Ségolène Royal. Fiel a la imagen que pretendía dar, de una práctica de la política basada en la participación democrática de los ciudadanos, prefirió lanzar amplios debates "participativos" (más de 6.000 en toda Francia) en los que pudiera expresarse la palabra ciudadana, en los que pudieran tenerse en cuenta los temores, las recriminaciones, las rebeliones y las propuestas. Los debates se organizaban a propósito de temas concretos (educación, empleo, jubilaciones, vivienda, sanidad, la mezcla de nuestra sociedad, juventud, seguridad, etcétera) y en cada ocasión estaba presente la candidata o algún otro dirigente, que escuchaba los deseos de los ciudadanos y prometía integrarlos dentro de un programa coherente. Se celebraron miles de reuniones así en todo el territorio nacional y en ellas vimos a gente de todo tipo hablar, proponer y reafirmar su condición de ciudadanos. En esa primera fase observamos a una Francia anónima e indignada que decía cosas que se callan a diario en los medios, denunciaba sufrimientos que la indiferencia habitual oculta, proponía soluciones en las que los políticos y los tecnócratas no piensan nunca. (...)
El programa se ha elaborado en las tres últimas semanas, con la contribución de varios asesores. Después, un grupo de arbitraje ha propuesto una versión coherente que ha servido de base para tomar, junto con el primer secretario del Partido Socialista, François Hollande, una decisión definitiva. Este programa es una síntesis entre las principales propuestas surgidas de los debates participativos y el proyecto global del Partido Socialista. (Sami Naïr: El método de Ségolène Royal; El País, Opinión, 27-02-07, pp. 13)
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