Por esto se le ha considerado centrado en el tejido empresarial, y los otros subsistemas han sido considerados accesorios. Quizá el más accesorio ha sido el entorno en el que actúan los demás agentes, que son, además de las empresas, el tejido productivo, las administraciones, la investigación pública y los múltiples servicios que facilitan el proceso innovador.
Hoy es evidente que esta forma de enfocar la atención a la innovación no ha sido suficiente para explotar todo el potencial económico del conocimiento, y ésta es seguramente la razón fundamental de que se esté haciendo una nueva lectura de aquella clásica herramienta de análisis del proceso innovador.
Todo parece indicar que ha llegado el momento de aplicar más esfuerzos a otros subsistemas, y el que parece que debe ser el elegido es precisamente el del entorno. Y hay muchas razones para ello. En este subsistema están muchas instituciones que no habiendo nacido para la innovación son imprescindibles para que ésta exista. Se trata de instituciones tan importantes como la educativa, la financiera, la legislativa, el mercado y también la cultura de la población.
La empresa innovadora está fuertemente condicionada por su entorno. En él debe encontrar las mentes capaces de entender, crear y aplicar el conocimiento que dará lugar a la innovación. La financiación de estas actividades vendrá de este entorno y dependerá tanto de los recursos disponibles como de la habilidad de los financieros para evaluar las ventajas de las propuestas innovadoras. El mercado es la razón de ser de la empresa y su propensión a innovar está determinada por la actitud de los compradores, tanto públicos como empresariales o individuales. La legislación, la normativa y, en general, la cultura no son menos importantes para el desarrollo de las oportunidades de innovar.
No es pues extraño que después de lo ya conseguido con las políticas de innovación, que han actuado sobre la propia empresa y también sobre la generación de nuevo conocimiento y sobre los servicios tecnológicos, y ante la necesidad de explotar el potencial del conocimiento, que utilizando las palabras de Vannevar Bush parece no tener límites, se pretenda actuar más ahora sobre el entorno. Esta crisis ha acuñado el nombre de "estrategia de innovación", para esta nueva forma de política pública y empresarial de innovación.
Con una estrategia de innovación se pretende implicar a toda la sociedad en el proceso de creación y uso del conocimiento para el desarrollo económico y el progreso sostenible. Si tuviéramos un mejor conocimiento del viejo proceso de la "innovación implícita" tendríamos mejor trazado este nuevo camino, porque el que hemos seguido hasta ahora ha estado guiado por lo que se sabe sobre el otro tipo de innovación.
Pero no cabe duda de que hay una serie de directrices o principios que deben marcar este camino. Tomando, por ejemplo, los primeros borradores de la estrategia que está definiendo la OCDE, con la intención de que sea seguida por sus países, podemos aceptar que será necesario:
- Aumentar la capacidad del ciudadano para participar en todas las dimensiones de la innovación, a través de su formación y haciéndole ver mediante el ejemplo las ventajas de esta actitud.
- Reforzar el marco institucional y administrativo para que no dificulte el proceso innovador.
- Hacer más natural el camino de la innovación, facilitando el acceso a la financiación, estimulando el flujo de conocimiento y el mercado de tecnología y creando una sólida red de infraestructuras tecnológicas.
- Abordar los grandes retos actuales de la humanidad con soluciones innovadoras.
- Hacer que la urgencia de innovar esté presente en toda la gobernanza de la sociedad." (JUAN MULET MELIÁ: Otra forma de impulsar la innovación. El País, Negocios, 24/01/2010, p. 19)
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