"En su libro Robots. Al servicio del ser humano, la investigadora del CSIC Elena García Armada, hace un repaso accesible a la historia de la robótica y las enormes posibilidades que se abren ante nosotros gracias a ella.
Ciencia de ciencias (“omnidisciplinar” la califica García
Armada), la robótica ha sido siempre un terreno abonado para la
imaginación, espoleada por los autores de ciencia ficción (el propio
término tiene su origen en una novela del escritor checo Karel Capek),
que en demasiadas ocasiones situaban a las máquinas como enemigos de los
humanos.
Engendros que, como golems futuristas, se rebelan contra sus
creadores hasta destruirlos. Para García Armada esta imagen que
despierta desconfianza no se corresponde con la realidad; por eso con
sus trabajos y en las labores de divulgación que realiza quiere que la
gente deje de ver al robot “como un Terminator” para aceptar “que se
trata de un aliado, de una ayuda, de algo que puede contribuir a mejorar
su calidad de vida”.
Esta visión de la robótica que defiende García Armada, y que
obviamente incorpora una mirada ética sobre la práctica científica, es
la que la ha llevado a convertirse en una pionera mundial en el diseño y
construcción de exoesqueletos pediátricos, un camino que nadie más se
atreve a recorrer por su dificultad.
En el mundo hay 17 millones de
niños afectados por enfermedades neuromusculares, parálisis cerebral,
espina bífida o lesiones medulares que les impiden caminar. Los médicos
coinciden en que si estos pequeños recuperasen su capacidad para andar
erguidos, muchos de los síntomas y las complicaciones asociadas a la
enfermedad desaparecerían mejorando su calidad de vida. “No hay
exoesqueletos pediátricos en el mundo, lamenta García Armada. Y eso no
es porque resulte más difícil hacerlos pequeños.
Es porque es difícil
controlar el movimiento de un exoesqueleto para que se adapte a una
sintomatología tan compleja como la que supone una enfermedad de tipo
neurológico degenerativo”. Las características de este tipo de
enfermedades hace que cada paciente requiera un exoesqueleto distinto
que se adapte a sus necesidades.
Un condicionante que ha frenado la
inversión y la investigación hasta ahora, pero que no asusta a la
española: “los principales obstáculos a los que nos enfrentamos hasta
ahora no son científicos ni tecnológicos. Son financieros, regulatorios y
legales”.
Estas dificultades no impidieron que García Armada fundara Marsi
Bionics, empresa a la que define como un spin off del CSIC y la
Universidad Politécnica de Madrid, y desde la que sigue peleando para
sacar adelante el proyecto.
En una entrevista publicada por la web del
Centro Superior de Investigaciones Científicas, la investigadora
lamentaba ese punto de vista centrado únicamente en el dinero que lastra
muchos avances científicos:
“Yo me indigno porque si me pongo en el
lugar de esas familias, me corre un escalofrío al pensar que hace años
podríamos haber empezado a darles una solución a niños que se están
muriendo. ¿Por qué siempre tenemos que pensar en el aspecto económico,
en el retorno, en el beneficio? Estamos hablando de salud pública, de
nuestros niños y de una tecnología española. Siempre compramos la
tecnología a otros países y cuando la tenemos aquí, no la apoyamos”.
La
culpa, como en la famosa copla, es del “maldito parné”. Afortunadamente
García Armada no piensa rendirse, así que todos esos niños por los que
pelea día a día tienen una esperanza." (El País, 14/05/17)
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