"En Silicon Valley, de una comida en un comedor de la
empresa puede surgir el embrión de una nueva compañía. Es lo que les
ocurrió a los españoles veinteañeros creadores de Verse,
que nace hoy. Se trata de una aplicación para envío de dinero entre
particulares, en tiempo real, sin cobro de comisión.
Funciona tanto en
Android como en iOS y nace con una inversión detrás de 1,4 millones de
euros. Hace un año, dos emprendedores españoles solo tenían una idea.
Borja Rossell Rodríguez (Barcelona, 1993) y Álex Lopera (Barcelona,
1992) estaban en el final de su tiempo en una incubadora, Boost VC en
San Mateo.
Habían desarrollado junto a Darío Nieuwenhuis (Barcelona,
1995), su anterior aventura empresarial: un cajero automático que
funcionaba con Bitcoins. Pero tenían claro que el negocio que les había
llevado allí no les iba a hacer triunfar. Necesitaban, como se dice en
el argot, pivotar. Y buscaron un negocio nuevo.
Mandaron un correo a Bernardo Hernández
(Salamanca, 1970), entonces consejero delegado de Flickr, con oficina
en el antiguo edificio del San Francisco Chronicle. Sabían que era uno
de los inversores ángeles, los que apoyan sin apenas garantías,
más reputados, conocido por su olfato con los negocios, y por haber
tenido ese papel en Tuenti, el último gran caso de éxito de startup
española.
Hernández les dijo que solo tenía libre el hueco de la
comida. Los escuchó con atención. Pidió que volviesen al día siguiente.
Como si fueran las Mil y una noches, hubo una tercera cita. Fue en la
casa que mantenía el directivo en Mission, el barrio originariamente
latino, hoy convertido en oasis de los trabajadores tecnológicos.
Comieron un pollo que ha quedado como símbolo de su punto de inflexión.
Era junio de 2015 y significó el arranque de Verse.
Verse es una aplicación tanto para iOS como Android que
permite enviar dinero entre particulares de manera instantánea, no hay
demora y no cobran comisión. De momento funciona en España, donde han
hecho pruebas con 500 perfiles.
Su intención es que Verse siga siendo
gratis para el cliente final, pero mantener un modelo de negocio basado
en cobrar un pequeño porcentaje por cambio de divisas en caso de mandar
dinero en el extranjero.
“Comparado con Transferwise —el sistema más
popular para ello— tenemos a favor un coste menor y el envío sin
esperar”, detalla Rossell. Cuentan con sede en San Francisco y hacen el
desarrollo técnico en Barcelona. En total son 10 personas. Confían en
cerrar su primera ronda de financiación, al margen del capital semilla
con que han arrancado, de 10 millones de dólares.
Llegados del mundo del Bitcoin
El camino hasta llegar ahí es lo que les hace diferentes.
Rossell y Lopera se conocían del patio del colegio, La Farga, y se caían
mal. El primero estudió ingeniería de telecomunicaciones, el segundo,
derecho.
Rossell comenzó a explorar el mundo Bitcoin, la moneda virtual
más popular, en 2013. Pensó que construir un cajero automático que
convirtiese la divisa en euros podría funcionar. Entonces Rosell se unió
Darío Nieuwenhuis, dedicado a programar software. Alquilaron una nave y se pusieron a ello.
En diciembre de 2014 instalaron su primer cajero automático
de Bitcoins en un local de ocio, el dueño cobraba una comisión como si
fuese una máquina recreativa. La tecnología funcionaba de manera
correcta, pero el furor fue tal que tuvieron problemas para proveer a la
máquina de billetes. “Teníamos un flujo de hasta 50.000 euros, pero
solo nos daba para dos días. Nunca imaginamos que hubiese tanta demanda
para pasar los Bitcoins a billetes de euros”, confiesa.
Este éxito les llevó a presentarse para la incubadora especializada en Bitcoin y realidad virtual Boost VC.
Los aceptaron. En el aeropuerto les esperaba Tim Drapper Junior. Su
padre es un conocido inversor cuyo prestigio se basa en haber detectado
dos estrellas, Skype y Tesla.
Les ofrecieron tres meses de alojamiento,
oficina y 25.000 dólares. “Nunca había estado, no ya en Silicon Valley,
sino en Estados Unidos”. Trajeron consigo, como equipaje especial ese
primer cajero. La primera semana se llevaron la primera sorpresa: “Nos
gusta lo que hacéis, pero esto no es escalable”.
Un jarro de agua fría
que les hizo reaccionar. “Entendimos que no queríamos ser como la
industria del automóvil, que tiene mucho volumen pero poco margen”,
reflexiona Lopera. Se centraron en hacer software para cajeros, de modo
que fueran compatibles con Bitcoin. Consideraban que era más ágil que
hacer las máquinas.
Tras verse con Hernández se dieron cuenta de que su
potencial estaba en el envío de dinero rápido. Ahora mismo no están
conectados con Bitcoin pero en algún momento les gustaría que formase
parte de su servicio. Además de pasar dinero entre particulares, quieren
que Verse sirva para sacar dinero de cajeros usando un código PIN, sin
meter la tarjeta en el terminal, y para pagar en comercios con ese mismo
procedimiento.
Al volver a España, en verano, llegó la parte más dura, la
burocrática. Han conseguido una licencia para operar en la zona euro.
“Tuvimos que dejar claro que no nos dedicábamos al blanqueo de
capitales, nuestros antecendentes con Bitcoins no es que ayuden
precisamente…”, confiesa con humor Rossell.
Verse nace con inversores de renombre, además del propio Hernández y DJF,
el fondo de Drapper, y Dragon, con más de medio millón de dólares, con
gran interés en la expansión en Asia. En las próximas semanas confían en
estrenarse en Estados Unidos y Reino Unido." (Rosa Jiménez Cano
, El País, San Francisco, 15 FEB 2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario