80 inversores han puesto unos mil euros cada uno.

En plena preproducción, Nico Alcalá, Carola Rodríguez y Bruno Teixidor, los ideólogos, esperan rodar en mayo, mientras asisten a las reuniones que Alex de la Iglesia ha convocado en la Academia sobre la ley Sinde. La película, por cierto, ha abierto otra nueva vía de explotación: al producirse con licencias libres, podrá verse gratis en Internet, donde ya está su teaser.

Claro que en esto, como en casi todo, siempre hay clases. Anders, tras 25 años en la industria, juega con ventaja. La realizadora puede ofrecer a sus contribuyentes regalos donados por sus amigos, como Quentin Tarantino.

Otro ilustre metido a buscar productores en la multitud es Simon Helberg, del reparto de The Big Bang Theory. Está utilizando a sus seguidores de Twitter para recolectar fondos para I Am I. Lo mismo que Neil Gaiman, el autor de Coraline, ha movilizado a sus seguidores para recaudar en la Red los 150.000 dólares que necesita Christopher Salmon para un cortometraje animado.

Las webs de ayuda a los artistas acostumbran a cobrar un porcentaje de los recaudado (un 4% en el caso de IndieGoGo. En cuanto a los donantes, adelantan su dinero normalmente a cambio de que figure su nombre en los títulos de crédito o de algún otro obsequio que por lo general no incluye ningún derecho sobre el filme acabado ni sobre sus posibles ganancias posteriores.

Por un porcentaje similar, Kickstarter marca un tiempo específico para recolectar un mínimo garantizado (por lo general, 2.500 dólares) meta que de no alcanzarse determina el fin de la colecta y con ello la devolución del dinero a quienes se interesaron por el proyecto.

Dicen quienes lo han intentado que conseguir los primeros mil dólares es fácil. Lo complicado llega después. Pero no solo el dinero importa: las películas empiezan a cultivar seguidores y publicidad a la vez. Y serán los propios inversores los que se molestarán en correr la voz por la cuenta que les trae.

Las posibilidades de financiar una película de cien millones de dólares, la media de un blockbuster estadounidense, son escasas con este sistema. Pero como sugiere Slava Rubin, de IndieGoGo, quizá la cosa cambie si un día un Kevin Smith, con 1,7 millones de seguidores en Twitter, decide rodar con financiación popular ese Superman que los estudios nunca le dejaron realizar."

También en España. Se está ensayando la fórmula en largometrajes como El cosmonauta, que ayer ya contaba con más de 2.570 productores (los crowdfounders que han comprado en su tienda y que tienen derecho a nombre en los títulos de crédito y una entrada para ver la película). El proyecto lleva dos años con un gran número de seguidores en Internet. Además unos 80 inversores han puesto unos mil euros cada uno.

En plena preproducción, Nico Alcalá, Carola Rodríguez y Bruno Teixidor, los ideólogos, esperan rodar en mayo, mientras asisten a las reuniones que Alex de la Iglesia ha convocado en la Academia sobre la ley Sinde. La película, por cierto, ha abierto otra nueva vía de explotación: al producirse con licencias libres, podrá verse gratis en Internet, donde ya está su teaser.

Claro que en esto, como en casi todo, siempre hay clases. Anders, tras 25 años en la industria, juega con ventaja. La realizadora puede ofrecer a sus contribuyentes regalos donados por sus amigos, como Quentin Tarantino.

Otro ilustre metido a buscar productores en la multitud es Simon Helberg, del reparto de The Big Bang Theory. Está utilizando a sus seguidores de Twitter para recolectar fondos para I Am I. Lo mismo que Neil Gaiman, el autor de Coraline, ha movilizado a sus seguidores para recaudar en la Red los 150.000 dólares que necesita Christopher Salmon para un cortometraje animado.

Las webs de ayuda a los artistas acostumbran a cobrar un porcentaje de los recaudado (un 4% en el caso de IndieGoGo. En cuanto a los donantes, adelantan su dinero normalmente a cambio de que figure su nombre en los títulos de crédito o de algún otro obsequio que por lo general no incluye ningún derecho sobre el filme acabado ni sobre sus posibles ganancias posteriores.

Por un porcentaje similar, Kickstarter marca un tiempo específico para recolectar un mínimo garantizado (por lo general, 2.500 dólares) meta que de no alcanzarse determina el fin de la colecta y con ello la devolución del dinero a quienes se interesaron por el proyecto.

Dicen quienes lo han intentado que conseguir los primeros mil dólares es fácil. Lo complicado llega después. Pero no solo el dinero importa: las películas empiezan a cultivar seguidores y publicidad a la vez. Y serán los propios inversores los que se molestarán en correr la voz por la cuenta que les trae.

Las posibilidades de financiar una película de cien millones de dólares, la media de un blockbuster estadounidense, son escasas con este sistema. Pero como sugiere Slava Rubin, de IndieGoGo, quizá la cosa cambie si un día un Kevin Smith, con 1,7 millones de seguidores en Twitter, decide rodar con financiación popular ese Superman que los estudios nunca le dejaron realizar." (El País, 20/01/2011)

"Dos webs españolas, que introducen el fenómeno importado de EE UU, ayudan a encontrar financiación para proyectos creativos.

Producir un documental solidario, escribir una novela fantástica o montar un banco de tiempo. El crowdfunding, en español financiación en masa o micromecenazgo, encuentra el dinero necesario para sacar adelante cualquier proyecto creativo a través de Internet.

La idea es sencilla: poner en contacto a creadores y mecenas. Un creador expone su proyecto, lo publicita y lo presupuesta. En un plazo fijo, pero limitado, recibe aportaciones de los mecenas, usuarios que les gusta el proyecto y se involucran en él.

Las aportaciones sólo se hacen efectivas si al acabar el plazo completa la financiación. Los mecenas, a cambio, reciben recompensas: obsequios, descuentos, experiencias... Cuanto más atrayentes y exclusivas sean estas, más mecenas atraerá el proyecto.

Álvaro Neil es el biciclown. Desde 2001, recorre el mundo en su bicicleta bajo el lema Miles of Smiles Around the World (millas de sonrisas alrededor del mundo). Ofrece espectáculos de clown, magia, malabares y acrobacia a favor de los más desfavorecidos y es usuario de Verkami.

"Somos consumidores culturales y creemos que podemos sacar adelante ciertos proyectos que, de otra manera, nunca verían la luz". Joan Sala, biólogo de 52 años, ha impulsado junto a sus hijos Jonás y Adriá, Verkami.

Solo aceptan proyectos creativos o solidarios y establecen un plazo de 40 días para conseguir la financiación. El pago se realiza con tarjeta de crédito a través de Catalunya Caixa, que cobra entre un 1,30 y un 1,45% por cada operación. Se quedan una comisión del 5%, si proyecto sale adelante.

En estos momentos, Neil continúa su gira por Japón, mientras espera producir su documental. "Cuando cierra un periodo de tiempo, suele escribir un libro contando sus experiencias", explica David Tugués, amigo y responsable de la web del biciclown, en conversación telefónica. "Sin embargo, tenía ganas de ganas de grabar un documental de su paso por Mongolia.

Compró cámaras y comenzó a grabar". Para producirlo, busca financiación en Verkami. A falta de 16 días para la finalización del plazo, ha conseguido 1.850 euros, poco más del 50% de lo presupuestado. Desde su propia página web, Neil ha impulsado el clownfunding "para lograr conseguir el dinero. El documental se hará sí o sí", afirma Tugués.

Otra página web es Lanzanos de la que Rafael Cabanillas es uno de sus socios. "Pretendemos diferenciar el mundo creativo y cultural del empresarial", asegura en conversación telefónica. "No ponemos trabas por el lugar de residencia como enla web estadounidense Kickstarter, que si no resides en EE UU no la puedes utilizar".

En Lanzanos, el pago se realiza a través de paypal, una página web que envia dinero a cualquier persona del mundo que disponga de dirección de correo electrónico. El plazo para conseguir la financiación lo establece el propio creador.

Condenados ya ha superado el 120% de la financiación, 828 euros, a menos de mes para que finalice el plazo. Santiago Eximeno, el autor, ha escrito una novela de terror sobre cuatro supervivientes atrapados el Día del Juicio Final. Aunque ya ha publicado varios libros, recurrió a Internet "para probar formas de publicación alternativas".

Con el dinero de más podrá pagar "como es debido" a los colaboradores e ilustradores que han participado en la edición. Y tiene claro que volverá a utilizar este sistema "para sacar adelante otro tipo de edición de revistas". (El País, 21/01/2011)

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