Digital Grotesque II at Centre Pompidou Imprimer le monde exhibition – Foto: Fabrice Dall’Anese
"Tiene un lejano parecido con un arrecife de coral, un panorama alienígena, una pesadilla gótica o una de aquellas grutas manieristas
que los nobles de antaño hacían construir en sus jardines para hacer
más soportable el aburrimiento de las tardes de verano…
Pese a las
posibles referencias o sugestiones, nunca ha existido nada igual en
complejidad arquitectónica: es la estructura con más facetas nunca antes
construida y ha sido necesario un superordenador para procesar el
proyecto, hacer los planos e imprimir en tres dimensiones una parte de
la superficie de la mareante gruta.
Para llevar a lápiz y papel Digital Grotesque (Grotesco digital)
harían falta varios miles de años de trabajo ininterrumpido: estamos
ante un diseño con 1.300 millones de facetas (superficies distintas),
ninguna igual a cualquiera de sus compañeras, y 42 billones de vóxeles (del inglés volumetric pixel: la unidad mínima procesable de una matriz tridimensional). Ni siquiera el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, la catedral-sueño plástico-estética-religiosa de Gaudí, se enreda en tantas y tan diversas formas.
La gruta se expone estos días en Mutations-Créations / Imprimer le monde (Mutaciones-Creaciones / Imprimir el mundo), una muestra colectiva y temática que reúne en el Centro Pompidou de París a una generación de artistas, diseñadores y arquitectos que utilizan la impresión 3D como una herramienta de experimentación.
Digital Grotesque II at Centre Pompidou Imprimer le monde exhibition.
Digital Grotesque es una estructura “altamente ornamental” fabricada en una impresora 3D de las que utilizan arena como sustrato base. Para lograr el prototipo de 3,45 metros de alto fueron necesarios dos años de trabajo de programación previo, siete toneladas de arenisca como materia prima y un tiempo de impresión de un mes.
La novedad del proyecto es que demuestra que son posibles “nuevos mundos arquitectónicos tangibles” autogenerados por algoritmos, sin necesidad de diseño humano, dicen los responsables del asunto Michael Hansmeyer y Benjamin Dillenburg,
programadores y arquitectos. Discutiendo la poca opción a lo imprevisto
que deja la proyección y calificando a sus compañeros de gremio de “freaks
del control absoluto”, sostienen que con el empleo de algoritmos
basados en la subdivisión la “sorpresa es posible” en la arquitectura.
De la precisión se encargan las máquinas. Un algoritmo de subdivisión “explora todo el potencial de la impresora 3D creando estructuras porosas y multicapa con profundidad espacial“,
afirman, convencidos de que el desarrollo autogenerativo de los
algoritmos consigue que sea posible lo que de otra manera nunca llegaría
a término por sencilla falta de tiempo.
Los autores de Digital Grotesque explican así la idea y la impresión que causa:
Un solo volumen engendra millones de ramas, creciendo y plegándose en una compleja estructura topológica. Cientos de metros cuadrados de superficie se comprimen en un bloque que forma un paisaje orgánico entre lo artificial y lo natural. De pie frente a la gruta, uno es golpeado por una riqueza hasta ahora invisible de detalles que a veces es abrumadora.
Para el par de arquitectos computacionales —así se refieren a sí mismos— Digital Grotesque
es un testamento sobre formas de hacer caducas y señala “un nuevo tipo
de arquitectura que deja atrás los paradigmas tradicionales de
racionalización y estandarización y en su lugar enfatiza la percepción
del espectador, evocando maravilla, curiosidad y desconcierto“.
Para Hansmeyer el futuro será de la “arquitectura exuberante en la que lo excepcional reemplace a la norma“. (Jose Ángel González, 20Minuros, 27/04/17)
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